El frente a frente contra la COVID-19, una enfermedad en la que el principal factor de riesgo en cuanto a mortalidad es la edad, ha situado en un primer plano la necesidad de impulsar acciones a todos los niveles destinadas a construir una sociedad para todas las edades.
Es el objetivo principal de la Década del Envejecimiento Saludable 2020-2030, impulsada por la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la base de la Estrategia Mundial de la OMS sobre el Envejecimiento y la Salud y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
Un panel de expertos nacionales e internacionales ha analizado esta nueva visión y los retos pendientes en el marco del II Congreso Virtual de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), que finaliza este 4 de junio.

Para Alex Kalache, portavoz de la Age Friendly Foundation (Boston), esta iniciativa internacional promueve los entornos amigables, la acción contra el edadismo y una atención integral y centrada en la persona y en la cronicidad.
El principal reto a día de hoy, matiza Kalache, es la declaración de una Convención de protección de los derechos de las personas mayores en la Organización de Naciones Unidas.
El especialista realizó un recorrido histórico por este tipo de iniciativas que sitúan en el centro de atención a los mayores. El punto de partida es la primera Asamblea Mundial de Envejecimiento, celebrada en Viena en 1982, que marcó la creación de una sección y un programa de envejecimiento de la OMS.
Se partía de una visión “muy patológica y deficitaria de la vejez que equiparaba vejez a discapacidad”, expone. Además, imperó la visión sobre el envejecimiento de los países desarrollados, sin tener en cuenta a las naciones en vías de desarrollo.
Tras diferentes hitos como la Carta de Otawa en 1986 o el Año Internacional del Envejecimiento, declarado por la OMS en 1999, las bases del envejecimiento activo se sientan en la segunda Asamblea General de la ONU en Madrid.
Dentro del concepto de envejecimiento saludable, apuntó Kalache, se incluye “salud, aprendizaje de la vida, participación, derechos de participación, protección y seguridad”.
Según el especialista, de manera más reciente el concepto de envejecimiento activo se une al desarrollo urbanístico y arquitectónico, y surge el concepto de amigabilidad con las personas mayores desde la atención primaria. Un enfoque que “enfatiza la necesidad de respetar la voz y las preferencias de las personas mayores”, concluyó.
Newcastle: un ejemplo de apoyo a los mayores en la pandemia
La pandemia ha acentuado el riesgo de exclusión social de las personas mayores. Algunos ejemplos como la experiencia de Newcastle arrojan luz sobre las fórmulas que pueden ayudar a superar estas barreras en un contexto especialmente complejo.
Tomas Scharf, presidente de la Sociedad Británica de Gerontología, explicó este modelo de comunidad y ciudad amigable, que incluye la institución Elders Council para ayudar a la inclusión digital, el apoyo de voluntariado que responde llamadas telefónicas o una radio cooperativa, entre otras muchas iniciativas.
El experto analizó la exclusión social en edades avanzadas, el papel de las ciudades amigables con los mayores durante la pandemia y sus respuestas ante los problemas que ha planteado al colectivo.

“Entendemos la exclusión social como como un proceso complejo que refiere a la falta o negación de recursos, derechos, bienes y servicios al envejecer, y la inhabilidad de participar en las relaciones y actividades que son normales y accesibles a la mayor parte de la población, en todos sus ámbitos”, expuso.
Asimismo, añadió que la exclusión se acumula a lo largo del ciclo vital, algunas formas de exclusión aumentan conforme aumenta la edad, mientras que otras formas de exclusión se pueden ver de forma más crónica y se acumulan desde edades más tempranas a las más avanzadas. “Así, a medida que las personas envejecen, su salud empeora, necesitan mayores cuidados, y sus redes de apoyo social se ven reducidas”, indicó.
Respecto a la exclusión al acceso a servicios, instalaciones y movilidad, el experto subrayó que “muchas personas mayores se han visto desproporcionadamente excluidas del mundo digital, el acceso a servicios de salud o cuidados se ha visto disminuido o incluso negado. También existen restricciones al uso de otros servicios comerciales como supermercados o tiendas y que en muchos casos se ha visto incluso restringido el uso de los transportes públicos”.
En cuanto a los recursos materiales y financieros, Scharf hizo hincapié en que “los riesgos asociados al abandono prematuro del mercado laboral pueden llevar a un riesgo aumentado de pobreza para algunos grupos de personas mayores que ya eran vulnerables a la pobreza previamente”.
“También sabemos que, dependiendo de dónde la gente vive, se pueden ver muchas diferencias en la forma en la que se puede gestionar la vida diaria durante la pandemia: vivir en una casa grande con mucho espacio exterior en un barrio digno o una comunidad rural es muy distinto a la experiencia de las personas que han vivido encerradas en el interior de un piso sin ningún espacio exterior seguro en el que sentarse o disfrutar”, describió el especialista.
Tras este análisis, Scharf defendió que “las comunidades amigables con las personas mayores son exactamente los ambientes correctos en los que las sociedades pueden responder a la pandemia”. En su opinión, se trata de “un reto clave para todas las comunidades amigables ya que se requiere mucha colaboración en todos los ámbitos de la sociedad para combatir la pobreza, reducir los riesgos de exclusión social y aislamiento, mejorar el acceso a los servicios, asegurar la participación ciudadana de las personas mayores, abordar el edadismo y la discriminación basada en la edad, y promover la conexión con el hogar y la comunidad”.
El proyecto de vida individual como guía para la intervención en personas mayores
Por su parte Ángeles López Fraguas, consultora en desarrollo organizacional, destacó la importancia de utilizar el proyecto de vida de la persona como enfoque desde el que plantear las intervenciones con las personas mayores.
El proyecto de vida, explicó, “incluye tanto las metas como las acciones que una persona se propone para alcanzar las primeras”. De igual modo, subrayó que las acciones las puede realizar la persona o con la ayuda de otras personas.
Además, López Fraguas aludió al enfoque de capacidades de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, entre las que estarían “vida, salud física, integridad física, sentidos, imaginación y pensamiento, emociones, razón práctica, afiliación, otras especies, juego, control político y material y sobre el propio entorno”. “Una vida desprovista de alguna de estas capacidades no sería acorde con la dignidad humana”, describió en referencia a las aportaciones de la autora.