Almudena Fernández Madrid | martes, 18 de febrero de 2014 h |

La prevalencia de los trastornos psiquiátricos se ha ido incrementando y, progresivamente, la Atención Primaria ha ido implicándose más en la detección, diagnóstico y tratamiento de estos pacientes. De hecho, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), Miquel Bernardo, cifra el número de casos en más del 20 por ciento de la población, pero, ¿está preparado el primer nivel asistencial para hacer frente a este reto?

La formación de los profesionales de medicina de familia en los últimos años ha sido muy buena y tienen un nivel de cualificación alto que “les permite abordar la mayor parte de los trastornos mentales, especialmente los que son más frecuentes”, señaló Bernardo.

Los tratamientos prescritos desde la Primaria incluyen intervenciones de salud general, promoción de la misma a través de estilos de vida saludables y uso de psicofármacos cuando se requiere, según el psiquiatra. En cuanto a la coordinación entre niveles asistenciales al abordar este tipo de patologías, el especialista consideró que es buena, además, refirió que en algunas comunidades se han desarrollado programas específicos de soporte a la AP que consisten en que psiquiatras trabajen de forma estrecha con MFyC para que traten a los pacientes en el área básica de salud con este soporte para el manejo de las dificultades que puedan surgir en el diagnóstico o tratamiento intentando evitar la derivación hacia centros especializados.

Sin embargo, el presidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (Asepp), Salvador Ros, consideró que se le ha buscado “un buen problema” a los médicos de AP porque los sistemas políticos están desplazando gran parte de la asistencia de los especialistas hacia ellos, algo que, en principio, sería una buena idea si estos facultativos tuvieran tiempo suficiente y la formación adecuada, porque no debe olvidarse que tener unos buenos conocimientos de todas las especialidades es complejo y, en la práctica, lo que está pasando es que “no saben resolver una serie de problemas” para los cuales, si bien tienen una excelente formación general, no la pueden tener como el especialista.

Patología subumbral

En cualquier caso, la MFyC es la puerta de entrada de gran parte de la patología psiquiátrica, detecta la leve o moderada y la subumbral, cuya sintomatología podría pasar desapercibida, ya que se manifiesta en forma de somatizaciones: las llamadas máscaras de la depresión o de la ansiedad. Ros explicó que, una vez identificadas, pueden seguirse dos caminos, o bien que sea un proceso leve y el médico del primer nivel asistencial se atreva a tratarlo, “y lo hará seguramente muy bien”, o que traslade al paciente a un especialista para que asuma el caso. Y es que esta especialidad es “tremendamente compleja” porque si en otras se cuenta con marcadores biológicos para llevar a cabo el diagnóstico, no es así en psiquiatría donde a veces es de matices, de conductas a interpretar y conseguir que el paciente comunique fácilmente sus sensaciones, algo para lo que hace falta “un buen entrenamiento”. A su juicio, si la AP tendrá que encargarse de una buena parte de la población de pacientes psiquiátricos, deberá hacer un esfuerzo de formación, algo en lo que los psiquiatras están dispuestos a colaborar aunque no sea una asignatura fácil.

Por otro lado, los médicos de familia coinciden en señalar que durante la residencia, una de las rotaciones es precisamente por los servicios de Salud Mental, donde reciben la formación básica que necesitan en este campo. Posteriormente, una vez iniciado su ejercicio profesional, la norma es que los médicos se encuentren en sus consultas con que “cerca del 25 por ciento de sus pacientes sufren trastornos psiquiátricos o del comportamiento”, apuntó Fernando Gonçalvez, responsable del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Tanto él como Enric Aragonés, coordinador del Grupo de Trabajo en Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), incidieron en la relevancia que han adquirido este tipo de patologías y la importancia de la autoformación en este campo va a ser la norma en adelante, en parte a través de los cursos que ofrecen las sociedades. De hecho, Aragonés ha observado que en los últimos años hay cada vez más oferta de actividad formativa e investigadora en salud mental “como corresponde a la importancia y a la prevalencia de este problema”.

Diferenciar patologías

Un obstáculo al que se enfrentan en este área es que en el día a día asistencial, especialmente en AP, a veces es difícil diferenciar unas patologías de otras porque los modelos más teóricos o las clasificaciones de los trastornos mentales oficiales o formales “son complicadas de aplicar”, ya que hay pacientes con malestar psicológico en los que no es fácil diferenciar si es más depresivo, ansioso, etc., porque la comorbilidad es un fenómeno frecuentemente descrito aunque, a su juicio, el concepto es erróneo porque el malestar psicológico no se divide bien en categorías.

En cuanto al tratamiento, correcto en la prescripción de fármacos, sí que Aragonés detecta cierto déficit de acceso a psicoterapias, que estarían perfectamente indicadas incluso como abordaje de primera línea en muchos de los problemas de salud mental que se diagnostican en AP, con el problema de que la disponibilidad de estos tratamientos es más limitada.

Gonçalvez, por su parte, está seguro de que los profesionales son conscientes de hasta dónde pueden llegar por sí mismos y, a partir de ahí, de cuándo necesitarán de la ayuda de los especialistas en psiquiatría para el mejor tratamiento de sus pacientes, bien por la complejidad del cuadro clínico que presenta, por la gravedad del mismo, o por exigir para su abordaje, control y recuperación de terapias que exceden a la responsabilidad del propio médico de familia.

En cuanto a las tareas que hay aún pendientes, desde la SEMG insisten en la necesidad de implicar al médico de familia en la detección y prevención del suicidio. Semfyc destaca la mejora de mecanismos incipientes de colaboración entre AP y Salud Mental estableciendo circuitos asistenciales que permitan que el paciente esté bien atendido de forma compartida entre ambos. Asimismo, hay ya experiencias incipientes que estudian cuál puede ser el papel de la enfermera colaborando con la atención de este tipo de pacientes ya que, hasta el momento, su participación en salud mental ha sido más bien escasa.