El desarrollo de una intervención quirúrgica para tratar la hidrocefalia con un brazo robótico en el Hospital Universitario La Paz ha logrado que la Comunidad de Madrid sea pionera en Europa en realizarlo a través de la sanidad pública. Efectuada por el Servicio de Neurología del centro hospitalario, la operación ha consistido en implantar en el paciente una válvula de derivación ventrículo-peritoneal para drenar el líquido extra desde el cerebro a la cavidad peritoneal, donde puede ser absorbido.
En la actualidad, el Servicio de Neurocirugía de La Paz realiza en torno a 100 procedimientos para tratar la hidrocefalia. Esta patología es consecuencia de la dilatación del sistema ventricular del cerebro debido a la acumulación de LCR, que ejerce presión en la cabeza por la imposibilidad de que el organismo lo absorba de manera adecuada, y precisa de intervención para eliminarlo. Como consecuencia de ello, en pacientes adultos afecta a la inestabilidad al caminar, con alteraciones en la marcha; alteraciones en la conducta similares a los que se dan en casos de demencia; y problemas en el control de esfínteres.
Planificación minuciosa y una hora y media de duración
Víctor Rodríguez, neurocirujano del centro hospitalario La Paz que participó en la intervención, relata en una entrevista a GM cómo fue todo el proceso. Así, explica que la cirugía requiere una planificación minuciosa y exhaustiva, basada en pruebas de imagen que realizadas previamente al paciente (TC y resonancia cerebrales). Posteriormente, prosigue, “se determina con precisión la ubicación exacta donde vamos a implantar el catéter cerebral dentro del sistema ventricular, permitiendo ajustes milimétricos en diferentes ejes para evitar lesionar estructuras cerebrales importantes”.
Como elementos fundamentales en este proceso Rodríguez destaca tanto el propio brazo robótico como la colaboración con todo el equipo junto con el soporte proporcionado por la empresa responsable del robot, a través de uno o varios especialistas de producto.
Poniendo el foco en la propia intervención, el neurocirujano alega que se realiza bajo anestesia general y tiene una duración total aproximada de una hora y media. “Esto representa un ligero aumento de tiempo, de unos 15 minutos, en comparación con los casos en los que no se utiliza el robot”, sostiene. Sin embargo, añade que, considerando que se trata de nuestros primeros casos con esta tecnología, “consideramos que este incremento no es significativo”.
Estado actual de la paciente
En este caso concreto, se han enfrentado al caso de una mujer diagnosticada de hidrocefalia crónica del adulto que le producía afectación a nivel de la marcha y la memoria. Con respecto a cómo se encuentra en la actualidad, Rodríguez señala que “se encuentra asintomática y lleva una vida normal, acorde con su edad”. Además, sostiene que en las visitas de seguimiento tras la intervención, siempre comenta que “ojalá se hubiera operado antes”.
“Se encuentra asintomática y lleva una vida normal, acorde con su edad”
No obstante, no todo el mundo puede acceder a este tipo de intervenciones actualmente. Al respecto, el neurocirujano de La Paz afirma que la implantación de una válvula de derivación es una decisión que debe ser cuidadosamente considerada y adaptada de manera individual a cada paciente, ya que, en la mayoría de los casos, esta válvula acompañará al paciente durante toda su vida. “Por esta razón, somos muy restrictivos al momento de recomendar su implantación”, asegura. “Una vez realizados los estudios pertinentes y determinado que el paciente es candidato para una derivación, cualquier persona puede someterse a la implantación con el brazo robótico, sin que existan contraindicaciones específicas en función de la edad (pudiendo emplearse tanto en la infancia como en la edad adulta), factores de riesgo o comorbilidades”, garantiza.
Una técnica mínimamente invasiva
Este innovador método permite que el neurocirujano pueda desempeñar su labor en la misma mesa donde está el paciente y mediante el brazo robótico. Así, logra como resultado una precisión milimétrica que le permite respetar zonas cerebrales como el área motora y, a su vez, delimitar una localización definitiva en el sistema ventricular.
De esta forma, se posiciona como una técnica mínimamente invasiva con la que se pueden prevenir posibles complicaciones graves e infecciones en el paciente, agilizar su recuperación y disminuir reingresos hospitalarios. Más en concreto, Rodriguez hace hincapié en que los dos principales riesgos de las válvulas de derivación son la obstrucción del flujo, que requiere una nueva intervención bajo anestesia general para ser reparada, y la infección del dispositivo. “Esta última complicación está relacionada con la primera, ya que un mayor número de reintervenciones incrementa el riesgo de infección”, indica. “Una infección del dispositivo puede desencadenar meningitis o ventriculitis, debido a la contaminación del líquido cefalorraquídeo y las envolturas cerebrales”, añade.
Proyecto Malposicionamiento Zero
Cabe destacar que anteriormente esta técnica estaba únicamente documentada en Estados Unidos e India, lo que supone todo un avance tanto para el sistema sanitario europeo como para el español. Gracias a este logro, el Servicio de Neurocirugía y de Traumatología del centro hospitalario continúan avanzando en el “Proyecto Malposicionamiento Zero”.
“Esta herramienta nos permite alcanzar una tasa de éxito en la implantación muy cercana al 100%”
Con él se busca disminuir con ayuda de esta tecnología de vanguardia déficits en los implantes que, según la evidencia científica, presentan elevadas tasas de mal posicionamiento, llegando alcanzar el 20 por ciento en operaciones de cráneo. El objetivo que persiguen es lograr obtener una precisión del cien por cien. “Esta herramienta nos permite alcanzar una tasa de éxito en la implantación muy cercana al cien por cien, lo que reduce significativamente el riesgo de malposicionamiento y, en consecuencia, el riesgo de reintervenciones y de infecciones potencialmente graves”, menciona Rodríguez. Además, saca a colación que diversos estudios indican que, sin asistencia robótica, el malposicionamiento y la necesidad de reintervención en los primeros 30 días tras la implantación de la válvula de derivación alcanzan entre un 10 por ciento y un 20 por ciento. “Estas son las cifras que buscamos mejorar con el uso de este sistema”, insiste.
Tumores, epilepsia y párkinson
Alzando la vista a futuro, con este tipo de cirugías se abre la puerta a su uso en otros procesos neuroquirúrgicos en los que la exactitud es de vital importancia. Es más, su implantación está ya abriendo nuevos horizontes en áreas como los tumores, la epilepsia o el párkinson. “En el ámbito oncológico, ya estamos realizando biopsias cerebrales percutáneas, lo que nos permite obtener muestras del tumor sin necesidad de hacer incisiones en la piel y con una precisión cercana al cien por cien”, relata.
Profundizando en la epilepsia, indica que también han llevado a cabo cuatro casos de epilepsia en los que utilizan un procedimiento llamado estereoelectroencefalografía (SEEG). “Este consiste en la implantación de electrodos en diferentes áreas del cerebro para estudiar de manera precisa cómo se distribuyen las descargas neuronales responsables de las crisis epilépticas”, sostiene.
En lo que respecta a patologías como el párkinson y otros trastornos del movimiento, Rodríguez alude a que se se tratan quirúrgicamente mediante la estimulación cerebral profunda. “Aunque aún no hemos realizado ningún caso de este tipo, el robot ofrece esta posibilidad, y estamos trabajando activamente en este campo para poder llevarlo a cabo en un futuro cercano”, concluye el neurocirujano de La Paz.