Recientemente Tomás Cobo Castro, presidente del Cgcom, admitía en este mismo periódico que lo que más deseaba era que las agresiones a los profesionales de la salud acabaran de una vez por todas. “Hemos pasado de los aplausos a las agresiones”, es el sentimiento generalizado de la profesión.
El día 27 de enero un paciente llegó a amenazar a un médico con matarle con una escopeta en un centro de salud de Málaga. La situación cada vez va más a mayores. “La acompañante de una paciente me acorraló contra la pared y me agarró fuertemente del cuello. No pude hacer nada hasta que me ayudaron, a otra profesional le arañó y propinó varias patadas al personal de seguridad. Llegó incluso a agredir a otro paciente que quiso intermediar”, explica a GM, Raquel López Centeno, enfermera del servicio de urgencias del Hospital Universitario Puerta de Hierro.
A lo largo del año 2021, según datos de Consejo General de Enfermería, un total de 1.629 enfermeras fueron agredidas mientras realizaban su trabajo, cuidar a los pacientes. “Necesitar seguridad en un sitio donde te van a cuidar es surrealista. Pero visto lo visto es necesario más personal de seguridad”, reconoce Raquel, que relata cómo fue agredida en el servicio de urgencias por esta acompañante de una paciente que presentaba un proceso febril. Tras realizarle un triaje, se les solicitó que esperaran y tras explicarle que no era posible ponerles medicación hasta que las viese un médico, comenzaron los insultos, las amenazas y las vejaciones.
“Cada vez las agresiones verbales son más comunes, denotas en muchos pacientes posturas agresivas, faltas de respeto y malas palabras. Se ha vuelto algo diario, se han convertido en el pan nuestro de cada día”, comenta con entereza la enfermera.
“Llevo 17 años trabajando en esto y jamás había visto tanta agresividad”
Miguel Fernández, técnico de emergencias sanitarias (TES)
A muchos de ellos, una agresión como ésta les deja secuelas, “yo necesité atención psicológica, desde que me incorporé de la baja a causa de una agresión. Desde entonces cuando se presenta una situación similar, ya sea por un grito a causa de la demora en la asistencia o cuando alguien te increpa, ya me pongo en alerta. Lo que me ocurrió aún sigue ahí, aún no se me ha olvidado”, admite Miguel Fernández, nombre ficticio de un técnico de emergencias sanitarias (TES) recientemente agredido en una intervención.
Admite que ha notado que las agresiones se han visto acentuadas y considera que el respeto al profesional sanitario se ha perdido en los últimos tiempos: “Llevo 17 años trabajando en esto y jamás había visto tanta agresividad”, relata.
“Un paciente se abalanzó contra mí y me propinó un fuerte puñetazo en el hombro, por lo que, acto seguido, caí al suelo”
Dr. Muñoz, médico de atención primaria agredido
Para esta intervención de un paciente con patología psiquiátrica, Fernández iba acompañado de un médico, al que nombraremos como Dr. Muñoz. “Es cierto que casi todos los días escuchamos casos como el nuestro, han aumentado”, admite Muñoz, que relata lo que sucedió: “Era un hombre joven que aparentemente estaba tranquilo, junto con el equipo entramos en la casa y sin esperarlo, hablando tranquilamente con él e intentando entender su situación, este paciente se abalanzó contra mí y me propinó un fuerte puñetazo en el hombro, por lo que, acto seguido, caí al suelo”, relata el médico.
“Desanima mucho, he pensado en dejarlo, soy médico de familia y en la puerta de urgencias estás más protegido por que hay más guardias de seguridad y personas”
Dr. Muñoz, médico de atención primaria agredido
Estos momentos de tensión siempre se han vivido, pero, según datos de Cgcom, el año pasado se produjo un repunte del 39 por ciento, llegando a la cifra de dos agresiones a facultativos por día. Estos datos empezaron a contabilizarse y a preocupar después del impactante asesinato en 2011 de María Eugenia Moreno, doctora del Centro de Salud de Moratalla (Murcia). Fue tiroteada en su lugar de trabajo por un paciente que al ser detenido alegó que lo hizo porque “le habían tratado mal”.
“Desanima mucho, he pensado en dejarlo, soy médico de familia y en la puerta de urgencias estás más protegido por que hay más guardias de seguridad y personas. Pero a mi me gusta atender en ambulancia, quiero seguir haciendo lo que hago”, comenta Muñoz, que junto con Fernández, también trabajan en un centro de salud de la comunidad murciana.
“A diferencia de mi acompañante que se llevó la peor parte, yo no necesité ayuda psicológica, aunque estuve varias semanas muy agobiado y con molestias en el hombro. A raíz de esta agresión, tengo ansiedad anticipatoria antes de las guardias. Cuando llega un aviso similar siento un apretón en el pecho”, admite Muñoz.
“La acompañante de una paciente me acorraló contra la pared y me agarró fuertemente del cuello”
Raquel López Centeno, enfermera del servicio de urgencias del Hospital Universitario Puerta de Hierro
El médico admite que desde la reciente agresión que relata, no bajan hasta que no llega la policía. “Muchas veces la policía está ocupada y no tienen suficientes efectivos y pecamos de intentar solucionar las cosas. A veces sale bien, pero otras no”, confiesa.
Este facultativo aconseja salvaguardar la seguridad de uno mismo en casos similares, en escenas tensas o difíciles donde las cosas se ponen feas lo mejor es actuar con ‘precaución’.
“Hay que utilizar los botones del pánico cuando pasa algo así. En el centro lo estamos revisando porque no siempre han funcionado como debían. Además, ahora tenemos una aplicación, Alercops, en la que nos dio de alta la policía como sanitarios. Tiene un botón, que al ser pulsado 5 veces y mediante un geolocalizador advierte a las fuerzas de seguridad de que algo sucede”, comenta Muñoz.
Su compañero, el TES agredido, Miguel Fernandez, recomienda que si a mitad de una asistencia o antes hay algún mínimo indicio de peligro no se entre a la vivienda. “Para mí la solución está en establecer penas más duras para quien se atreva a hacernos algo así. Hablo desde mi perspectiva y considero que igual que a las autoridades, a los sanitarios se nos debe respetar al mismo nivel”, baraja Fernandez.
Los tres sanitarios consideran que después de la pandemia ha habido un cambio en la actitud de la gente. Los profesionales consideran que después de la inmensa labor que realizaron en los peores meses de la COVID, las cosas iban a cambiar para bien, pero al final no ha sido así.
“Ellos saben nuestro nombre, por la tarjeta de identificación. Creo que podría ser sustituida por un numero identificador”
Raquel López Centeno, enfermera del servicio de urgencias del Hospital Universitario Puerta de Hierro
La mala situación de la atención primaria también afecta, puesto que la gente no se puede quedar sin atender y acuden más masivamente a los hospitales. Los tiempos de espera se alargan y los nervios se acrecientan. “Recomiendo a los residentes que, si la escena es tensa, no actúen hasta que estén seguros. Somos médicos, no otra cosa”, aconseja Muñoz.
Raquel Lopez insiste, al igual que sus compañeros, en la importancia de reforzar la seguridad y la protección de los profesionales de la salud: “No hay cámaras de seguridad para proteger los derechos de los pacientes, pero ¿Qué hay de los nuestros?”, se pregunta la enfermera. “Ellos saben nuestro nombre, por la tarjeta de identificación. Creo que podría ser sustituida por un numero identificador. Con mis nombres y apellidos mi agresora ahora puede buscarme por redes sociales y ahora tengo que vivir con esa incertidumbre”, concluye.
El programa PAIME
El programa Paime es un proyecto desarrollado por los organismos médicos colegiales en todas las provincias españolas, al que los profesionales acuden en busca de ayuda por posibles patologías psíquicas y adicciones. Actualmente muchos de ellos buscan ayuda por el cansancio o el “síndrome del profesional quemado”, tras el gran esfuerzo realizado durante COVID-19, Y también por las agresiones. Miguel Pena Andreu dirige este proyecto en la provincia de Málaga.
“No todos los médicos agredidos presentan un cuadro psiquiátrico. Los niveles de deterioro de la salud mental en estos casos también dependen de la naturaleza de la agresión y del estado personal de cada profesional. Por ejemplo, no es lo mismo una persona con una situación familiar armónica que otra con problemas, se generan respuestas diferentes ante los problemas”, apunta el psiquiatra.
“Las médicas reciben un mayor número de calificativos machistas y actitudes sexistas”
Miguel Pena Andreu, psiquiatra y coordinador Clínico del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME) del Colegio de Médicos de Málaga
Admite que las médicas son menos frecuentemente agredidas físicamente, pero reciben la mayor parte de la violencia verbal: “La medicina se esta feminizando cada vez más, y ellas reciben un mayor número de calificativos machistas y actitudes sexistas”, comenta Pena.
A causa del déficit de médicos en el SNS, hay un porcentaje cada vez mayor de médicos extracomunitarios, “Hemos observado que, en zonas de difícil cobertura, los médicos de origen sudamericano o africano reciben multitud de agresiones verbales e insultos de tipo racista”, explica Pena.
Gracias al programa Paime, los médicos pueden compartir sus experiencias con otros facultativos que han sido agredidos de una forma similar. “La psicoterapia grupal es importante para establecer estrategias y generar defensas adecuadas por si algo así pudiese volver a pasar. Este tratamiento psicoterapéutico, tanto grupal como individual, sumado, en caso de quien lo necesite, a un tratamiento farmacológico, puede ayudar a superar estos episodios”, añade el experto en salud mental. El incremento asistencial y el tensionamiento del sistema, que ha tenido que dejar de lado otras patologías desde la llegada del COVID-19, ha provocado la frustración de un grupo de pacientes violentos. “El hecho de que tarden en atenderles o no puedan acceder a sus pretensiones de inmediato, a veces infundadas, y la ausencia de un análisis más profundo, por parte de estas personas agresoras, hace que lo paguen con quien tienen delante. El nivel de agresividad ha aumentado desde la pandemia”, finaliza el psiquiatra.