Por Antonio Alarcó Hernández, Catedrático. Doctor en Ciencias de la Información y Sociología Senador. Portavoz de Sanidad

Antonio Alarco

“De lo que se mira solo se ve lo que se sabe” A.A.H. Es una máxima aceptada por todo el mundo que la valía de las personas se expresa más en las ocasiones excepcionales que en las cosas rutinarias. Todo esto viene porque estamos de forma universal, global y sin distinción de raza, sexo ni condición económica en un momento excepcional muy particular como es la pandemia del Coronavirus-19.

Como científico biomédico con mas de cuarenta años de experiencia, tridoctor y participante activo en la vida pública, nos sentimos muy preocupados y a la vez decepcionados por la utilización simplona y rastrera de argumentos científicos para justificar o buscar cosas ajenas a la ciencia. Me refiero a la proliferación de miles de noticias sobre esta pandemia del coronavirus y sus soluciones, que han  convertido en una infodemia.

Recientemente, en una revista española científica de investigación quirúrgica, su director, mi amigo y compañero el profesor Carlos Vaquero, describía en la editorial de dicha revista sobre el tema que estamos hablando, de forma acertada y oportuna para nuestro entender.

En los momentos excepcionales, es cuando se pone de manifiesto lo mejor y lo peor del comportamiento de la especie humana. Comentábamos que estábamos viviendo una situación excepcional que ha propiciado que un sinfín de pseudocientíficos o pseudoexpertos, más que colaborar, hayan conseguido complicar el panorama informativo ávidos de protagonismo y ansiosos de dar su opinión con el fin de buscar relevancia social a base de ocurrencias y opiniones que nada aportan, consiguiendo fomentar el fenómeno que hemos descrito de infodemia. En definitiva, desinformar.

Nos hemos dado cuenta de que estos charlatanes científicos están tan ávidos de protagonismo que se ha convertido en patológico en muchos casos, entrando en una carrera por participar e intentando ser el punto de atención, en algunos también con afanes espurios. No se han escatimado esfuerzos y recursos, están utilizando las redes, los medios de comunicación generalistas, ofertando opiniones y buscando complicidad para sus fines.

Estamos viviendo una situación excepcional que ha propiciado que un sinfín de pseudocientíficos o pseudoexpertos, más que colaborar, hayan conseguido complicar el panorama informativo ávidos de protagonismo

Como licenciado y doctor en ciencias de la información, cuya tesis doctoral versó sobre el periodismo científico en España, así como catedrático de cirugía y miembro de la Sociedad Española de Periodismo Científico, nos sentimos avergonzados de ciertas actitudes con nombre propio y algunos medios de comunicación que le siguen los pasos. Esto no aporta sino incertidumbre y desinformación, que en estos casos en muy grave.

Somos de los que pensamos que no existe una buena sanidad sin los medios de comunicación y que los científicos tenemos la obligación de expresarnos con vocabularios que sean entendidos por la mayoría de  los ciudadanos, que son los receptores fundamentales. En este sentido, no se entiende que no exista esa complicidad tan necesaria con la ciencia.

Es imprescindible realizar la divulgación científica de forma rutinaria en los medios de comunicación habitual como una parte fundamental de la comunicación. Por eso no es suficiente argumento investigar y ya está, sino comunicar a la sociedad qué se está investigando, cómo se está investigando y porqué se está investigando; no como una moda, sino una necesidad objetiva del sistema.

Los medios de comunicación, que clásicamente se estudiaba que sus misiones eran informar, formar, divulgar y entretener, tienen un peso específico superior al que no deben ni pueden renunciar y que en estos momentos es imprescindible para el normal desarrollo de una sociedad. Ya en el trabajo de tesis doctoral sobre sociología que realizamos y presentamos en 2018, una de las conclusiones relevantes fue la existencia del Dr. Google: alguien que nadie conoce pero que el 43% de los españoles consulta y que el 83% es falso o pseudocientífico. Comentamos en ese trabajo lo imprescindible de que la evidencia científica esté en Google para contrarrestar la gravísima desinformación que se está produciendo con la divulgación de la pseudociencia, llegando a aumentar la morbimortalidad en ciertas patologías.

“Es imprescindible realizar la divulgación científica de forma rutinaria en los medios de comunicación habitual como una parte fundamental de la comunicación

A esto se une la desgracia que estamos padeciendo esta generación a nivel mundial con líderes políticos legítimos, pero que están divulgando y tomando medidas aberrantes y gravísimas queriendo influenciar, incluida la ciencia. Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México, etc.

En España, la pandemia que con la bomba biológica del 8-M lanzó la carga vírica más importante que se conoce en la historia reciente del mundo sobre cientos de miles de personas y todo esto en muy poco tiempo, ha sido una agresión directa de Pedro Sánchez y el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, a toda la ciudadanía por la actualización del mismo (8-M).

Se ha intentado utilizar y agredido a la ciencia y a los científicos hablando en su nombre, cuando no ha existido ningún informe de los mismos para hacer lo que se ha hecho, diciendo que las medidas que se tomaban eran por criterios de un comité científico y ahora nos hemos dado cuenta, porque ellos mismos lo han dicho, que no ha existido ninguno. Es algo alucinante que ha causado y está causando verdaderos perjuicios a la salud pública, a los ciudadanos, al sistema sanitario, a la ciencia, etc.

La suma de todo lo que hemos descrito es una bomba de relojería que nunca habíamos vivido y que no puede salir gratuito a quien está colaborando y engendrando dicho estropicio. Somos de los que pensamos que hay que modificar la legislación vigente para que no sea gratuito el mentir en la ciencia y en la política.