CONGRESO SES/ Los síntomas del trastorno de conducta en sueño REM se confunden con los de otras patologías

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c. ossorio Barcelona | viernes, 09 de marzo de 2012 h |

En los niños y los adolescentes las alteraciones respiratorias durante el sueño favorecen la aparición de complicaciones en el sistema cardiovascular y metabólico. “Los niños que duermen menos de ocho horas al día tienen más riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad”, declara Milagros Merino, neurofisióloga clínica y miembro de la SES. A su vez, la obesidad es uno de los factores que propician la aparición del síndrome de apneas-hipopneas durante el sueño (SAHS) y que está cambiando el fenotipo de este trastorno, tradicionalmente asociado a niños con bajo desarrollo pondoestatural y retraso en el crecimiento. Puesto que la falta de diagnóstico supone graves consecuencias en la esfera neurocognitiva y cardiovascular, durante el congreso se presentó el primer Consenso Nacional sobre este síndrome, avalado por cinco sociedades científicas y elaborado por neumólogos, neurólogos, neurofisiólogos clínicos, pediatras y otorrinolaringólogos.

El trastorno de conducta en sueño REM (TCSR) no es sólo una alteración marcada por una actividad motora prominente durante esa fase, sino también la primera manifestación de la enfermedad neurodegenerativa, como se remarcó durante la 21ª Reunión Anual de la Sociedad Española de Sueño (SES), en el que se presentaron nuevas evidencias.

Según acaba de concluir un estudio realizado en el Hospital Clínic de Barcelona, a los diez años de seguimiento un 81 por ciento de los pacientes con TCSR desarrollan enfermedad de Parkinson o demencia con cuerpos de Lewy.

Como explica Álex Iranzo, neurólogo del Clínic y miembro de la SES, éstos son los resultados a mayor plazo de una muestra de 44 pacientes diagnosticados en la Unidad de Sueño del centro. En el año 2006 publicaron en la revista Lancet Neurology que el 45 por ciento de estos pacientes habían desarrollado una de las dos citadas enfermedades neurodegenerativas en cinco años.

Iranzo detalla que durante la fase REM, los núcleos del tronco cerebral inhiben a la médula espinal provocando una paralización del cuerpo mientras se sueña. Pero en el TCSR esto no ocurre y la persona “escenifica” las pesadillas, por lo que grita, da puñetazos y patadas e incluso se cae de la cama. Sin embargo, no todas las personas que presentan estos síntomas padecen este trastorno, pues también aparecen en epilepsia, apneas, sonambulismo y depresión.

La polisomnografía permite realizar el diagnóstico diferencial para comprobar que, durante la fase REM, el paciente experimente un incremento de la actividad motora. “Cuando hay una depresión, epilepsia o apneas, en la fase REM la persona permanece quieta, con una actividad muscular mínima”, aclara Iranzo.

Un trastorno masculino

En cuanto a su prevalencia, el experto puntualizó que es baja, de alrededor del 0,5 por ciento y siempre entre personas mayores de 60 años. Un dato curioso es que afecta predominantemente a los hombres, en un 80 por ciento de los casos, pero no han hallado una causa basada en factores hormonales. “Esta diferencia puede deberse a que en las mujeres la expresión clínica del trastorno sea más leve, y por tanto menos manifiesta”, sugiere Iranzo.

Con un buen diagnóstico, se abre una puerta en la medicina preventiva, pues estos pacientes con mayor riesgo de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa a corto plazo serían candidatos a medicinas neuroprotectoras que lo eviten.

A raíz de los resultados del Clínic, que apuntan en la misma dirección que otros obtenidos por un grupo de Montreal (Canadá) y otro de Mineápolis (Minnesota, EEUU), están realizando la fase preliminar de ensayo con moléculas que inhiban la agregación de la alfa-sinucleína, y moléculas que restauren la función de la mitocondria.

Además del párkinson y la demencia con cuerpos de Lewy, el trastorno de conducta en sueño REM también se ha asociado, aunque con mucha diferencia en el número de casos, a la atrofia multisistémica.

Pero el TCSR no ha sido el único posible marcador de neurodegeneración abordado durante el congreso. En la actualidad comienza a haber datos que apuntan a la apnea del sueño como un factor que empeora estas enfermedades, “muy especialmente las demencias y, en concreto, el alzhéimer, debido en gran parte a los repetidos ciclos de hipoxemia (desoxigenación)-oxigenación (hiperventilación) que ocasionan”, comenta Joaquín Durán, de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Txagorritxu (Vitoria) y miembro de la SES.

Además, se ha comprobado que la apnea del sueño influye directamente sobre la liberación de radicales libres y provoca el acortamiento de los telómeros, por lo que “es posible pensar que este trastorno pueda ser un acelerador del proceso de envejecimiento celular”, añade.

En lo referente al diagnóstico de esta patología, los expertos celebran que en los últimos años se ha avanzado en la identificación de su huella genética. “La apnea es poligénica, y por ello seguimos trabajando para conocer los genes específicos que codifican proteínas sensibles que generen la enfermedad”, declara Durán. La posibilidad de heredarla es potente, ya que su desarrollo por parte de un familiar en primer grado multiplica por dos el riesgo de padecerla.