La degeneración macular asociada a la edad neovascular (DMAEn) y el edema macular diabético (EMD) son dos de las principales causas de pérdida de visión en el mundo. Ambas patologías afectan a millones de personas en todo el planeta y suponen una carga significativa para los sistemas sanitarios de todos los países.

En este sentido, el doctor Ernesto Pereira Delgado, oftalmólogo especialista en retina del Hospital Virgen de Valme de Sevilla, destaca que una de las principales causas de la alta demanda de consultas oftalmológicas en el Sistema Nacional de Salud (SNS) es el envejecimiento de las personas.

“La población mayor necesita calidad de vida y el sentido de la visión es uno de los más importantes en esta etapa de la vida. Además, esto lleva a un aumento en la incidencia de enfermedades crónicas como la diabetes, que puede llevar también al desarrollo de complicaciones oculares”, aclara el especialista, que también asegura que existe mayor conciencia social sobre la importancia de la salud ocular y los programas de detección temprana.

La DMAEn se alza como una de las causas más importantes de pérdida de visión en adultos mayores de 50 años a nivel mundial, posicionándose como la principal causa de discapacidad visual en países desarrollados y convirtiéndose en responsable del 50 por ciento de los casos de ceguera. En España, se estima que la sufren alrededor de 205.000 personas.

Por otro lado, el EMD se presenta como una complicación ocular frecuente en personas con diabetes, pudiendo ocasionar una pérdida significativa de la visión si no se atiende de forma adecuada. Esta enfermedad surge cuando los altos niveles de azúcar en sangre deterioran los vasos sanguíneos del ojo, provocando la fuga de fluido hacia la mácula, la zona central del ojo responsable de la visión nítida y detallada. La acumulación de este fluido puede ocasionar complicaciones como visión borrosa, distorsiones y, en los casos severos, ceguera.

Necesidades no cubiertas

A pesar de los avances en el tratamiento de estas enfermedades, todavía existen importantes necesidades no cubiertas. Una de ellas es la frecuencia en el tratamiento. “Los tratamientos actuales para la DMAEn y el EMD se basan en inyecciones intravítreas de medicamentos anti-VEGF (factor de crecimiento endotelial vascular). Esta proteína es la diana terapéutica central de ambas enfermedades”, apunta Pereira. “Estos fármacos son muy potentes, pero tienen una serie de peculiaridades tanto en su frecuencia como en su régimen de administración”, añade.

Las inyecciones intraoculares frecuentes se han convertido en un pilar fundamental en el tratamiento de diversas enfermedades oculares. Si bien estas terapias han demostrado ser altamente efectivas para frenar la progresión de estas patologías y preservar la visión, su administración conlleva una serie de desafíos que impactan tanto a los pacientes como a los sistemas de salud.

Actualmente, estos pacientes deben recibir inyecciones intravítreas de forma regular de forma mensual o bimestral. Esto puede ser una carga significativa, tanto en términos de tiempo como de comodidad. De este modo, otros de los problemas que surgen son la dependencia de acompañantes para poder acudir a las citas y recibir el tratamiento, así como el temor a las agujas de algunas personas, pudiendo tener un impacto psicológico negativo en el paciente.

“Otro desafío es la accesibilidad, ya que no todos los pacientes tienen fácil acceso a centros especializados en oftalmología y pueden encontrar difícil acceder a tratamientos regulares. Además, el coste de los tratamientos anti-VEGF puede ser elevado y no todos los sistemas de salud o seguros cubren completamente estos costes”, señala el experto en oftalmología.

Intervalos entre tratamientos

Una de las claves para paliar estos retos es la extensión entre intervalos de los tratamientos. Por un lado, mejora la calidad de vida, ya que “al reducir la frecuencia de las inyecciones disminuye el estrés y la ansiedad de los pacientes asociados con las visitas médicas y las inyecciones”, tal y como indica Pereira, quien añade que también “mejora la adherencia al tratamiento al requerir menos administraciones porque disminuye la carga de visitas frecuentes al centro especializado”. “De hecho, actualmente se considera que el número ideal de inyecciones intravítreas en el primer año es de en torno a siete”, apunta.

Por otro lado, al extender los tiempos entre tratamientos, los sistemas de salud liberan recursos, “permitiendo que los profesionales médicos atiendan a más pacientes y reduzcan las listas de espera”, según explica el experto. A su vez, también experimentarían una reducción de los costes. “Aunque los tratamientos de mayor duración pueden ser más costosos inicialmente, a largo plazo pueden reducir los costes totales de la atención médica al disminuir la frecuencia y las complicaciones asociadas”, expone.

Retos para la extensión

No obstante, existen varios retos que deben superarse para que la extensión de los intervalos entre tratamientos se convierta en una realidad para los pacientes con DMAE y EMD.

Es necesario el desarrollo de nuevos tratamientos que sean más eficaces y duraderos, para que se puedan espaciar más las inyecciones. Asimismo, es importante identificar a los pacientes que son candidatos adecuados para la extensión de los intervalos entre tratamientos. Esto se puede hacer mediante una cuidadosa evaluación clínica y pruebas de imagen. “En la actualidad están llegando nuevos fármacos anti-VEGF, que permitirán reducir el número de inyecciones de manera muy significativa”, señala el oftalmólogo. Con el beneficio para los pacientes y para el sistema de salud que todo ello conlleva.

Así, la monitorización de los pacientes que reciben tratamiento con intervalos entre tratamientos prolongados debe realizarse cuidadosamente para detectar cualquier signo de progresión de la enfermedad. A eso hay que sumar el elevado número de personas en lista de espera que, como subraya Pereira, “pueden tener graves consecuencias para los pacientes”. “Necesitamos campañas de educación sanitaria sobre estas patologías, que son la principal causa de ceguera en nuestro país, para un diagnóstico y tratamiento precoz. La demora en el tratamiento también puede llevar a un aumento en la complejidad y el coste del tratamiento, ya que las intervenciones necesarias pueden volverse más complicadas a medida que la enfermedad progresa”, asegura el oftalmólogo.

*En colaboración con Bayer.


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