Desde hace años, se sabe que la inactividad física o una dieta poco saludable son importantes factores de riesgo modificables en las enfermedades crónicas. Algunos estudios llegan a apuntar que estas acciones podrían mejorar con intervenciones comunitarias basadas en la naturaleza. Así, un ensayo realizado por la Universidad de Boulder en Colorado (EE.UU.) concluye que la jardinería comunitaria (lugares donde las personas cultivan colectivamente) podría reducir estos riesgos de salud comunes en una población adulta diversa.

Financiado por la Sociedad Americana contra el Cáncer, se trata del primer ensayo aleatorizado y controlado de jardinería comunitaria, en el que se reclutaron a personas que estaban en listas de espera para jardines comunitarios de Denver y Aurora (EE.UU.) con el objetivo de ver los beneficios que aportaba esta actividad para la salud.

En concreto, el análisis publicado en Lancet Planetary Health observó el efecto de la jardinería comunitaria en la dieta, la actividad física y los resultados psicosociales en adultos de diferente edad, etnia y nivel socioeconómico y encontró que aquellos que comenzaron a cultivar un huerto comieron más fibra y realizaron más actividad física, dos formas conocidas de reducir el riesgo de cáncer y enfermedades crónicas. Asimismo, se observó que sus niveles de estrés y ansiedad disminuyeron significativamente.

“Estos hallazgos proporcionan evidencia concreta de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un papel importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos de salud mental”, ha apuntado la autora principal del estudio, Jill Litt, profesora del Departamento de Estudios Ambientales  de la Universidad de Boulder, Colorado.

El ensayo deja claro que las intervenciones de jardines comunitarios pueden considerarse parte de las estrategias comunitarias, incluida la prescripción social basada en la naturaleza, para reducir los factores de riesgo de cáncer y enfermedades crónicas y, de manera más amplia, abordar la salud y el bienestar.

Llenando el vacío de investigación

Jill Litt, que también es investigadora en el Instituto de Salud Global de Barcelona, ha pasado gran parte de su carrera tratando de identificar formas asequibles, escalables y sostenibles para reducir el riesgo de enfermedades, especialmente entre la población con bajos ingresos.

La jardinería le pareció un lugar ideal para comenzar ya que según ha señalado “no importa a dónde vayas, la gente dice que la jardinería tiene algo que los hace sentir mejor”.

Sin embargo, la ciencia sólida sobre sus beneficios es difícil de encontrar. 

“Sin evidencia, es difícil obtener apoyo para nuevos programas”

Diferentes estudios observacionales habían constatado que las personas que cultivan un huerto tienden a comer más frutas y verduras y tienen un peso más saludable. Pero no había quedado claro si la jardinería influye en la salud y más concretamente la jardinería comunitaria ya que ningún estudio se había centrado en ese ámbito.

Para llenar el vacío, Litt reclutó a 291 adultos que no se dedicaban a la jardinería, con una edad promedio de 41 años, del área de Denver. Más de un tercio eran hispanos y más de la mitad provenían de hogares de bajos ingresos.

Después de la última helada primaveral, la mitad se asignó al grupo de jardinería comunitaria y la otra mitad a un grupo de control al que se le pidió que esperara un año para comenzar a trabajar en el jardín.

El grupo de jardinería recibió una parcela de jardín comunitaria gratuita, algunas semillas y plantas, y un curso de introducción a la jardinería a través del programa sin ánimo de lucro Denver Urban Gardens.

Ambos grupos realizaron encuestas periódicas sobre su ingesta nutricional y salud mental. Además, se sometieron a mediciones corporales y usaron aparatos para monitorear su actividad.

Aumento de consumo de fibra

En otoño, los del grupo de jardinería comían, en promedio, 1,4 gramos más de fibra por día que el grupo de control, un aumento de alrededor del 7 por ciento.

Los investigadores señalaron que la fibra ejerce un efecto profundo en las respuestas inflamatorias e inmunitarias, lo que influye en todo, desde cómo metabolizamos los alimentos hasta cuánto de saludable es nuestro microbioma intestinal y cómo de susceptibles somos a la diabetes o a ciertos tipos de cáncer.

Mientras que los médicos recomiendan alrededor de 25 a 38 gramos de fibra por día, el adulto promedio consume menos de 16 gramos.

“Un aumento de un gramo de fibra puede tener grandes efectos positivos en la salud”, ha subrayado, James Hebert, director del programa de control y prevención del cáncer de la Universidad de Carolina del Sur.

El grupo de jardinería también aumentó sus niveles de actividad física en unos 42 minutos por semana. Las agencias de salud pública recomiendan al menos 150 minutos de actividad física a la semana, una recomendación que solo cumple una cuarta parte de la población estadounidense. Con solo dos o tres visitas semanales al jardín comunitario, los participantes cumplieron con el 28 por ciento de ese requisito.

Por otro lado, los participantes del estudio también vieron disminuir sus niveles de estrés y ansiedad, y aquellos que ingresaron al estudio más estresados ​​y ansiosos vieron una gran reducción en sus problemas de salud mental.

El estudio también confirmó que incluso los jardineros más novatos pueden obtener beneficios medibles para la salud con esta actividad en su primera temporada. A medida que tengan más experiencia y disfruten de mayores rendimientos, Litt sospecha que tales beneficios aumentarán.

Las relaciones florecen

La conexión social también crece. Y es que según ha explicado Litt si se acude al jardín buscando cultivar tu propia comida en un lugar tranquilo, las relaciones acaban floreciendo ya que compartes técnicas con tu vecino de parcela, así como recetas y conversaciones.

 “No se trata sólo de las frutas y verduras. También se trata de estar en un espacio natural al aire libre junto con otros”

Para concluir, Litt ha destacado que espera que los hallazgos del estudio alienten a los profesionales de la salud y a los políticos a buscar jardines comunitarios y otros espacios que animen a las personas a reunirse en la naturaleza, como una parte vital del sistema de salud pública. Y es que la evidencia es clara.