UCI
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La pandemia del Covid-19 ha generado una situación sin precedentes a nivel mundial. En nuestro país, el aumento exponencial de los enfermos obliga ya a los médicos desde hace días a seleccionar a los pacientes que recibirán atención en las UCIS hospitalarias.

En este contexto especialmente complejo, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos ha publicado un Informe de la Comisión Central de Deontología sobre la priorización de las decisiones sobre los enfermos en estado crítico en una catástrofe sanitaria.

Insisten que desde la perspectiva deontológica, la priorización para el ingreso y atención a pacientes graves y críticos en situaciones en las que, como esta, los recursos son más que limitados ha de tener como criterio fundamental las probabilidades de supervivencia de cada paciente.

De igual modo, subrayan que no pueden ser criterios de priorización ni el orden de petición de asistencia, ni el de llegada a los servicios de urgencias hospitalarias, ni solo la edad de los pacientes.

Asimismo, hacen hincapie en que se debe extremar la prudencia si existe una dificultad de aplicación uniforme cuando son las situaciones y recursos de los diferentes dispositivos asistenciales los que son diferentes.

El ingreso hospitalario

Además, insisten en que no en todas las situaciones clínicas o muy avanzadas y con carácter irreversible se debe proceder al ingreso hospitalario.

En la misma línea, el documento considera que establecer expectativas de vida a corto plazo es aceptable incluso para no caer en la obstinación terapéutica. Del mismo modo que añade que establecer límites a medio plazo, como el criterio cronológico, constituye una decisión muy arriesgada que se debe realizar con carácter excepcional y utilizando los instrumentos valorativos al uso y en ningún caso la exclusiva impresión clínica.

Decisiones individuales y personales

Por otra parte, el informe puntualiza que las tomas de decisiones de tanta relevancia deben ser individuales y personales, porque, aunque los procesos puedan coincidir, cada paciente puede ser distinto. “El conocimiento científico es imprescindible pero no basta para ayudar a los pacientes a curarse o a convivir con sus enfermedades lo mejor posible”, recuerdan.

Por último, remarcan que el médico no abandonará a ningún paciente que necesite sus cuidados, “ni siquiera en situaciones de catástrofe o epidemia, salvo que fuese obligado a hacerlo por la autoridad competente o exista un riesgo vital inminente e inevitable para su persona”.

La solidaridad también aporta eficacia

Para finalizar, el informe recuerda que la situación actual exige solidaridad a la hora de compartir recursos tecnológicos y humanos, que aporta también eficacia y eficiencia.

También pide prudencia en la información que se ofrece a la población para evitar la alarma social. Esta información, según su visión, debe ser lo más uniforme posible y estar centralizada para evitar la alarma social sin dejar de ser completa, veraz y accesible al entendimiento de los ciudadanos. Una labor que corresponde a las autoridades sanitarias en este contexto, según señalan.

Desde el punto de vista ético la situación actual también necesita transparencia, proporcionalidad y responsabilidad. “Se ha de atender del mejor modo a cada uno, según sus circunstancias y fomentar la confianza pública”, cita textualmente.

El informe concluye diciendo que la limitación y la adecuación del esfuerzo terapéutico van a ser necesarias para atender bien y de forma proporcional, en una situación de desastre o catástrofe sanitaria. “De ahí la responsabilidad de todos ante la toma de decisiones, que ha de incorporar la evidencia posible, incluida la revisión de decisiones a medida que surgen nuevos datos”, finaliza.


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