Desde la puesta en marcha en 2009 del Proyecto Bacteriemia Zero de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica, y Unidades Coronarias se han establecido unos protoccolos que han permitido bajar la tasas de bacteriemias relacionadas con catéter en las UCI por debajo de los dos episodios por cada 1.000 días de estancia.

Sin embargo, la primera ola de la COVID-19 disparó la tasa hasta alcanzar los 10,2 episodios por 1.000 días de estancia. Así lo recoge el Registro ENVIN 2020. “En 2021 debemos apostar por volver lo antes posible a las buenas cifras de control de infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria que teníamos antes de la pandemia”, explica Ricard Ferrer, presidente de la SEMICYUC.

El Registro ENVIN mostró que un tercio de los pacientes ingresados en UCI durante la primera ola de COVID-19 presentaron una o más infecciones relacionadas con dispositivo invasor, siendo las motivadas por catéter un 18% de los casos totales. “El nuevo personal sanitario contratado, así como el personal de otras especialidades que apoyaron la asistencia en las UCI, no estaban adaptados ni familiarizados con los protocolos de prevención de infecciones. Además, el ritmo asistencial no permitía llevarlos a cabo o hubo que readaptarlos. Al mismo tiempo, fue difícil implementarlos en las UCI extendidas”, explica Francisco Álvarez, intensivista del Hospital del Mar (Barcelona).

El Proyecto Bacteriemia Zero, como recuerda Xavier Nuvials (Hosp. Valld’Hebron), basa sus protocolos en seis pasos: higiene adecuada de manos, desinfección de la piel con clorhexidina, medidas de barrera total durante la inserción, preferencia de localización subclavia, retirada de catéteres innecesarios y manejo higiénico de estos. La pandemia obligó a adaptar las recomendaciones, teniendo en cuenta el uso continuo de equipos de protección individual, dificultando la valoración de la retirada de dispositivos vasculares innecesarios o el lavado higiénico o quirúrgico de las manos.

La experiencia en los hospitales es clara. Para María Jesús Pérez, enfermera de Microbiología y Enfermedades Infecciosas en el Hospital Gregorio Marañón, la formación es la clave para evitar las infecciones, además de implementar las medidas de prevención en todas las áreas del hospital y no solo en las UCI. “Es esencial que todo el personal implicado conozca bien los tipos de conectores, las medidas más asépticas para colocarlos, que retiren los que no son esenciales, elegir el central o el periférico según el caso…”. Además, expuso otras medidas como contar con monodosis de clorhexidina o no dejar ningún catéter sin controlar ni libre de apósito.

Las cifras que aporta Pérez reflejan una mayor incidencia de bacteriemias por catéteres colonizados en la UCI de adultos (de 1,78 a 3,29 por cada mil ingresos con respecto a antes de la primera ola y durante). También indican una subida de las candidemias. En la UCI pediátrica, en cambio, se mantuvieron estables con respecto a antes de la COVID-19. “Las medidas implantadas no funcionaron por la sobredimensión que supuso la pandemia, de ahí que recomendemos apostar por medidas nuevas como el uso de aplicadores con clorhexidina, jeringas precargadas para el lavado continuo de catéteres y, sobre todo, un mayor entrenamiento”. Esta experta recuerda que un episodio de bacteriemia relacionada con catéter tiene un coste aproximado de 18.000 euros, además de aumentar la mortalidad, por lo que “debe ser analizado como un evento adverso”.

¿Soluciones?

De este modo, durante un seminario monográfico organizado por la sociedad científica, los expertos han puesto sobre la mesa otros métodos adicionales que pueden ayudar a controlar la bacteriemia relacionada con catéter. Así lo confirmaron Leonardo Lorente (intensivista del Hospital Univ. Canarias) que ya habían implementado algunos de ellos en sus respectivos centros desde antes de la pandemia.

“2020 ha supuesto un paso atrás respecto al éxito de Bacteriemia Zero pero, afortunadamente, ya se conocen otras medidas que podían ayudar a mejorar lo conseguido”, explicó Lorente. Así, el intensivista expuso cinco fórmulas que cuentan con consenso internacional, especialmente en guías norteamericanas y asiáticas: uso de catéteres impregnados con antibióticos o clorhexidina (con los que se ha comprobado una disminución de la incidencia y en los que el riesgo de colonización por microorganismos resistentes no se ha visto en pacientes “Además, su coste compensa lo que supone una infección”, explicó), uso de apósitos impregnados de clorhexidina, baño higiénico diario con diferentes productos que contienen clorhexidina , tapones impregnados con antisépticos y un mayor uso de la ecografía para optimizar la cateterización de vías centrales (se disminuirían las complicaciones mecánicas).

Lorente, que ha adoptado algunas de estas nuevas fórmulas con éxito en su hospital desde 2006, recomendó, primero, optimizar las medidas de Bacteriemia Zero y, segundo, añadir una de las adicionales “al menos en los pacientes con mayor riesgo de contraer infección o de sufrir complicaciones si la tuviese”.

Por último, María Pilar Gracia (Hosp. del Mar, Barcelona), expuso la importancia del uso de apósitos impregnados con clorhexidina, como forma de minimizar la infección en los puntos de inserción de los catéteres. “Es una forma de mejorar los apósitos transparentes de poliuretano. Recordemos que la clorhexidina es el principal biocida en la prevención de infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria”, dijo. El uso de estos apósitos mantiene su actividad durante 7 a 10 días, en los que sigue liberando la clorhexidina. Su eficacia es conocida desde la década pasada, pero han sido estudios de 2019 los que cifraban en una bajada del 60% de los casos de bacteriemia y de colonización por multirresistentes. “Siempre sin reemplazar las mejores prácticas de inserción y mantenimiento”, puntualizó.