GM Madrid | miércoles, 22 de enero de 2020 h |

El nuevo ministro de Consumo, Alberto Garzón, tiene ya sobre la mesa el compromiso de incorporar en el etiquetado de los productos la información de un semáforo nutricional que oriente al consumidor a la hora de elegir. Así consta en el acuerdo programático de gobierno del PSOE y Unidas Podemos, que hereda esta apuesta anunciada hace más de un año por la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo.

Desde el ámbito político se ha aludido en varias ocasiones a un supuesto semáforo nutricional, aunque en la práctica la Agencia Española de Nutrición (Aesan) en lo que trabaja es en la implantación del modelo NutriScore, para lo cual ha pedido el asesoramiento de entidades entre las que se encuentra el Consejo General de Dietistas y Nutricionistas.

Su presidenta, Alma Palau, subraya que son herramientas bien diferentes. La confusión, remarca, puede venir de que ambos modelos emplean un código de colores. “El semáforo valora calorías, grasas, grasas saturadas azúcares y sal y, en función del aporte en el alimento, señala si es alto bajo o medio en referencia a esos nutrientes en ese alimento. Y no siempre hace referencia a cien gramos de alimentos, en ocasiones lo hace a una porción”, subraya.

Frente a este semáforo, NutriScore es un algoritmo que saca una única conclusión final, en función de si el alimento es más o menos saludable en comparación con otros productos y alimentos de su misma categoría. “Lo calcula tras valorar diferentes factores: contenido en azúcares, grasas saturadas, sal, fibra, proteínas y sus calorías y siempre en referencia a 100 gramos de alimento”, matiza.

Una de las críticas de los especialistas con respecto a este modelo es que el algoritmo penaliza algunos productos estrella de la dieta mediterránea, como el aceite de oliva, que recibe una D naranja en su valoración final.

Contradicciones que estarían intentando resolver desde la agencia. Palau explica que antes del verano la AESAN les trasladó que estaba en conversaciones con Francia, promotor del etiquetado para solicitar la modificación del algoritmo de manera que no penalice al aceite de oliva, ni como alimento ni como ingrediente básico de la dieta mediterránea.

En sus palabras, la posición del Consejo General, que comparte con la Federación Europea de Dietistas-Nutricionistas- EFAD, es que un etiquetado frontal es positivo para mejorar la elección de los alimentos, pero que quizá sea prematuro adoptar este etiquetado de forma generalizada sin realizar suficientes pruebas y estudios sobre su efecto en el consumo final de los ciudadanos, y sin rectificar el algoritmo que penaliza a productos esenciales de la dieta mediterránea.

Además, Palau añade que Italia formuló el pasado diez de diciembre una pregunta ante la Comisión Europea sobre el NutriScore frente a productos nacionales de alta calidad y propios de la dieta mediterránea. En su opinión, considera que sería prudente esperar al informe final de conclusiones de la Comisión Europea.

De igual modo, la presidenta del Consejo General de Dietistas Nutricionistas recuerda que la Dirección General de Portugal ha realizado un estudio que concluye que para la sociedad portuguesa sería más adecuado el semáforo nutricional frente al NutriScore, pero advierte de que es solo la conclusión del estudio, ya que por ahora no se han pronunciado sobre el etiquetado que tienen previsto promover.

Puntos fuertes y débiles

La experta detalla puntos fuertes y débiles de este modelo de información nutricional. Entre las ventajas, subraya que estaría en la parte frontal del envase, y no en la parte trasera, de manera que sería muy visible por su color y el tamaño de la letra, por lo que podría incidir directamente sobre la elección del consumidor.

El punto débil, advierte, es que no exime al consumidor de tener unos criterios generales sobre alimentación saludable. “NutriScore nos puede indicar entre dos tabletas de chocolate cuál es la más saludable, pero no nos va a decir cuánto ni cuándo consumirlo”, concluye.

A día de hoy, alguna marca incorpora ya este sello en sus productos, al igual que alguna gran superficie.

En su día, varios expertos consultados por Gaceta Médica subrayaron las limitaciones de este modelo. Una de las quejas principales en aquel momento es que la ministra realizó el anuncio sin consultar la visión de entidades como la Federación Española de Sociedades de Nutrición Alimentación y Dietética (Fesnad), la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) o la Fundación Iberoamericana de Nutrición (Finut).

Ascensión Marcos, presidenta de Fesnad, recalcaba, por ejemplo, que la información que proporciona este código, fuera de contexto, puede confundir al consumidor. Por su parte, Ángel Gil, presidente de la Finut, explicó que el modelo escogido por Sanidad no está validado en España, con un algoritmo muy complejo que penaliza determinados alimentos valiosos, como es el caso del aceite de oliva.

Por su parte, Giuseppe Rusolillo, entonces presidente del patronato de la fundación de la AEND, hacía hincapié en que la aplicación obligatoria anunciada por la ministra iba más allá de lo establecido por la normativa europea, al tiempo que remarcaba como un aspecto básico antes de promover este sello que era preciso contar con todos, también con la industria que tendrá que aplicarlo.