Gaceta Médica Madrid | lunes, 09 de marzo de 2015 h |

La presencia de la proteína Bmi1 en el corazón evita el envejecimiento de las células cardiacas y protege, por ello, del riesgo de sufrir una miocardiopatía dilatada (MCD), tal y como ha demostrado un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) liderado por Susana González y que acaba de ser publicado en Nature Communications. El hallazgo podría facilitar el desarrollo de nuevas terapias frente a esta patología, que afecta a uno de cada 2.500 individuos y que cursa con insuficiencia cardiaca. La MCD se caracteriza por la dilatación y disminución de la contractilidad del corazón y tiene una elevada morbilidad y mortalidad.

La etiología y los mecanismos detrás de la enfermedad son desconocidos en aproximadamente la mitad de los casos de MCD, pero la comunidad científica había considerado hasta el momento que entre el 20 y el 50 por ciento de los casos se debían a mutaciones genéticas. Sin embargo, este trabajo desafía esta idea, ya que demuestra que la MCD puede desarrollarse también como resultado de cambios epigenéticos que no afectan a la secuencia de ADN, pero sí al nivel de expresión de los genes. González comenta que los resultados “evidencian la importancia de los cambios epigenéticos inducidos por Bmi1 para mantener el correcto remodelado y funcionamiento del corazón”. Bmi1 pertenece a una importante familia de proteínas llamada Polycombs, que regulan la expresión de múltiples genes mediante cambios en el plegamiento de la cromatina durante la transcripción del ADN. “Esta proteína se considera un factor clave en el proceso de envejecimiento celular y la supervivencia de los mamíferos”, subraya González, quien explica que su papel “en el mantenimiento y renovación de muchos tejidos ha sido ampliamente descrito” en la literatura científica.

En este estudio, los investigadores generaron modelos de ratón que permitían la pérdida de función de Bmi1 específicamente en el corazón. “Como consecuencia, los ratones sufrieron una dilatación del corazón que comprometió gravemente su función y dio lugar a la aparición de edema pulmonar agudo y muerte súbita”, apunta la autor principal. El experimento indicó que la ausencia de Bmi1 inducía cambios en el plegamiento de la cromatina que permitían la expresión de determinados genes que previamente habían estado silenciados o apagados, como es el caso del marcador de senescencia llamado p16INK4a. Como resultado se secretan una serie de factores llamados SASP que inducen un estado senescente o de “no respuesta” en las células cardíacas adultas, contribuyendo así a la afectación del músculo cardíaco y a la aparición de la MCD. De esta forma, los autores de este trabajo proponen un nuevo mecanismo para explicar el desarrollo de la MCD y destacan “el gen p16INK4a como marcador de envejecimiento cardíaco”.

A esto hay que añadir además otro hallazgo importante: la MCD puede ser revertida por la administración de plasma de ratones sanos a los ratones enfermos, sugiriendo que existen factores solubles en la sangre de individuos sanos capaces de revertir aspectos estructurales y moleculares críticos del envejecimiento cardíaco. El hallazgo de González y sus colaboradores contribuye a la comprensión de los mecanismos moleculares que explican el envejecimiento cardíaco y, por tanto, las causas de enfermedades cardiovasculares relacionadas con la edad. Estos descubrimientos tienen un potencial impacto en la práctica clínica ya que, además de aportar nuevas dianas para el diagnóstico de la MCD, sugieren que “la modulación de la respuesta senescente cardíaca mediante la reprogramación de los mecanismos epigenéticos en el corazón supone una nueva estrategia para el tratamiento del fallo cardíaco con la proteína Bmi1 como una atractiva diana”.