| viernes, 05 de marzo de 2010 h |

Sergio Alonso es redactor jefe de ‘La Razón’

Celosa como es Trinidad Jiménez de la correcta marcha de su departamento desde que está al frente del mismo, la ministra de Sanidad debería sentarse con sus más allegados colaboradores —los pocos que no se atreverían nunca a mentirle o a alterar la realidad que la circunda—, sondear personalmente a sindicatos, sociedades científicas y especialistas afines y díscolos, y en base a la información obtenida, plantearse dar un giro radical, de 180 grados, a la política de los recursos humanos. Ha de partir Jiménez en esta área de un conocimiento básico y objetivamente indiscutible que poca gente sincera podrá negarle: si una parcela sanitaria merece un suspenso mayúsculo en los seis años que el PSOE lleva en el Gobierno, ésa es la del personal, pues poco se ha hecho, por no decir nada, en este ámbito. Los frutos de tal inacción, que viene arrastrada desde algunos gobiernos —no todos— del PP, son la heterodoxia absoluta de legislaciones que existen en el ámbito autonómico, la falta de desarrollo de algunas normas que podrían haber encauzado la situación, las dificultades de la movilidad entre territorios, las disfunciones entre las diferentes carreras profesionales, la chapuza mayúscula que a punto ha estado de consumarse con la llamada troncalidad, la improvisación del nuevo examen MIR o la ausencia de un registro de trabajadores sanitarios pese a que Sanidad se comprometió a elaborarlo en la etapa de Elena Salgado. Consuelo Sánchez Naranjo puede dar fe de ello. Sabe, sin duda, de lo que aquí se expone.

El desbarajuste en este campo es tan absoluto como diferentes, mal avenidos, desorganizados y erróneos son los interlocutores y los enclaves de negociación. Mal que le pese aún a Fernando Puig de la Bellacasa, el Foro Marco para el Diálogo Social ha constituido la crónica de un fracaso anunciado. El ex subsecretario puede hoy atestiguarlo, asumir su error y admitir que tal escenario no ha sido, como se le dijo, más que algo equivalente a un corro de la patata de nula utilidad práctica. Jiménez podría recabar ahora su opinión. Como nula operatividad práctica, y esto va en descargo absoluto de Sanidad, es el llamado Foro de la Profesión Médica, una entelequia con la que resulta imposible entenderse. Mientras uno de sus miembros dice A por la mañana y alcanza un pacto, otro prefiere decir B por la tarde y romperlo. Mientras unos son partidarios de una defensa profesional de los médicos en asuntos tan espinosos y peliagudos como la troncalidad, los instrumentalizadores del foro alteran la estrategia en cuestión de minutos en función de sus intereses, causando la perplejidad, el hastío y hasta la indignación de la Administración. Alfonso Moreno, interlocutor reconocido del ministerio, puede dar fe también de tal comportamiento esquizoide del que no cabe responsabilizar a Sanidad. “Si no se ponen de acuerdo entre ellos, y cambian su discurso en función del lugar en el que lo emiten, lo mejor es ignorarlos”, cuentan las instancias oficiales. Y tienen razón.

Trinidad Jiménez, en fin, debe reorientar las políticas de recursos humanos del Ministerio. Un primer y acertado paso fue poner al frente de las mismas a José Martínez Olmos, el pluripotente secretario general que ahora comanda también la totalidad de la farmacia. Transcurridos los lógicos meses de acomodo y toma de contacto, este alto cargo ha de ofrecer los primeros resultados, porque lo que se desprende hasta ahora es que las políticas laborales del PSOE fluctúan en función del lugar en el que gobierna, sin que exista un criterio único, común y uniforme que sirva de nexo. Una inacción imperdonable, dada la carencia de profesionales en algunas especialidades y los graves problemas que azotan al sector. Problemas que se empiezan a agudizar con la crisis, y que se traducen en insuficiencia financiera para desembolsar nóminas, dificultades extremas para poblar los nuevos hospitales y para recabar profesionales solventes en algunas especialidades médicas.