Por S.P./ N.S./ M.R./ F.R./ V.D.B./ M.G./ E.M.C.

Pregunta. La hematología ha experimentado una transformación insólita en los últimos diez años. ¿De la mano de qué avances terapéuticos o técnicas se ha producido este cambio radical? ¿En qué patologías ha sido más visible?

Respuesta. La hematología ha experimentado una gran transformación desde finales del siglo pasado que es aplicable a todas sus vertientes, tanto a la hematología benigna, la parte de laboratorio, la oncohematología… Todo está basado en la investigación básica y la investigación traslacional que se ha hecho en toda la medicina en general, y en la hematología, en particular.

Eso ha permitido conocer bases moleculares y genéticas de muchas de las enfermedades, lo que ha contribuido a generar una gran cantidad de innovación terapéutica. Además, se han producido muchísimos avances para evaluar la respuesta de la enfermedad al tratamiento.

El gran avance está en intentar hacer una medicina de precisión, cada vez más exhaustiva, conociendo muy bien las enfermedades, con tratamientos dirigidos, en función de las necesidades de cada paciente.

P. Actualmente, ¿existe evidencia sobre hábitos a seguir o a evitar para prevenir la aparición de cánceres hematológicos?

R. La prevención forma parte de los principios básicos de la medicina y prevenir es curar. Pero, así como hay muchos programas de prevención y screening o cribado para detectar precozmente determinados tumores sólidos, es cierto que en los cánceres hematológicos ese aspecto es más reducido. Muchas de las patologías oncohematológicas son agudas, como es el caso de la leucemia aguda linfoblástica y la leucemia aguda mieloblástica y ahí es muy difícil hacer una prevención.

Lo mismo es aplicable a muchos tipos de linfomas, que son enfermedades que se desarrollan en un corto periodo de tiempo. Sí que hay algún cáncer hematológico donde se podría plantear algún programa de screening precoz, aunque todavía no están bien establecidos. Este es el caso del mieloma múltiple o de la leucemia linfática crónica, que vienen precedidos de entidades premalignas; es posible diagnosticar una leucemia linfática crónica o un mieloma en una fase asintomática y que estos pacientes estén muchos años sin necesitar ningún tratamiento. En estos pacientes, se podría plantear un programa de screening precoz, pero es algo que no está establecido por el momento.

P. ¿Hay experiencias en algún país que puedan ser una referencia?

R. En cuanto al mieloma se refiere, hay un par de programas internacionales muy potentes que están haciendo estudios de screening poblacionales.

En Islandia, a toda la población mayor de 40 años se les ha pedido el consentimiento para hacer la detección de un componente monoclonal. Este estudio está dando resultados muy interesantes, porque se está detectando ese componente monoclonal en un número mayor que el esperado. Pero, si la pregunta es, debemos empezar a plantear screenings poblacionales para detectar ese componente monoclonal, la respuesta es que todavía no. Hay que esperar a un mayor seguimiento para ver qué impacto van a tener esos estudios poblacionales que están en marcha.

En Estados Unidos se ha hecho otro screening de componente monoclonal en pacientes con alto riesgo. Eran pacientes afroamericanos, de raza negra, y/o que tuvieran algún familiar con cáncer. Aquí parece que la evidencia puede ser más clara y el estudio en Estados Unidos es más global, ya que no afecta únicamente al mieloma, sino también a síndromes mielodisplásicos y patología linfoide. Por lo tanto, los programas de screening están en marcha, pero todavía no está bien reconocida la recomendación de hacer ningún screening poblacional en hematología.

Si vamos a la patología de la coagulación, sí que es cierto que puede haber familias que tengan factores que predisponen a trombosis y en ese caso sí que se hacen estudios familiares. Pero programas de screening como los que puede haber para cáncer de mama o cáncer de colon, no existen aún en Hematología.

P. ¿Cómo ha evolucionado la interacción de hematología con otras especialidades y cómo ha cambiado el diagnóstico de estas patologías?

R. Los avances han sido tremendos y lo importante es que muchas veces vienen de la mano del propio hematólogo, porque está implicado en el diagnóstico de las enfermedades y ha estado implicado en el desarrollo de técnicas cada vez más sensibles y precisas.

Aquí entramos en una zona de colaboración con otras especialidades, como puede ser Inmunología, Genética o Biología Molecular. De hecho, la hematología es una especialidad muy transversal. Entonces, ¿cómo se ha avanzado? El diagnóstico de una leucemia se hace simplemente mirando al microscopio y viendo los blastos; si se cuentan más de un cierto porcentaje de blastos, entonces se considera una leucemia. El siguiente paso fue intentar afinar un poco más a ver cómo eran los blastos y en el frotis que se hacía de la médula se hacían tinciones, pero seguía siendo el ojo humano, con la poca sensibilidad que tenemos, el que hacía el diagnóstico.

“Los avances han sido tremendos y lo importante es que muchas veces vienen de la mano del propio hematólogo, porque está implicado en el diagnóstico de las enfermedades y ha participado en el desarrollo de técnicas cada vez más sensibles y precisas”

Surgen entonces otras herramientas como son la citometría de flujo, que es aplicable prácticamente a toda la hematología y que lo que hace es caracterizar muy bien la célula tumoral. Si nosotros tenemos las características clínicas de cada paciente y utilizamos herramientas muy sensibles como esta, podemos conocer mejor la enfermedad y aplicar tratamientos óptimos. Además, vamos a ser capaces de detectar una célula maligna entre 100.000 o entre más de un millón de células normales, que permite una detección más precisa, con lo cual ese ha sido otro de los grandes avances en los que se ha contribuido al diagnóstico.

P. ¿Qué ha aportado la biología molecular?

R. La biología molecular, en línea con la citometría de flujo, nos ha ayudado a caracterizar molecularmente muchas de las enfermedades, y son la base de la medicina de precisión que hacemos en Hematología de la que hablaba previamente. Por ejemplo, la leucemia promielocítica aguda o la leucemia mieloide crónica tienen alteraciones moleculares específicas que se detectan por técnicas de biología molecular y permiten su diagnóstico y también monitorizar la respuesta terapéutica.

En unión con la biología molecular tenemos la citogenética. Somos capaces de ver en el material genético todos los cromosomas de las células tumorales de cada paciente y las translocaciones u otras alteraciones cromosómicas que hay. Eso, que ha ido de la mano del hematólogo en colaboración con otros muchos especialistas, es lo que ha contribuido a avanzar muchísimo en que el diagnóstico sea cada vez más preciso y que al final tengamos una caracterización específica de la enfermedad de cada paciente.

P. Hablamos de CAR-T, inmunoterapia, trasplante… ¿qué nos depara el futuro y en qué patologías hay depositadas mayores esperanzas?

R. Los avances en los últimos años están siendo enormes en el campo de la inmunoterapia fundamentalmente y es en este campo donde se esperan también grandes novedades en el futuro. No podemos olvidar que el trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH), denominado genéricamente como trasplante de médula y más concretamente el trasplante alogénico es una estrategia de inmunoterapia que existe desde hace ya muchos años.

Una versión muy mejorada de ese trasplante, que sigue estando vigente frente a muchas enfermedades hematológicas, lo tenemos con las nuevas estrategias de inmunoterapia, donde ya no utilizamos ni tan siquiera la médula ósea de un donante sano, sino, específicamente, los linfocitos T de la sangre periférica.

“Cabe la posibilidad de que en el futuro tengamos, por ejemplo, para la terapia CAR-T, un banco de linfocitos T que procedan de donantes sanos”

Podemos utilizar el sistema inmune de un donante sano, pero también cabe la posibilidad de utilizar el sistema inmune del propio paciente y educarlo para que vaya contra su propio tumor. Es el origen de la terapia CAR-T. En Hematología está ya en uso en algunas patologías: leucemia aguda linfoblástica, el linfoma no Hodgkin B difuso de células grandes, linfoma no Hodgkin del manto y mieloma múltiple… Es solamente el principio.

P. ¿Y a largo plazo?

R. Si volviéramos a hablar de esto en 20 años, seguramente no tendría nada que ver, aunque la estructura seguirá siendo la misma. Cabe la posibilidad de que en el futuro tengamos, por ejemplo, para la terapia CAR-T, un banco de linfocitos T que procedan de donantes sanos, con linfocitos T buenos, potentes, y con gran capacidad para destruir la célula tumoral y que, además, no requiera esperar ningún tiempo.

El linfocito T es una de nuestras armas fundamentales, pero hay un arsenal de células que se pueden utilizar como son las células NK o los macrófagos. Además, hay otras modalidades de inmunoterapia que se pueden utilizar incluso cuando la CAR-T no es factible para el paciente, como son los anticuerpos biespecíficos. Este mundo está hoy restringido a algunas enfermedades hematológicas, pero la investigación es tremenda y lo que hablemos hoy no tendrá nada que ver con lo que podamos ver en 20 años de expansión a otras enfermedades hematológicas, oncológicas o incluso de otras especialidades.

P. Además de las CAR-T, también entran en juego otras terapias como los anticuerpos biespecíficos, con gran protagonismo en la última edición de ASH. ¿Qué potencial se espera de estas terapias y en qué patologías concretas han mostrado mayor evidencia hasta el momento?

R. En el anticuerpo biespecífico, ‘bi’ significa que tiene dos puntos de unión: Uno siempre va a la célula tumoral y otro a linfocitos T que son, de esta manera, redirigidos al nicho tumoral y tras su activación, se produce la destrucción tumoral.  Se podrían buscar anticuerpos biespecíficos prácticamente para cualquier cáncer, siempre que exista una diana contra la que ir. Esta estrategia es aplicable a muchos pacientes y ya ha demostrado su utilidad en enfermedades como la leucemia linfoblástica, el mieloma múltiple o los linfomas no Hodgkin.

P. ¿Cuál es su lugar en el arsenal terapéutico?

R. Realmente, los anticuerpos biespecíficos son un complemento tremendo para la terapia CAR-T. Al menos, en el momento actual, porque la terapia CAR-T no se puede emplear, hoy por hoy, en cualquier centro, ni cualquier paciente es candidato a recibir la terapia CAR-T. Los pacientes tienen que cumplir una serie de criterios de estado general, de comorbilidades etc. para poder ser candidatos a recibir una terapia CAR-T. Aparte del ambiente y el soporte familiar que requiere lo que hace que, desde un punto de vista realista, muchas veces no sea posible. Por su mayor facilidad de administración, el anticuerpo biespecífico puede reemplazar al CAR-T en muchas de estas situaciones.

“Los anticuerpos biespecíficos tienen un potencial e incluso ambas estrategias (CAR-T) pueden complementarse”

Por ejemplo, ahora mismo en España en mieloma, que es a lo que yo me dedico fundamentalmente, no está disponible oficialmente la terapia con anticuerpos biespecíficos  ni con células CAR-T. Sin embargo, mientras que a los CAR-T no se puede acceder de ninguna manera, sí es posible solicitar los anticuerpos biespecíficos, a través de los programas de acceso expandido; esto se debe en parte a que su administración es mucho más sencilla y a que pueden estar en las farmacias de los hospitales.

Por ello, yo creo que tienen un potencial y que incluso ambas estrategias pueden complementarse, utilizando un biespecífico primero, seguido de un CAR-T para consolidar, o al contrario.

Todas estas estrategias abren un campo muy grande también en la hematología.

El equipo de redacción de Gaceta Médica recibió en su sede a María Victoria Mateos, presidenta de SEHH, y Jorge Sánchez, responsable de comunicación de la sociedad científica.

P. A las puertas del Congreso ASCO, ¿qué papel va a jugar la hematología?

R. La hematología no es la asignatura principal en ASCO. Es un Congreso muy educacional para los oncólogos de Estados Unidos. El nivel de la hematología allí es mucho más básico. Pero, no obstante, se llevan comunicaciones con datos muy relevantes. Respecto al mieloma múltiple, se van a presentar por primera vez datos de un linfocito T-CAR (ciltacabtagén) en pacientes que han recibido solo de una a tres líneas previas; es decir, en una fase muy precoz de la enfermedad. Los resultados del ensayo clínico van a demostrar que ciltacabtagén es superior a los estándares de tratamiento. En línea con los bi-específicos, una comunicación muy interesante será la combinación de dos anticuerpos, cada uno frente a una diana diferente que permite atacar de una manera mucho más potente la célula tumoral.

P. En la pandemia, además, los hematólogos han tenido también una mayor presencia por algunos de los efectos de la COVID-19. Dentro de vuestro campo, ¿qué lecciones se han aprendido?

R. En el caso de la hematología, la pandemia ha puesto en contexto una vez más la vulnerabilidad de nuestros pacientes, que son pacientes inmunodeprimidos. Tenemos que seguir teniendo en cuenta que la COVID está ahí y que nuestros pacientes siguen siendo vulnerables y tienen que seguir protegiéndose. Aunque se puso en marcha una investigación acelerada y se ha avanzado mucho con las vacunas como herramienta de prevención de la severidad de la COVID, desafortunadamente muchos no se inmunizan, y no tienen tratamientos antivirales que destruyan la COVID ‘ipso facto’.

Tenemos que recomendar e impulsar la vacunación, aunque haya pocos que se vayan a inmunizar y que, cuando se infecten por COVID, no asuman el concepto de la población general que no requieren tratamiento si están asintomáticos o poco sintomáticos. En nuestros pacientes hay que pautar los tratamientos adecuados, que, aunque no sean absolutamente óptimos, es lo mejor que podemos hacer para evitar severidad.

P. Con cerca de veinte grupos de trabajo dentro de vuestra sociedad científica, el campo que cubre vuestra especialidad es muy extenso: biología molecular y oncohematología, terapia celular, trasplante… ¿Cómo ha variado vuestra actividad en estos años?

R. La SEHH tiene 22 grupos cooperativos que dependen científicamente de la sociedad. Hace algunas semanas tuvimos una primera reunión con todos ellos para ver los puntos de sinergia. Vimos que tenemos grupos cooperativos potentes en la mayoría de las patologías, tanto benignas como maligna; grupos de trabajo de biología molecular, de citometría de flujo, de citogenética, de morfología, de citología, de aféresis… es decir, toda la parte de laboratorio que complementa perfectamente a los grupos de trabajo centrados en enfermedades.

La SEHH está bien organizada al tener muchos grupos de trabajo que cubren todas las enfermedades hematológicas. La sociedad da el soporte científico a todos, de acuerdo con los estatutos y el soporte jurídico y legal a aquellos que, por ser grupos más pequeños o tener dedicarse a enfermedades que son mucho menos prevalentes, no tienen autonomía para poder desarrollar muchas actividades.

P. Estamos observando que algunos grupos independientes de investigación con financiación privada de promotores de compañías se quejan de que no tienen acceso a los fondos públicos. ¿Os habéis planteado que estos grupos, independientemente del modelo que tengan, pudieran tener acceso y competir en igualdad de condiciones por fondos públicos?

R. Los grupos de trabajo suelen desarrollar sus propios ensayos clínicos, que están muchas veces promovidos por el propio grupo, aunque precisan con frecuencia la colaboración de compañías farmacéuticas que financian esos estudios. Por otra parte, los miembros del grupo pueden acceder también a convocatorias de investigación pública para conseguir fondos públicos y hacer estudios biológicos y estudios traslacionales dentro de estos ensayos clínicos.

“La situación es buena en cuanto a número de hematólogos, pero se puede mejorar homogeneizando el número de especialistas por comunidades autónomas”

Hay que buscar la vía para facilitar el acceso a esa financiación pública. Si un investigador no trabaja en un centro adscrito a un instituto de investigación o a la red CIBER, no puede acceder a estos, pero creo que no es un problema del investigador ni del grupo, sino del centro donde tú estés. El grupo no tiene tanto que ver como el investigador y dónde desarrolló su actividad.

P. En muchas especialidades se augura un déficit de profesionales en los próximos años, ¿cómo es la situación en el caso de la hematología?

R. En nuestra última reunión del Plan Estratégico de la SEHH se presentaron los datos de 2021. Había unos 2.500-2.600 hematólogos en activo, bien distribuidos a lo largo de las franjas de edad entre los 30 y hasta los 65 años. El Ministerio oferta unas 150 plazas cada año para residentes en hematología, que afortunadamente se cubren por completo. Con eso, es cierto que la distribución por población era aproximadamente de unos 5,2 – 5,3 por cada 100.000 habitantes, lo cual no está mal, aunque he de decir que no estaba bien compensado por comunidades autónomas.

“Los procesos de financiación y negociación son cortoplacistas y considero que los modelos de financiación probablemente deban cambiar”

En la residencia de Hematología, muchísimos hematólogos vienen de fuera, fundamentalmente de países de Latinoamérica, lo cual es perfecto para brindarles la oportunidad de que hagan aquí la especialidad; pero claro, si se van, al final vamos a tener un problema, porque les hemos formado, pero no vamos a poder contar con ellos en el futuro. Hoy por hoy la situación es buena, pero se puede mejorar en el futuro homogeneizando el número de hematólogos en todas las comunidades autónomas y realizando un cálculo anual de la tasa de hematólogos que se retiran, para asegurarnos de que el reemplazo está garantizado y no encontrarnos en unos años con que no haya un reemplazo adecuado de las jubilaciones.

P. El informe WAIT correspondiente a 2022 habla de un incremento de 100 días en nuestro país del tiempo hasta que la innovación recibe financiación en el SNS, ¿cómo es la situación dentro de vuestra área terapéutica? ¿Qué se puede hacer para agilizar estos procesos?

R. La situación es comparable a la de la medicina en general, en línea con lo que reporta el informe que mencionas. ¿Este retraso es exclusivo de España? La respuesta es que no. Esperamos que la revisión de la Estrategia Farmacéutica Europea regule esta situación y contribuya a homogeneizar cómo evaluar cuánto aporta cada innovación. Es probable que no toda la innovación sea absolutamente relevante. Otro de los problemas es que si la EMA aprueba un fármaco hoy queremos su acceso mañana, pero el sistema no nos permite predecir lo que la innovación puede aportar a 10 o 20 años. Los procesos de financiación y negociación son cortoplacistas y considero que los modelos de financiación probablemente deban cambiar.

P. ¿Deben intervenir más/otros actores en ese proceso?

R. Las personas implicadas en los modelos de financiación tienen que sentarse a debatir y buscar puntos de encuentro para que el sistema sea sostenible y ello debe incluir al Ministerio de Sanidad, a las compañías farmacéuticas, las sociedades científicas y los pacientes. Por su parte, muchas veces el Ministerio no sabe la magnitud del beneficio en algunas combinaciones nuevas que se aprueban, cuando desde el punto de vista científico nosotros lo vemos claramente. Las sociedades científicas deberían implicarse de una manera más activa en la elaboración del informe de posicionamiento terapéutico. Muchas veces los IPT se llevan a cabo por parte de especialistas que no son expertos en la patología de que se trata. En definitiva, hay que plantearse este modelo, no tiene ningún sentido generar innovación y que luego no llegue a los pacientes.

P. ¿Cuál es la opinión de la SEHH de que los IPT estén a cargo de especialistas que no son expertos en la patología?

R. No tiene mucho sentido. Creo que esta innovación debe realizarse por personas con conocimiento de la situación actual de la enfermedad y de las necesidades de los pacientes.

Además, a pesar de que ha demostrado beneficio ratificado por la EMA, la conclusión presentada en ocasiones no cuadra con esta información y manifiesta que no se observa un beneficio claro. Por ello, requiere de un ejercicio por parte del Ministerio para que esto tenga sentido, para que las personas implicadas tengan voz y voto de una manera transparente.

Esto es muy relevante porque nuestro objetivo debe ser tratar al paciente de la mejor manera posible y con los tratamientos que hayan demostrado los mejores resultados. Ese es el principio básico del hematólogo y de cualquier médico. Entiendo, desde luego, que esto es un punto de mejora.

P. Como experta internacional en mieloma múltiple, ¿en qué situación nos encontramos en la actualidad y qué perspectivas hay?

R. El mieloma es una de las enfermedades donde más innovación ha habido en los últimos 20 años. Se conoce mucho mejor la enfermedad y hay una gran cantidad de innovación terapéutica. Todo ello ha provocado un cambio en las curvas de supervivencia. Si vemos la supervivencia de los pacientes en los años desde los años 80 o 90 o incluso el año 2000, y lo comparamos con las supervivencias actuales, vemos cómo hay un incremento tremendo y eso es gracias a la llegada de la innovación. De hecho, el objetivo que nos planteamos ahora es curar a los pacientes con mieloma.

“La información que damos a los pacientes con mieloma múltiple ha cambiado radicalmente. El diagnóstico ya no significa una muerte obligatoria, ni muchísimo menos”

Tenemos estrategias de tratamiento muy eficaces y además somos capaces de diferenciar bien a pacientes de riesgo estándar y a pacientes con alto riesgo, lo que permitirá adaptar el tratamiento en función de estas características.

P. ¿Cómo definiría la evolución en el abordaje de la enfermedad en los últimos años?

R. La información que damos a los pacientes ha cambiado radicalmente. El diagnóstico de mieloma ya no significa una muerte obligatoria, ni muchísimo menos. Hay pacientes que viven muchísimos años con la enfermedad y nuestro compromiso es intentar dotarlos de una vida lo más larga posible.

Otro objetivo adicional es el de aportar una buena calidad de vida a los pacientes y, de hecho, es algo que ellos mismos nos piden. Los pacientes ya no piden tanta cantidad, sino calidad, ellos quieren irse de vacaciones, ver a la familia, jugar al tenis o seguir haciendo sus actividades. No podemos olvidar que el paciente está en el centro y tenemos que cumplir sus expectativas.

P. En el terreno de la leucemia, ¿qué retos se mantienen además de la prevención y cómo se presenta el futuro?

R. La leucemia es el cáncer hematológico por excelencia, pero en las leucemias agudas, la prevención es difícil. En los hospitales decimos que las leucemias agudas nunca vienen solas, sino en rachas y en torno a primavera/otoño. No se sabe el motivo, aunque detrás puede haber potenciales virus o infecciones virales. Hay muchos tipos de leucemias agudas y eso quiere decir que cada vez somos capaces de afinar más en poner el apellido a cada una, sea linfoblástica o mieloblástica.

Asimismo, cada vez existen más tratamientos dirigidos frente a cada tipo específico. Hay leucemias agudas curables en una proporción muy alta de pacientes. La leucemia aguda linfoblástica, por ejemplo, fue donde los anticuerpos biespecíficos y la terapia CAR-T tuvieron sus primeras indicaciones. Blinatumomab fue el primer anticuerpo monoclonal biespecífico que se utilizó en Hematología.

Respecto la leucemia mieloblástica aguda, la inmunoterapia está por llegar. En este cáncer hematológico, la célula de origen es muy inmadura y es difícil encontrar antígenos para buscar estrategias de inmunoterapia, pero tenemos alternativas: el TPH alogénico. Se están produciendo avances, como la reciente aprobación de una combinación (venetoclax + azacitidina) para pacientes mayores con leucemia aguda mieloblástica, que controla la enfermedad y prolonga la supervivencia de pacientes que no puedan recibir otras opciones terapéuticas.

P. Otras patologías como las enfermedades de depósito lisosomal o la trombocitopenia inmune ocupan menos titulares. ¿Qué relevancia tienen para vosotros?

R. Las enfermedades lisosomales tienen una prevalencia muy baja, pero eso no quiere decir que no sean importantes. En España tenemos grupos que se dedican a estas enfermedades. Trabajan duro y participan en todas las reuniones, luchan por que haya programas de screening neonatal de estas enfermedades de manera igualitaria en todas las CC. AA., que me consta que no ocurre en el momento actual. Estos grupos cuentan con registros importantes de estas enfermedades hematológicas, lo que nos va ayudar a tener un mapa más estructurado de estas enfermedades. Hay cerca de 400 pacientes con enfermedad de Gaucher registrados, que es el paradigma de las enfermedades raras, aunque hay otras muchas. Algunas de ellas afortunadamente tienen tratamiento.

Tenemos otro grupo que se dedica a la trombocitopenia inmune o PTI, donde la innovación también está llegando. Cuando empecé en esto, la PTI se trataba con corticoides y, si no respondía, se quitaba el bazo. Ahora es raro que se quite el bazo gracias a la innovación. De la PTI, hasta ahora se pensaba que solo eran los linfocitos B los que producían anticuerpos que destruyen las plaquetas, pero parece que el linfocito T también está implicado y pueden tenerse en cuenta fármacos inmunosupresores que vayan contra linfocitos T y que sean eficaces en personas con PTI refractarias.

Por otra parte, la SEHH y sus 22 grupos de trabajo apuestan por las herramientas de IA para ayudarnos a conocer mejor todas las enfermedades, establecer modelos predictivos y pronósticos

P. Estamos en época electoral y de petición de deseos a los que serán los responsables políticos de los próximos años: ¿Qué demanda la SEHH en materia normativa y de acción de Gobierno al ‘nuevo’ ministerio y a los nuevos integrantes de las consejerías?

R. Pediría equidad, en la medida de lo posible. Ahora mismo tenemos 17 comunidades y casi 17 ministerios; cuando el Ministerio de Sanidad aprueba un fármaco, luego pasa a evaluación por cada una de las comunidades autónomas lo que con frecuencia supone una traba más al acceso a la innovación. Es necesario trabajar en aras de una equidad para todos independiente de la región en que vivan.

“En esta época electoral, pediría equidad, en la medida de lo posible”

Me gustaría que la sanidad estuviera lo menos politizada posible, porque eso supone el cortoplacismo en el que trabajamos. Al final, en el desarrollo de la innovación y en el desarrollo de una política de salud para todos nuestros habitantes, existen muchos ‘gaps’. Esto sucede porque estamos esperando a que vengan otros responsables, que tienen que asentarse; cuando empiezan a funcionar, vuelven otra vez las elecciones.

También me gustaría que el Gobierno haga una evaluación de cuánto dedica de su presupuesto a la salud, algo que ha de verse como una inversión y no como un gasto. Si dentro de sus objetivos está mejorar la salud de los habitantes y prolongar su supervivencia, hay que ser consecuente y, cuando llega la innovación para tratar las enfermedades, aplicarla. Es preciso que esta inversión se vea como algo rentable ya que cada vez vamos a vivir más y con mejor calidad de vida.

P. En definitiva, ¿a qué avances, estudios o cualquier otro aspecto debemos prestar especial atención en el corto y medio plazo en el campo de la hematología?

R. Creo que la inmunoterapia es el campo en la que más innovación va a haber, como herramienta transversal en hematología, pero yo diría que también a otras enfermedades: así, la inmunoterapia se está desarrollando en los tumores sólidos, y la terapia CAR-T también se está utilizando en otras enfermedades no oncológicas; en concreto, en enfermedades autoinmunes, como por ejemplo el lupus. Esto hace justicia al papel tradicional de la hematología con un papel muy transversal y que proporciona servicio a muchas otras especialidades.

Lo hacemos ya ahora, desde el clásico hemograma al soporte transfusional o al control de la anticoagulación… pero en el TPH, que ahora básicamente queda reducido a enfermedades hematológicas, hubo un tiempo en el que las pacientes con cáncer de mama recibían un TPH autólogo como terapia de consolidación y prácticamente todas las semanas ingresaban dos o tres pacientes.

Eso se abandonó, pero la llegada de la inmunoterapia puede ser el avance más importante sobre el que progrese la hematología y, si eso es así, desde luego necesitamos más hematólogos para dar cobertura, no solo a la hematología, sino de nuevo a otras muchas especialidades.

La presidenta de la SEHH, María Victoria Mateos, firmando en el libro de visitas de wecare-u.

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