Un estudio revela, por primera vez, que los recién nacidos que sufren asfixia moderada o grave durante el parto tienen mayor riesgo de desarrollar depresión a lo largo de la primera infancia. Neonatólogos y psicólogos clínicos del Hospital Clínico San Carlos y la Universidad de Educación a Distancia (UNED) han liderado esta investigación, publicada en la revista científica ‘PLoS One’.

El texto se centra en el estudio de la presencia de desórdenes emocionales en niños que sufrieron asfixia moderada o grave durante el parto y fueron tratados con hipotermia. Según los test estandarizados utilizados en el estudio y la exploración directa efectuada por los psicólogos clínicos, esta situación pone en alerta sobre el riesgo de incremento de alteraciones de tipo depresivo en niños de tres a seis años.

En el estudio participaron 29 niños, 14 de los cuales sufrieron asfixia moderada o severa durante el parto, nacidos tras 35 semanas de gestación y atendidos en la unidad de Cuidados Intensivos Neonatal de este hospital público madrileño, y 15 niños sanos que formaron parte del grupo control.

Depresión infantil, síntomas sutiles

Los desórdenes emocionales encontrados en estos niños pueden pasar inadvertidos. “Se pueden confundir con comportamientos propios de su edad. El niño que sufre una depresión puede mostrar mayor agresividad o algún otro rasgo de la personalidad que habitualmente se entiende como cosas de niños sin estar diagnosticado como cuadro psiquiátrico, porque muestran una sintomatología sutil. Este tipo de alteraciones no había sido descrito hasta ahora en niños que sufrieron una asfixia al nacer”, explica el jefe del Servicio de Neonatología del Hospital Clínico San Carlos, José Martínez Orgado.

“El niño que sufre una depresión puede mostrar mayor agresividad o algún otro rasgo de la personalidad que habitualmente se entiende como cosas de niños sin estar diagnosticado como cuadro psiquiátrico, porque muestran una sintomatología sutil”

José Martínez Orgado, jefe del Servicio de Neonatología del Hospital Clínico San Carlos.

Por ello, una intervención temprana resulta muy conveniente cuando se observan estos síntomas, ya que “cuanto antes se detecten menor riesgo existirá de secuelas en el desarrollo y la evolución del niño al pasar a edad juvenil y adulta. También se ha observado que la evolución de los niños con estos problemas, a los seis y siete años de edad, es peor en cuanto a rendimiento escolar y en la recuperación funcional y cognitiva que los niños sin estos desórdenes”, añade la psicóloga clínica del Servicio de Neonatología del Hospital Clínico San Carlos, Isabel Cuéllar Flores.

Este hallazgo “tiene gran relevancia porque en adultos los desórdenes emocionales son una frecuente complicación de infarto cerebral, que afecta a entre un 30 y un 40 por ciento de estos pacientes. Esos desórdenes surgen a los cinco años siguientes al accidente o lesión cerebrovascular y consiste en la aparición de depresión y ansiedad fundamentalmente, lo que se asocia a un mayor riesgo de mortalidad, peor calidad de vida y peor recuperación física y cognitiva del paciente y es importante saber si esto pudiera darse también en estos niños”, continúa Martínez Orgado.

La figura del psicólogo clínico en Neonatología

La incorporación de la figura del psicólogo clínico en el Servicio de Neonatología del Hospital Clínico San Carlos ha posibilitado que un equipo multidisciplinar compuesto por neonatólogos y psicólogos clínicos lleve a cabo estos estudios, de forma rutinaria a todos los recién nacidos que forman parte de alguno de los grupos de riesgo desde hace varios años. Sin embargo no ha sido hasta ahora cuando se ha empezado a demostrar la relación entre la asfixia sufrida durante el parto y los desórdenes emocionales que presentan estos niños en su primera infancia.

Ante la aparición de estos síntomas, la psicóloga clínica realiza una intervención precoz y preventiva con los pacientes y sus familias como primer nivel de atención en salud mental, que suele ser eficaz. No obstante, si los problemas emocionales o de comportamiento en los pacientes se agravan, esta primera intervención se intensifica y se coordina con otros especialistas como los especialistas en psiquiatría infantil.


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