SEEDO

Recientes estudios subrayan que la obesidad es una enfermedad crónica, multifactorial y recurrente, que representa un riesgo significativo para la salud física y mental y está asociada con otras patologías graves. La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), alineada con estos hallazgos, cuestiona el uso exclusivo del índice de masa corporal (IMC) como medida diagnóstica, destacando la importancia de evaluar factores como la distribución y funcionalidad del tejido adiposo y muscular.

La obesidad, al ser una enfermedad progresiva, debe ser reconocida y abordada como tal en todas sus etapas. Es el momento de cambiar la forma en que se entiende y comunica esta condición.

Así, la SEEDO ha desarrollado el documento ‘MetaObesidad 2025’, un decálogo que reúne las actualizaciones clave para el abordaje de la obesidad. Este informe consolida los nuevos conceptos relacionados con la enfermedad y define el posicionamiento de la sociedad científica respecto a las propuestas más recientes en este ámbito.

Este decálogo, como subrayan María del Mar Malagón y Diego Bellido, presidenta actual y presidente electo de SEEDO, “representa nuestro compromiso con las personas que viven con obesidad y con aquellas comprometidas con la correcta prevención de la obesidad, así como con la promoción del abordaje y tratamiento de esta enfermedad”.

Puntos clave

La obesidad es una enfermedad crónica y recurrente caracterizada por una acumulación anormal y excesiva de grasa corporal, lo que representa un riesgo para la salud física y mental. Es una enfermedad progresiva que puede pasar de un estado asintomático a condiciones graves o discapacitantes, afectando a las personas en todas sus etapas. Esta enfermedad disminuye la calidad y esperanza de vida de quienes la padecen y es un factor primordial causante de otras enfermedades crónicas graves, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, esteatosis hepática y ciertos tipos de cáncer.

La obesidad es una condición compleja y multifactorial en cuyo desarrollo intervienen factores genéticos y biológicos, alteraciones del sueño y el estrés, ciertos medicamentos, y factores ambientales y socioeconómicos. Además, los hábitos de vida no saludables, como la vida sedentaria y la ingesta excesiva de alimentos altamente calóricos, junto con los factores biológicos y genéticos, contribuyen claramente a la “pandemia de obesidad”.

El índice de masa corporal (IMC), aunque comúnmente utilizado, no refleja la distribución ni la funcionalidad del tejido adiposo, que son factores esenciales para el diagnóstico y el desarrollo de comorbilidades. Además, el IMC no tiene en cuenta la masa muscular, un elemento clave no solo para la movilidad, sino también para el mantenimiento del metabolismo y la salud general. Por ello, el IMC no debe considerarse una medida adecuada de salud.

La acumulación de grasa abdominal está estrechamente asociada con un mayor riesgo de complicaciones cardiometabólicas, y resulta ser un factor más determinante en el desarrollo de enfermedades metabólicas que el IMC, incluso en personas con un IMC inferior a los valores estándar para el diagnóstico de obesidad. Para obtener una evaluación más precisa, el IMC debe combinarse con otros parámetros, como la circunferencia de la cintura (CC) o el cociente cintura-estatura. La valoración conjunta de estos parámetros, junto con técnicas específicas para evaluar la composición corporal como la bioimpedancia eléctrica o la ecografía nutricional, ofrece un mejor predictor del riesgo para la salud. También es recomendable considerar el uso de biomarcadores bioquímicos y moleculares, como los obtenidos de biopsias de tejido adiposo y fluidos corporales.

El tratamiento de la obesidad debe ser integral y personalizado, considerando las complicaciones médicas, funcionales y psicológicas. Se debe llevar a cabo por equipos multidisciplinares y centrarse en objetivos realistas, no siempre enfocados en la pérdida de peso, sino también en la prevención, resolución o mejora de las complicaciones relacionadas con la obesidad. Además, debe buscar mejorar la calidad de vida y el bienestar mental de las personas afectadas.

Las personas con obesidad enfrentan prejuicios, estigmatización y discriminación, incluso por parte de algunos profesionales sanitarios. Es fundamental utilizar un lenguaje respetuoso y centrado en la persona, que evite la estigmatización. La obesidad es una enfermedad, pero no define a la persona.

De esta manera, la SEEDO asegura que está comprometida con mejorar la comunicación sobre la obesidad, colaborando activamente para que la sociedad, incluidos los profesionales sanitarios, responsables políticos y comunicadores, comprendan mejor la complejidad de la obesidad. El objetivo es liberar a las personas afectadas de la carga y el estigma social que conlleva esta enfermedad.


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