Más de dos años después del inicio de la pandemia de COVID-19, la COVID persistente tiene aún más preguntas que respuestas, con independencia de la variante que protagonice cada ola epidémica.

Las estimaciones de la efectividad de la vacuna contra el long COVID han variado del 15 al 50 por ciento, debido a las diferencias en la metodología de la investigación, según subraya Katrine Wallance, epidemióloga de la Universidad de Illinois en Chicago y tal y como recoge el medio estadounidense Bloomberg.

La COVID persistente sigue afectando a un buen número de personas, pero los especialistas remarcan que faltan evidencias científicas aún para valorar su impacto a medio o largo plazo, como ya adelantó GM. Entre las evidencias más recientes, Wallance cita un estudio retrospectivo publicado en las últimas semanas a partir de los registros médicos de más de dos millones de pacientes en Estados Unidos, que apunta a que uno de cada cinco supervivientes de COVID entre los 18 y los 64 años experimentó un síntoma o condición que puede atribuirse a la infección por coronavirus. En mayores de 65 años, la tasa se incrementa, pasando a uno de cada cuatro.

La epidemióloga matiza, en cualquier caso, que ninguno de estos estudios presenta resultados independientes en personas con una vacuna de refuerzo.

La estadística británica

Otra referencia actual se recoge en último boletín de la Encuesta de infección por COVID de la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido, que analizó el riesgo de síntomas prolongados tras una infección inicial con las variantes delta, ómicron BA.1 y ómicron BA.2. Según su análisis de estos datos, entre las personas que no habían sido infectadas previamente, las probabilidades de experimentar un síntoma de COVID entre cuatro y ocho semanas después de una infección por BA.1 era aproximadamente un 50 por ciento menos común que con la variante delta en adultos que estaban completamente vacunados.

Los estudios sugieren que la prevalencia de síntomas de COVID persistente con ómicron parece menor que en otras cepas

En la misma línea, Wallance también cita como referencia un estudio pendiente de revisión por pares publicado a partir de una reducida encuesta realizada en un centro japonés, el Centro Nacional de Salud y Medicina Global, a partir de entrevistas telefónicas a los pacientes que se recuperaron de la infección por la variante ómicron y encuestas a través de un cuestionario a los pacientes infectados anteriormente con otras cepas. Los pacientes que completaron la encuesta telefónica ingresaron entre el 1 de diciembre de 2021 y el 9 de febrero de 2022.

El resultado de este trabajo revela que el número de pacientes con al menos un síntoma post agudo fue de uno y 10, respectivamente, en el grupo ómicron y el de control. Como conclusión principal, los autores sugieren que, aunque la prevalencia de síntomas de COVID persistente parece menor que la de otras cepas, se necesita más investigación con un mayor número de participantes para valorar la epidemiología del long COVID en ómicron, así como para medir su impacto en la calidad de vida de las personas afectadas.

La perspectiva de la SEMG

Para Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) sobre COVID-19, la evidencia científica disponible en la actualidad sobre el impacto de la COVID persistente en variantes como la ómicron “es todavía muy justa y la casuística de los estudios resulta bastante escasa”.

“Sí es cierto que la infección por ómicron es bastante heterogénea. Es muy diferente cómo se manifiesta en las personas. Hay un papel también idiosincrático y a ciertas personas les afecta mucho y a otras les pasa muy asintomático”, advierte.

También hay otra cuestión que observan los especialistas, y es que aquellas personas que han tenido un COVID muy sintomático tendrían una mayor probabilidad de tener COVID persistente, pero no siempre es así, matiza, puesto que están observando casos en los que, meses después de una infección asintomática, aparecen secuelas y sintomatología persistente.

Estudiar y profundizar mucho más y con perspectiva

“La evidencia es relativamente baja, hay que estudiar y profundizar mucho más”. Aunque, según la experiencia de los médicos en atención primaria, sí parece existir una correlación entre variantes menos agresivas o con mayor cantidad de población vacunada con una menor probabilidad de long COVID, apunta.

En este sentido, añade que el porcentaje amplio de vacunación en nuestro país no ha impedido que se infecten o reinfecten un buen número de personas por ómicron, pero que las probabilidades de COVID persistente en personas vacunadas parecen menores.

No obstante, Armenteros hace referencia a las valoraciones de Sonia Villapol, investigadora principal y profesora en el Center for Neuroregeneration en el Methodist Hospital Research Institute de Houston, que sitúa en un 20 por ciento los pacientes infectados por ómicron que podrían presentar COVID persistente.

“Son impresiones con oscilaciones muy grandes que nos confirman que hacen falta nuevos estudios, más aún teniendo en cuenta que es la variante actual y falta perspectiva para analizar el impacto”, subraya.

En cualquier caso, no hay que perder de vista que, aunque la incidencia de long COVID fuera menor en estas variantes, el número de pacientes infectado aumenta de manera exponencial, lo que augura una cifra ingente de pacientes con problemas a medio plazo. 

La SEMG es una de las sociedades científicas más implicadas en el estudio y abordaje de la COVID persistente en nuestro país. En este momento, tal y como explica su portavoz, la sociedad se vuelca en invertir todos los recursos que han recibido en proyectos a largo y medio plazo de investigación en este campo.

Además, Armenteros destaca que los especialistas están realizando un gran esfuerzo en buscar soluciones terapéuticas, que es quizá la parte que permitirá la dimensión total a partir de codificaciones y de registros con validez científica, que es muy importante.

“Hasta ahora hablamos de encuestas, que reflejan una percepción personal, es necesario buscar evidencias a través de registros efectivos”, recalca.

El papel de los antivirales

Desde SEMG también tratan de avanzar en posibles terapias. “Estamos en proceso de búsqueda para ver si se pueden emplear todos estos antivirales orales en pacientes de long COVID”. “Es un campo que se abre” -prosigue- “Sería muy importante buscar los reservorios en aquella teoría etiopatogénica que nos habla de partículas virales o del virus acantonado y ver el papel de la utilización del antiviral de manera diferente a la de la indicación y ver su efecto en estos procesos crónicos”, asegura. “Tenemos la esperanza de que puede ser muy importante”, apunta Armenteros.

Por otra parte, los especialistas están valorando la aportación de las terapias neurocognitivas frente a la niebla mental, así como de la rehabilitación respiratoria. “En ambos casos hay dificultades en muchos puntos para que los pacientes reciban este tipo de tratamientos. Abogamos por la especialización en este tipo de terapias para pacientes long COVID, más allá de que las conozcan y apliquen personas puntuales en los servicios hospitalarios”, insiste.

En este sentido, considera básico tratar al paciente de manera multidisciplinar más allá del síntoma específico así como de avanzar en la investigación, pero también en el plano asistencial, tal y como concluye.


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