Reproducción Asistida/ Un ‘array’ de 200 genes indica si el endometrio es receptivo

br

| viernes, 13 de abril de 2012 h |

En enero de 2013 la revista Fertility and Sterility recogerá en un número monográfico más de 25 trabajos revisados que han sido presentados recientemente en el primer Congreso de Biomarcadores en Medicina Reproductiva celebrado en Valencia, organizado por Carlos Simón, director científico del Centro de Investigación Príncipe Felipe y de la Fundación del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI). Un encuentro al que asistieron más de 300 especialistas, entre ellos 200 delegados de 24 países, y que será el punto de partida de un foro bienal que pasará a denominarse The Valencian Biomarker Meeting.

El especialista en reproducción asistida explica a GACETA MÉDICA las líneas que transformarán el futuro de estas técnicas.

Pregunta. ¿Qué áreas deben desarrollarse para mejorar el rendimiento terapéutico de las técnicas de reproducción asistida?

Respuesta. Las áreas fundamentales que necesitan de mejora son aquellas que no se controlan en la actualidad. Controlamos la estimulación ovárica, un poco el desarrollo embrionario, pero no conocemos lo que es un embrión viable o no viable, ni tampoco lo que ocurre cuando se coloca en el útero de la madre. Hay muchas áreas negras todavía, que es precisamente lo que tratamos de conocer con los biomarcadores, un concepto que lleva muchísimo tiempo en otras áreas de la medicina y que consiste en utilizar los marcadores moleculares que permiten seleccionar y mejorar el proceso: Desde el mejor ovocito, al mejor embrión, al mejor endometrio materno. En cada parte hay áreas de mejora, porque las tasas de gestación hoy en día son manifiestamente mejorables.

P. ¿Qué pueden aportar las denominadas ciencias“ómicas” a la reproducción asistida?

R. Nos sitúan en la medicina molecular del siglo XXI. Supondría un aumento estimado del 35 por ciento en las tasas de embarazo, un avance importante, porque hoy por hoy, cuando una pareja cuando atiende por reproducción asistida en el mejor de los centros tiene unas posibilidades de embarazo del 50 por ciento, y de niño en casa del 35 por ciento. Utilizar marcadores que indiquen cuál es el embrión a transferir podría aumentar las posibilidades de éxito un 10 por ciento; los marcadores que revelan si el endometrio está preparado supondrían un 15, y así sumando llegaríamos a lograr que sea factible alcanzar el 80 por ciento de posibilidades de éxito del tratamiento. Si somos capaces de analizar los embriones y seleccionar los cromosómicamente normales, para lo cual hay un sistema denominado time last que permite ver cómo crecen, las posibilidades aumentan. Son marcadores moleculares que existen y están a nuestra disposición y se basan en las ciencias ómicas, el estudio detallado de la proteómica, la genómica o la trascriptómica.

P. ¿Hasta qué punto está extendido el uso de biomarcadores en la práctica clínica?

R. Es algo muy incipiente, pero depende de las clínicas. En el IVI algunas de ellas están muy extendidas. Empleamos un sistema de estudio del endometrio revolucionario que se llama Endometrial Receptivity Array (ERA), que nos permite realizar un array de más de doscientos genes que nos dice si es receptivo o no, y que se utiliza habitualmente. El diagnóstico preimplantatorio también. El estudio cromosómico y genético de los embriones se hace de forma rutinaria. Asimismo se emplea el Embrioscope, que estudia la imagen del embrión a medida que se va desarrollando. Las clínicas que entiendan que la diferencia va a estar en la visión de estos perfiles moleculares son las que van a obtener mejores resultados.

P. ¿Qué parámetros se analizan para optimizar los procesos de estimulación ovárica?

R. Los procesos de estimulación ovárica es de lo más conocido. Tenemos una hormona, que es la AMH (antimullerian hormone). La FSH, la LH y el estradiol están superados. La AMH nos da una idea de cuál es la reserva ovárica de la mujer, nos dice cuál es la situación basal.

P. ¿Qué tipo de técnicas o tecnologías permiten evaluar la calidad de los embriones? ¿Han variado?

R. Hay dos técnicas de uso clínico. Una de ellas es el estudio cromosómico de los embriones haciendo un cariotipo. Se empezó estudiando solamente seis o siete cromosomas mediante FISH, en el día tres de desarrollo. En la actualidad, podemos llegar hasta blastocisto, que es el día cinco y podemos biopsiar el trofoectodermo, la parte externa del embrión, con lo cual no se afecta para nada, y podemos hacer un array de 24 cromosomas, de modo que a nivel cromosómico y genético tenemos todas las posibilidades de poder analizarlo bien. A nivel morfológico, disponemos de un vídeo time-lapse, desde que el embrión se fecunda podemos seguirlo minuto a minuto y saber cuándo se produce la primera división, la segunda, etc. Son parámetros importantes, porque no se trata de que un embrión de dos días tenga cuatro células, sino de ver cuándo se han producido las divisiones. Si la división es muy rápida o muy tardía es un mal indicador, lo que ayuda a la elección de embriones. Finalmente se realiza un análisis cromosómico, algo que está ayudando mucho sobre todo en pacientes con edad avanzada.

P. ¿Puede decirse que hasta ahora la medicina reproductiva ha hecho más hincapié en estas primeras fases de los tratamientos de reproducción, frente al análisis de otros factores como la receptividad del endometrio?

R. Efectivamente. Hasta ahora estábamos concentrados, y seguimos haciéndolo, en el embrión, y el endometrio, la parte materna, se había olvidado. Se empleaba un sistema que era la histología y con ella unos criterios que fueron publicados por Noyers en 1950 y todavía nos estábamos rigiendo por esto, hasta que se ha demostrado que son completamente inefectivos. En la actualidad, disponemos de un análisis molecular del endometrio. Con una muestra podemos saber si ese endometrio va a permitir que el embrión implante o no, y determinamos si es receptivo o si debemos mover la ventana de implantación hasta que lo sea, lo que nos permite tener en cuenta el factor endometrial, que antes ni se estudiaba.