Un nuevo estudio realizado por investigadores del Hospital Gregorio Marañón y del CIBERSAM sugiere que existe un riesgo genético compartido entre soledad y esquizofrenia y que puede tener un papel más importante en mujeres que en hombres.

Esta conclusión apoyaría la idea de que la experiencia subjetiva del aislamiento social, agravado por las restricciones de la pandemia, podría tener más consecuencias negativas en las mujeres, incluido el riesgo de desarrollar psicosis.

El trabajo ha sido desarrollado por el equipo de Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón y jefe del grupo del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM) y ha sido publicado en la revista Nature Communications.

Además, este estudio pionero ha sido dirigido por Javier González Peñas, en colaboración con Álvaro Andreu Bernabéu, y ha contado con la participación de diferentes grupos del CIBERSAM, que participan en el Consorcio de Genómica Psiquiátrica.

Los investigadores han partido de una muestra de casi 3.500 personas, de las que 1.927 tienen diagnóstico de esquizofrenia, para demostrar la contribución genética de la soledad y el aislamiento al riesgo de sufrir la enfermedad.

Aislamiento y soledad

En su desarrollo se ha estudiado tanto el aislamiento social objetivo (ausencia de relaciones sociales), como el percibido, la soledad, que se trata de un sentimiento subjetivo de angustia, asociado a la falta de relaciones significativas, al margen de la “cantidad” de contacto social.

Cabe destacar que el aislamiento no siempre se correlaciona con sentimientos de soledad, aunque ambos son factores de riesgo en salud mental.

González Peñas detalla que en el estudio se subdivide el riesgo genético que predispone a la esquizofrenia en función de su efecto en la soledad y el aislamiento. A partir de ahí, encontraron que “el riesgo genético que era común tanto a esquizofrenia como a soledad y aislamiento era mayor en mujeres que en hombres”. Sin perder de vista, además, que este riesgo genético se relaciona con depresión, ansiedad, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, dependencia del alcohol y autismo, subraya.

En la misma línea, Andreu Bernabéu remarca que los resultados indican que este riesgo genético compartido puede ayudar a entender las relaciones genéticas entre la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos complejos, como el trastorno bipolar, depresión mayor y trastorno obsesivo-compulsivo.

Por su parte, Celso Arango, que también ha participado en el estudio, apunta que los hallazgos abren la posibilidad de desarrollar intervenciones frente a la soledad y el aislamiento para la prevención y mejora de la evolución clínica de trastornos del espectro de la esquizofrenia, especialmente después de las condiciones de aislamiento social que ha conllevado la pandemia y el confinamiento.


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