La deprescripción de medicamentos es muy compleja, pero necesaria. Y es que para el paciente es complicado de entender cuando el profesional sanitario le dice que debe retirarle un medicamento. Sin embargo, la deprescripción va más allá: “No solo es quitar un fármaco, sino cambiar, modificar y mejorar el tratamiento”, ha apuntado David García Marco, jefe de Servicio de Farmacia del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, durante la III Jornada SEDISA-SEFH.

Para García Marco, “se necesitan sistemas automatizados y no las guías que aún se utilizan en los hospitales” para realizar una correcta deprescripción. En este contexto, la forma más eficiente de realizar una deprescripción es a través de sistemas inteligentes que “valoren todos los tratamientos en conjunto”, si bien existen casos concretos en los que hay posibilidades de realizarla introduciendo cada medicamento. El farmacéutico hospitalario pone de ejemplo los centros sociosanitarios, donde “es posible desprescribir con ayuda de sistemas inteligentes que analizan cientos de pacientes de una sola vez y se adaptan a su situación particular”.

Por otra parte, una pieza clave más para una adecuada deprescripción es contar con un equipo multidisciplinar y una comunicación adecuada entre profesionales, tal y como ha expuesto Beatriz Montero Errasquín, médico adjunto del Servicio de Geriatría y de la Comisión de Farmacia del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid y miembro del Comité Asesor de Seguridad de Medicamentos de Uso Humano de la Aemps.

Además, Montero Errasquín ha hecho hincapié en la importancia de enfocarse en el paciente. “Un proceso centrado en el paciente fideliza, mejora su calidad de vida, la adherencia al tratamiento y la salud del propio paciente”, ha aseverado. “Tenemos que pensar en el paciente, sus cualidades, sus comorbilidades, etc. y realizar una toma de decisiones conjunta viendo las complicaciones que puedan surgir”, ha añadido.

Precisamente, la experta ha mencionado una encuesta sobre los hábitos de deprescripción en la que los geriatras aseguran que las principales barreras de la deprescripción son el rechazo del paciente, la falta de tiempo, los múltiples prescriptores o la falta de conocimiento y el miedo a las consecuencias. Así, los encuestados pedían más formación y comunicación entre prescriptores.

En definitiva, lo que se pretende es “dar el tratamiento correcto, en el momento correcto, siempre a la persona correcta”, ha señalado Candela Calle Rodríguez, directora general de la Fundación Sant Francesc d’Assís y miembro Junta Directiva de SEDISA.

Las consecuencias negativas de la polifarmacia

En la actualidad, existen muchos pacientes con enfermedades crónicas y la tendencia es que avanzamos más hacia una sociedad cada vez más cronificada. Esto lleva a la polifarmacia, es decir, cuando un paciente toma cinco o más fármacos al día.

“En Estados Unidos se habla de un 42 por ciento polifarmacia en mayores de 65 años, en Europa se aproxima al 50 por ciento y, en España, un 49 por ciento de pacientes toma cinco o más fármacos”, ha apuntado Montero Errasquín, quien ha agregado que estas cifras se disparan en las residencias. “Según un estudio en Castilla y León, casi el 80 por ciento de pacientes sufría polifarmacia y el 20 por ciento tomaba diez o más fármacos al día”, ha indicado.

Las consecuencias de la polifarmacia, siempre que sea por fármacos que no deberían estar tomando, son negativas para los pacientes y el sistema sanitario, ya que se asocia con un riesgo elevado de ingresar. Y, precisamente, una de las herramientas es la deprescripción.

“Tendremos que retirar o reducir dosis cuando los efectos adversos sean más elevados que los beneficios que pueda estar aportándole al paciente. Siempre nos tenemos que plantear el ajuste farmacológico y revisar cuidadosamente el tratamiento“, ha concluido la experta.

Transformación de organizaciones sanitarias

“Uno de los mayores retos que tenemos los equipos directivos es planificar la transformación de las organizaciones sanitarias; lo tenemos que hacer con liderazgo, responsabilidad y con una buena política del medicamento”, ha asegurado Calle Rodríguez.

En este sentido, la Agenda 2023 supone una oportunidad y pone sobre la mesa la transformación del sistema sanitario en base a cuatro ejes:

  • Buen gobierno: crear instituciones que generen confianza entre los profesionales, pacientes y otros grupos de interés del entorno, como la industria farmacéutica. Para ello, es necesario un liderazgo ético y una comunicación activa; un liderazgo compartido, implicando a todos los agentes; y una planificación estratégica.
  • Profesionales: ilusionar y motivar a los profesionales con proyectos innovadores y multidisciplinares para implicarlos y comprometerlos con los objetivos de la institución. Empoderar a los profesionales para tomar decisiones.
  • Pacientes: incorporar a los pacientes en la toma de decisiones. Cada vez más se habla de la medicina personalizada, de la humanización de la medicina y de dar más voz a los pacientes.
  • Innovación y equidad en medicamentos: valorar las aportaciones del nuevo medicamento en términos de beneficio clínico, comprar el nuevo medicamento con los existentes, definir su papel en terapéutica valorar la relación coste-efectividad e identificar situaciones clínicas específicas.