| viernes, 04 de diciembre de 2009 h |

Dr. Bartolomé Beltrán, director de Prevención y Servicios Médicos del Grupo Antena3

El Consejo Médico de Galicia entrega su “Medalla de Oro” al doctor Diego Murillo. Enhorabuena. Vivimos un tiempo de premios. Empieza a oírse felicitaciones y agasajos varios. El primero para Armando Tejerina por su Fundación y el trabajo profundo en el ámbito del cáncer de mama. Desde Elche llegan resonancias de la consideración que tienen con el doctor Alfredo Carrato por sus dedicaciones a la Oncología Médica. También me sorprende en estos días el premio concedido a Luis Sánchez-Merlo por su condición de europeísta y de hombre cabal. Se trata de la distinción del premio Marqués de Villalobar que concede la Cámara de Comercio del Benelux. Lo traigo a colación porque dio en el clavo de la receta que hace falta en este tiempo de la historia. Sánchez- Merlo empezó diciendo, cuenta Felipe González que una noche, en plena crisis del Golfo, compartía con su entonces ministro de Asuntos Exteriores, Paco Fernández Ordóñez, una ensalada de lechuga y un poco de pescado blanco. Era lo que Paco (que parecía no querer enterarse de que estaba enfermo) podía permitirse en aquel momento, y le dijo a Felipe: “He decidido que voy a cambiar a mi médico por el veterinario de mi perro, porque a mi perro le va mejor que a mí”. A los hipocondríacos nos gustan las películas de Woody Allen y la proximidad de los médicos, remató don Luis.

Matizó el premiado que el jurado, al distinguirme con este premio, ha tenido en cuenta, mi participación al servicio del Estado. Su receta es pragmática y realista. Y Sánchez-Merlo dijo en esta noche fría de Madrid quiero invitarles a que compartan conmigo unas dosis razonables de optimismo vital como forma de no sucumbir al miedo, la amenaza o la depresión. Ya sé, queridos escépticos, que el pesimismo goza de mayor prestigio intelectual. En nuestro caso, exige ponerse las botas de trabajo porque de lo que se trata es, ni mas ni menos, de defender la unidad territorial, mantener la cohesión social, evitar que la sociedad se polarice en bandos y atenuar las más bajas pasiones que se erigen en válvula de escape de otros rencores y frustraciones personales. Con rebeldía optimista, como motor del cambio por un mundo mejor.