VIH/Sida/ Normalizar el uso de la prueba de detección fue uno de los retos expuestos durante el 13er Congreso Nacional del Sida (Seisida)

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Es una estrategia liderada por los CDC de EEUU que realiza el test a todos los pacientes entre 20 y 65 años que acuden al sistema sanitario

Un estudio de Cesida demuestra que el 40% de los pacientes tiene problemas de adherencia terapéutica por miedo a la lipodistrofia

| 2010-06-18T16:37:00+02:00 h |

Cecilia Ossorio

Barcelona

El 50 por ciento de las personas a las que se diagnostica infección por VIH ya ha desarrollado sida o presentan un recuento de CD4 inferior a la cifra adecuada para iniciar el tratamiento (por debajo de 350 células/mm3). Lo explicó Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, durante el 13er Congreso Seisida.

Según José Mª Gatell, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona, hay que dilucidar cuáles son las barreras que dificultan el diagnóstico precoz, pues se estima que en España un 30 por ciento de los pacientes no sabe que está infectado.

El problema del diagnóstico tardío fue el eje central de esta cita, en la que, como destacó Antonio Antela, presidente de la citada sociedad interdisciplinar de Sida y jefe del Servicio de Medicina Interna en el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, se debatió cómo promover estrategias en aras de “normalizar” el uso de la prueba de detección del VIH.

Una nueva estrategia, defendida por Santiago Moreno, consiste en establecer en España la llamada estrategia opt-out, una iniciativa que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos tomaron en el año 2006. Consiste en recomendar que se realice la prueba del VIH a todas las personas entre los 20 y los 65 años que acudan al sistema sanitario por cualquier motivo. “De esa manera, se diagnostica a un gran porcentaje de personas asintomáticas”, declaró el experto.

Es una alternativa a la pauta que se sigue en la actualidad, “que podría denominarse opt-in”, basada en la realización de la prueba diagnóstica de forma extraordinaria.

“En Estados Unidos se ha puesto en marcha, ha sido muy bien aceptada y se ha visto que es coste-eficaz. Se ha calculado que si efectivamente se diagnosticara a todas las personas con VIH positivo, la epidemia se podría eliminar hacia 2020”, señaló Moreno, haciendo hincapié en que no le gustaría que en España “fuésemos los últimos” en implantar esta iniciativa.

Por otro lado, este especialista hizo hincapié en la idea de simplificar los regímenes terapéuticos, pues son varios los estudios que demuestran que de esta forma se favorece el cumplimiento.

Los expertos confían en la buena calidad y en la eficacia de los test rápidos de detección de VIH, si bien Moreno matizó que se debe tener en cuenta que presentan “una tasa de falsos positivos mayor que la de los test convencionales”. Por ello confirman todos los positivos, con independencia del test realizado.

Además, Gatell subrayó la importancia de que todo el personal sanitario, y no sólo los especialistas en VIH, invite al paciente a realizarse la prueba cuando haya sospecha de infección.

Lipodistrofia

En otro sentido, se presentó el estudio “El impacto de la lipodistrofia en la salud psicológica y la experiencia de estigma de las personas con VIH”, que inaugura la campaña de Cesida “Elige siempre cara”, en el que han participado un total de 706 personas con VIH.

Como confirmó su autora, Mª José Fuster, gerente de Seisida, los resultados demuestran que la lipodistrofia aumenta las situaciones de estigma, porque los pacientes perciben más discriminación, ellos mismos se autoexcluyen, y esto desemboca en una peor salud psicológica. Cerca de un 60 por ciento de las personas con VIH encuestadas afirman que perciben algunos de los efectos de la lipodistrofia; un 35 por ciento tiene una alta percepción de la lipoatrofia y un 25 por ciento de la lipoacumulación.

En cuanto a la adherencia al tratamiento, un 40 por ciento de los pacientes ha manifestado tener una dificultad media o alta para tomarse la medicación por temor a estos trastornos.

Fuster incidió en que hay numerosas tareas pendientes en este campo, pues “no están incorporadas las técnicas de reparación de la lipoatrofia facial de manera efectiva, y hay otras manifestaciones que no se están cubriendo, como la pérdida de grasa en las nalgas o la lipoacumulación”.