La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, inflamatoria y autoinmune que afecta al Sistema Nervioso Central (SNC). Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), afecta a alrededor de 55.000 personas en España, pero cada año se diagnostican 2.500 nuevos casos. La edad de inicio suele oscilar entre los 20 y 40 años, lo que la convierte en la segunda causa de discapacidad más frecuente en los adultos jóvenes españoles, solo por detrás de los accidentes de tráfico.   

Los síntomas de la enfermedad son muy variados, al igual que su curso y gravedad. Los más frecuentes son la aparición de trastornos de movilidad o sensibilidad en alguna parte del cuerpo, problemas visuales, trastornos del equilibrio, problemas de control del esfínter, fatiga o dolor entre otros. La EM disminuye notablemente la calidad de vida de quien la padece, sobre todo si no se trata. Para ello, un diagnóstico temprano y un seguimiento adecuado de los pacientes puede ayudar a las personas con la enfermedad a controlar los síntomas y a mejorar su calidad de vida.

Hoy en día no existe una cura para la EM, por lo que los tratamientos están centrados en retrasar la progresión de la enfermedad, prevenir recaídas y controlar los síntomas de manera efectiva. Según Farmaindustria, la innovación farmacéutica ha evolucionado de manera muy significativa en este campo en los últimos años con la incorporación al arsenal terapéutico de nuevos tipos de tratamientos y la apertura de nuevas líneas de investigación.

La enfermedad tiene un componente degenerativo e inflamatorio, por lo que actualmente los investigadores trabajan en un grupo de fármacos denominados inhibidores de la tirosina quinasa de Bruton. “Este tipo de tratamientos van dirigidos contra dos aspectos importantes de la enfermedad: inmunidad adaptativa e inmunidad innata. Se prevé que puedan beneficiar no solo al componente inflamatorio de la enfermedad, sino también al componente de degeneración”, explica a Gaceta Médica Ana Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la SEN.

Según Caminero, con las terapias actuales no se cubría bien el componente degenerativo de la enfermedad. “Estas nuevas terapias van a retrasar la progresión de la discapacidad y les va a permitir a los pacientes tener una vida cercana a la normalidad durante muchos más años. Se está investigando mucho en terapias que controlen la degeneración y la inflamación restringida al SNC, pero también en terapias de remielinización y regeneración”, afirma.

“Estas nuevas terapias van a retrasar la progresión de la discapacidad”

La discapacidad asociada a la EM puede manifestarse de diferentes maneras, dependiendo de los síntomas y la gravedad de la enfermedad que experimente cada persona. Los factores de discapacidad más comunes son los problemas de movilidad, debilidad muscular, fatiga, dolor, trastornos esfinterianos, dificultades para hablar o tragar, problemas de visión y de equilibrio, y problemas cognitivos como dificultad para concentrarse y problemas de memoria. No obstante, la discapacidad asociada a la EM puede variar a lo largo del tiempo y puede ser progresiva en algunos casos, a medida que la enfermedad avanza.

Aumento de los casos

En los últimos cinco años ha aumentado cerca de un 20 por ciento el número de pacientes con EM debido a que cada vez hay más nuevos casos en mujeres y en población infantil. “Las razones principales de este aumento son la detección precoz y la mejora en los sistemas de recogida de datos. En general, hay una tendencia global en todo el mundo a un aumento de las enfermedades autoinmunes”, recalca Caminero. Respecto al incremento en la población infantil, afirma que “no había estadísticas buenas hasta hace pocos años”.

La causa de la EM aún no está clara, pero desde la comunidad científica aluden a una interacción entre factores genéticos y ambientales. Hay indicios que apuntan a que se origina en personas genéticamente predispuestas ante la exposición a ciertos factores ambientales como infecciones, falta de vitamina D, tabaquismo. También se está estudiando la posible influencia de factores hormonales que hacen que las mujeres tengan el doble de riesgo de desarrollar esta enfermedad.

“Es posible que no haya un origen único de la enfermedad. Es multifactorial, es decir, que un único factor no contribuye al origen de la enfermedad, sino que hay una multitud aunados en un mismo individuo. Se sabe que la interrelación de factores ambientales incidiendo en un organismo con genes de susceptibilidad es lo que hace que se desarrolle”, concluye Caminero.


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