sostenibilidad/ El final del Régimen de Clases Pasivas, que sustenta el mutualismo administrativo, arroja dudas sobre la continuidad del modelo

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La medida de Zapatero plantea “preservar” el mutualismo, pero no matiza si los nuevos funcionarios podrán optar por la cobertura privada

El sector sanitario defiende la aportación a la sostenibilidad de un modelo que reduce el coste de la asistencia por persona en más del 35%

| 2010-12-10T16:11:00+01:00 h |

La prestación a través de las mutualidades administrativas supone un ahorro de entre el 30 y el 40 por ciento con respecto al gasto sanitario medio por persona del SNS. El gasto per cápita del Estado en los funcionarios acogidos a la mutualidad es de 639,56 euros, el valor de la prima, frente a los 1.052 euros de media por persona al año en la sanidad pública.

Isfas, Mugeju y Muface proporcionan asistencia sanitaria a más de 2,2 millones de personas. Más del 87 por ciento de los funcionarios públicos cada año elige esta prestación frente al sistema público, a pesar de que los jubilados tienen copago en medicamentos.

El gasto medio en farmacia por persona alcanzó los 212 euros en 2009, frente a la media de gasto farmacéutico en el Sistema Nacional de Salud, que supera los 286 euros, un 33 por ciento menos.

En 2009 el número de beneficiarios de Muface aumentó en 4.119 personas, una cifra que recoge el saldo final con nuevas incorporaciones y bajas. La cobertura sanitaria de este aumento supuso en 2009 más de 2,85 millones de euros, frente a los 4,33 que habría representado si se toma como referencia el gasto medio por persona del SNS. La oferta de asistencia sanitaria a través de la mutualidad ahorró al sistema 1,47 millones de euros.

E.M.C.

Madrid

A partir de enero de 2011 los funcionarios de nuevo ingreso se integrarán en el Régimen General de la Seguridad Social. La medida, una de las nueve aprobadas por el consejo de ministros para estimular la economía, no ha dejado indiferente al sector sanitario. No en vano, apunta el principio de la extinción del Régimen de Clases Pasivas, que regula las cotizaciones de este colectivo, y lo que es más: siembra dudas sobre la continuidad de las mutualidades administrativas, que, junto a este régimen conformaban hasta ahora los pilares básicos que sustentaban la Ley de Clases Pasivas.

Al parecer, el propósito del Gobierno no es otro que simplificar y armonizar los sistemas de protección social de los funcionarios públicos y aumentar el número de cotizantes a la Seguridad Social. Objetivos, en principio, que pueden aportar un cierto valor en un contexto como el actual, pero que dejan en un limbo de indefinición el futuro del mutualismo administrativo, con modelos como Muface, Mugeju e Isfas, las mutualidades de funcionarios, judicatura y fuerzas armadas, que han aportado su grano de arena a una sostenibilidad del sistema sanitario más cuestionada que nunca. Una vez más, la supervivencia de un modelo que ya supuso un punto de desencuentro en el malogrado Pacto por la Sanidad vuelve a estar en entredicho.

Aunque no deja claro si los nuevos funcionarios podrán continuar eligiendo su cobertura sanitaria, el texto refrendado por el consejo matiza que se preservará, “cuando así proceda de acuerdo con su normativa reguladora” el mutualismo administrativo. “De hecho, los funcionarios que a día de hoy estén incluidos en el Régimen de Clases Pasivas y en el Mutualismo Administrativo mantendrán sus derechos adquiridos y continuarán integrados en ambos mecanismos de cobertura”, asegura. Apreciación que, por otra parte, no despeja todas las dudas del sector, perplejo ante la posibilidad de que esta extinción arrastre al modelo de prestación sanitaria.

Desde el Instituto para el Desarrollo y la Integración de la Sanidad (IDIS), su patrono, Francisco Juan Ruiz, director general de Salud de DKV, confía en que el Gobierno desligue la medida sobre el Régimen de Clases Pasivas de los mutualismos. “Hasta ahora ha existido relación entre ambos —admite—, pero si tenemos en cuenta las declaraciones de las últimas semanas hemos de pensar que hay voluntad de separarlos”. Además, Ruiz considera esencial desmarcar el debate sobre las pensiones (un argumento de soporte para la medida, ya que el Estado acaba por costear la pensión de los funcionarios públicos aunque no recibe sus cotizaciones, que van destinadas a este régimen) de la prestación sanitaria que recibe el colectivo, un buen modelo de colaboración de sanidad pública y privada.

La esperanza del IDIS no carece de fundamento. Hace apenas un mes el ministro de Política Territorial y Administraciones Públicas, Manuel Chaves, defendía la continuidad del modelo ante el Senado y la propia Dirección General de Muface aseguraba que no existía “ningún riesgo” para un modelo que garantiza y gestiona desde 1975 las prestaciones sanitarias y sociales de los funcionarios.

El anuncio del Gobierno, no obstante, deja una puerta abierta a la incertidumbre. Si finalmente la materialización de esta medida no blinda la libertad de elección de la asistencia sanitaria de los funcionarios, los actuales y los futuros, se evidenciaría la falta de homogeneidad y criterio en asuntos en los que, de soslayo, también está en juego la sostenibilidad del sistema sanitario.

Razones económicas

A la espera de nueva información, los expertos consultados por GM coinciden en expresar sus cautelas sobre el alcance del anuncio de Zapatero. Eso sí, muchos coinciden en un aspecto: su sorpresa por que esta medida sea presentada en el marco de otras herramientas para controlar el gasto.

Para Ignacio Riesgo, director general de Salud de la Consultora PriceWaterHouseCoopers, no supone ahorro alguno. “Al revés. No se suprime ninguna subvención, los trabajadores por cuenta ajena cotizan a la Seguridad Social, tanto ellos como su empresa. En el caso del Estado, los trabajadores cotizan, pero no la empresa, y se realiza una especie de autoseguro. Si a partir de ahora entran en el régimen general, el Estado debería pagar el equivalente a la parte correspondiente a la empresa, no ahorraría nada”, apunta Riesgo. Habría que perfilar, en cualquier caso, si son las administraciones regionales las que tendrían que asumir la carga, lo que no sería bien recibido por las maltrechas cuentas autonómicas.

El argumento económico pierde peso y más si se tiene en cuenta que, de entrada, modelos como Muface ya representan un ahorro para el SNS. El coste de la asistencia sanitaria de los mutualistas es entre un 30 y un 40 por ciento más barato que el gasto medio sanitario por persona en la sanidad pública, según diferentes estudios.

No obstante, para Pere Ibern, catedrático de Economía de la Salud de la Universidad Pompeu Fabra y director de estrategia de DKV, resulta difícil comparar datos que permitan medir la eficiencia del sistema: “Sabemos que hay costes inferiores, pero también que es necesario evaluarlo en todas sus dimensiones, y esto no está disponible todavía hoy”.

Para el economista, la cuestión no es si es importante o no mantener el modelo: “La ley general de Sanidad considera que debía homologarse la realidad de las mutualidades al conjunto del SNS. Han pasado los años y se necesita una adaptación a la regulación existente y al paso del tiempo”. Según sus palabras, las reformas necesarias no serían estructurales, sino regulatorias, algo previsto.

Graves consecuencias

La mayor parte de los especialistas hacen hincapié en las graves consecuencias que tendría el cierre a la entrada de nuevos mutualistas, tanto para la sanidad privada como para el sistema público. Para el portavoz del IDIS, asestaría un duro golpe a medio plazo, ya que se convertiría en una prestación residual con población cada vez más envejecida, lo cual encarecería las primas, advierte también Riesgo.

“Parte del sector privado no podría salir adelante sin Muface”, sostiene el patrono del IDIS, y las compañías acabarían por abandonar un modelo que puede ser condenado a muerte. Riesgo recalca que mantiene la prestación privada en 30 provincias, donde la sanidad privada desaparecería, y con ella, una fuente de empleo y la opción de concertar servicios.

Por su parte, José Ignacio Catalán, ex vocal de Medicina Privada por cuenta propia de la OMC y profundo conocedor del tema, cuestiona que el SNS pueda asumir la carga de asistencia adicional con la aportación de los nuevos funcionarios, teniendo en cuenta el déficit y la deuda acumulada. Opinión compartida con el secretario general de CESM, Patricio Martínez, que va aún más allá: si se pone punto final al modelo, la sanidad pública no podría soportar la entrada masiva del mundo funcionarial.

Al margen de las razones económicas, existen otras motivaciones. Para Catalán, la base de la situación actual es que las autonomías no acaban de entender el sistema de mutualidades. “Si nadie defiende la persistencia del modelo, está abocado a su extinción, aunque resulte más barato y eficaz” sugiere el ex vocal. Junto a estas razones, Catalán cree que la necesidad de aumentar los ingresos en el sistema público se ha convertido en prioritario, sin tener en cuenta el daño de querer asumir más competencias de las que puede. Ignoran, en sus palabras, las consecuencias de no tener al lado a la privada, así como el paro que puede originarse o el deterioro de la calidad asistencial que tantos años ha costado alcanzar.