En los últimos años se está viendo un incremento de tratamientos inmunosupresores que, además, se aplican a una gran variedad de pacientes con diversas enfermedades. Y, aunque todos estos tratamientos han supuesto un gran avance para estos pacientes, por otro lado, por el propio mecanismo de acción de esa medicación, tiene más riesgo. Así lo ha expuesto Carmen Román, especialista en Medicina Preventiva del Hospital La Mancha Centro, en el XXII Congreso Nacional y XI Congreso Internacional de la Sociedad de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria (SEMPSPGS). 

Según Román, el grado de inmunocompromiso de estos pacientes va a depender tanto de la enfermedad que tenga de base, como del tratamiento que esté tomando. “Estos dos factores son los que van a incluir al paciente en el mayor riesgo de padecer alguna enfermedad inmunoprevenible“, ha explicado.

Durante la mesa ‘Vacunas. Inmunodepresión e Inmunosenescencia’, moderada por Blanca O’Donell, del Hospital Universitario Virgen de la Victoria, la preventivista ha abordado la vacunación en el curso del tratamiento inmunosupresor. Y es que una de las dudas que surgen en torno a la vacunación en inmunocomprometidos es la capacidad inmunogénica en este tipo de pacientes. Por ello, Román ha aclarado que “lo ideal sería vacunarlos antes de que empiecen el periodo de inmunocompromiso, es decir, antes de empezar el tratamiento inmunosupresor; así obtendremos una respuesta más duradera”.

Otra de las incertidumbres que rodean a este ámbito de las vacunas en pacientes inmunodeprimidos es su seguridad. Para Román no hay duda: son seguras. “Pasan unos ensayos clínicos muy exhaustivos; debemos eliminar falsos mitos”, ha puntualizado. Asimismo, existen estudios que apuntan que la vacunación da cierto nivel de protección, la mayoría de vacunas son seguras y eficaces y recomiendan la vacunación en algunos pacientes que no deberían ser excluidos, aunque estén con tratamiento.

Los datos apuntan que la tasa de vacunación en estos pacientes están “por debajo de lo que deberían”. “Tenemos un calendario de vacunación a lo largo de toda la vida y es tarea nuestra difundirlo y ayudar a que se cumpla”, ha concluido Román.

Medicina preventiva y vacunación

Pero, ¿qué ocurre cuando no es posible vacunar antes del tratamiento? “Es el día a día de las consultas de inmunización de medicina preventiva”, ha explicado Román. La preventivista ha detallado que, aunque la gran mayoría de pacientes llegan a la consulta con el tratamiento puesto, en los últimos tiempos ha habido por un cierto cambio y “algunos especialistas, ante el diagnóstico de algunas enfermedades que van a ser subsidiarias de este tipo de tratamiento, ya nos los envían a las consultas de inmunización”.

En ese caso, ha apuntado Román, “hay que valorar el riesgo que tiene ese paciente de contraer esa enfermedad inmunoprevenible y el beneficio que podemos aportar con la vacunación“. Además, se debe tener en cuenta que “no es un paciente fijo”, sino que la enfermedad de base puede ir evolucionando o cambian las líneas de tratamiento. Por tanto, Román apuesta por “un abordaje dinámico“.

La especialista ha explicado que las vacunas inactivadas pueden administrarse, “si es necesario, durante la inmunosupresión” y, si el riesgo de exposición es bajo, las vacunas inactivadas pueden “retrasarse temporalmente hasta que la persona esté menos inmunodeprimida”.

En este contexto, Juan Rodríguez, especialista de Medicina Preventiva del Hospital Universitario Son Espases, ha querido poner en valor la labor de estos profesionales. Y es que “nadie sabe fuera del hospital que los preventivistas vacunamos al paciente inmunodeprimido”, ha señalado.

Ante este hecho, se realizó una encuesta a los socios de la SEMPSPGS para conocer el escenario actual en España en la vacunación del paciente inmunodeprimido. Se pilotó en cuatro hospitales españoles y los resultados de la fase preliminar ha mostrado lo siguiente: se obtuvo respuesta del 80 por ciento de los especialistas de todas las comunidades autónomas y del 21 por ciento de hospitales (53 de 253). Y, respecto a las actividades de inmunización activa, la mayoría de los servicios de preventiva sí realizaban (81 por ciento), mientras que si se trataba de inmunización pasiva, el porcentaje bajaba al 60 por ciento.


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