| martes, 18 de diciembre de 2012 h |

La bióloga Elixabet López, investigadora de la Universidad del País Vasco (UPH/EHU), ha descubierto nuevos marcadores genéticos que podrían mejorar tanto la clasificación en grupos de riesgo de pacientes con leucemia linfoblástica aguda como la predicción del nivel de toxicidad de estos tratamientos. Los resultados, recogidos en la tesis doctoral de López, abren la puerta a una mejor y mayor personalización de estos tratamientos. Y es que, a pesar de que la supervivencia en este tipo de leucemia ha aumentado del diez al ochenta por ciento en los últimos años, la clasificación de los grupos de riesgo que se hace hoy en día mediante marcadores clínicos (edad del paciente o número de linfocitos) y algunos marcadores genéticos no es totalmente exacta. Por ejemplo, señala López, hay algunos pacientes a los que se les considera en un principio de menor riesgo, por lo que se les empieza a administrar un tratamiento menos tóxico al que no responden bien y, finalmente, hay que cambiarlos a una terapia de mayor riesgo en medio del tratamiento. En estos casos, asegura López, “se podría mejorar la supervivencia al tratarlo con más intensidad desde el principio”. De la misma manera, hay niños que reciben dosis de quimioterapia muy fuertes que terminan provocándoles problemas de toxicidad que, en ocasiones, pueden llegar a ser muy graves. Sobre todo por que, como subraya López, “son niños y la toxicidad puede dejarles secuelas para el resto de su vida”.

Para hallar esto nuevos marcadores de riesgo, López rastreó todo el genoma de células tumorales en busca de deleciones y duplicaciones y, después, escogió aquellas que era recurrentes y exclusivas de un grupo de riesgo. Así, esta investigadora consiguió encontrar “un marcador de riesgo bajo, que solo aparece en los pacientes de riesgo bajo, y otro que aparece solo en los de riesgo alto y que podría ser complementario a los que ya se utilizan”, explica López. Y lo más importante, López descubrió la existencia de otros cinco marcadores que aparecían en pacientes que cambiaron de bajo riesgo a alto riesgo y en pacientes de alto riesgo. Según la autora, estos pacientes “realmente eran de alto riesgo y deberían haberse incluido en ese grupo”. Por otro lado, los marcadores de toxicidad se basaron en células normales, para detectar variaciones del propio individuo y no del tumor. El estudio, que se centró en el metotrexato, encontró varios posibles marcadores como, por ejemplo, algunas variantes del gen de transporte de este fármaco y ciertas variantes relacionadas con los microRNAs que regulan esos genes. El objetivo de López ahora es investigar cómo afectan las variaciones genéticas encontradas a la expresión del gen y ver exactamente por qué esas variaciones están regulando la toxicidad o la respuesta al trtamiento.