| viernes, 10 de septiembre de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Puestos continuamente en el disparadero por sus escasos e incluso a veces nulos logros en la defensa de las condiciones profesionales de sus representados, y con la espada de Damocles que desenvainó Andalucía pendiendo en todo momento sobre sus cabezas, algunos colegios de médicos buscan a la desesperada fórmulas que les permitan subsistir y obtener incluso rentabilidad económica, pese al claro desapego que muestran hacia ellos los facultativos de base, demostrado elección tras elección. La palabra mágica que permitiría el apuntalamiento del imperio y todo su correlativo entramado de dietas, acceso a subvenciones, vínculos con mutualidades y aseguradoras, y redes de intereses creados en base a lo que algunos filósofos calificaban como “masa amorfa” se llama “recertificación”. Esta tabla de salvación ante el devenir de los nuevos tiempos y de la Ley Ómnibus no es algo endeble e inestable, ni mucho menos. Pese al carácter voluntario que le confiere la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), muchas corporaciones, aunque básicamente la Organización Médica Colegial (OMC), han visto en el proceso que lleva aparejado el asidero desde el que poder sacar la cabeza e, incluso, pasearla orgullosa por el complejo y proceloso mundo de la sanidad. Porque la recertificación incorpora consigo otros elementos nada etéreos y sí muy tangibles que oxigenarían a los colegios, como son la evaluación, la formación de los profesionales y, si cabe, la propia recolegiación. ¿Ha pensado alguien cuánto dinero puede moverse a través de estas poderosas vías? El entramado de intereses creados se reforzaría pues, notablemente, si las autoridades sanitarias sucumbieran a los cantos de sirena y concedieran dicha gracia a sus peticionarios.

Pese a estas reiteradas y hasta comprensibles demandas, no parece razonable sin embargo que sean los colegios los que evalúen o “recertifiquen” la cualificación profesional de los trabajadores sanitarios. Difícilmente una cúpula formada por médicos generales como la de la Organización Médica Colegial (OMC), por poner sólo un ejemplo, estará habilitada profesionalmente para adjetivar, puntuar, examinar y acreditar la competencia de un cirujano cardiaco o de un ginecólogo. Tan lógico es este aserto, como lo sería preguntarse que quién acreditaría al supuesto acreditador. Desde este punto de vista, cobra plena vigencia la afirmación que a modo de chascarrillo circula en el sector referente a que “los primeros que tendrían que evaluar sus competencias serían ellos, muchos de los cuales apenas han ejercido ni siquiera su profesión”, en alusión a los que pretender ostentar el monopolio en este terreno.

Parece lógico, como alternativa más razonable, que sean las sociedades científicas de sus diferentes ramas las que efectúen esta labor voluntaria: ¿quién mejor que ellas para evaluar y juzgar la destreza, la pericia y los conocimientos de los miembros que forman parte de su especialidad y que deseen someterse a este proceso de forma voluntaria? ¿No reforzaría una medida de este tipo el papel de las sociedades médicas en la sociedad, de manera similar a como ocurre en numerosos estados de nuestro entorno? Que las sociedades o asociaciones profesionales efectúen esta labor a la que alude la LOPS, y que los colegios se limiten a recolegiar, si quieren y lo estiman conveniente. Esta separación encajaría mejor con la lógica, la estética y el parecer que predomina en la esfera internacional. Sólo queda que Sanidad atine y no se deje embaucar.

Preguntas sin respuesta

Qué médico especialista en cobrar guardias sin hacerlas dio la nota a finales de julio al dar la espantada, aunque hará movimientos durante estos dos meses?

Qué personaje del sector se está haciendo de oro a costa de cursos de formación?

Qué cualificación profesional tienen los profesionales que viajen en las ambulancias del Samur?

Por qué se obstina tanto Sanidad en vender a los cuatro vientos una ley tan endeble como la de Salud Pública?

Qué conocido médico pedía dinero hace años a sus colegas de profesión por cada artículo que publicaban en la revista que regentaba en su comunidad de origen?