En el avance hacia una mejor asistencia en oncología, medir la calidad es un requisito fundamental. Así, expertos en el abordaje del cáncer reunidos en el XII Foro Eco debatieron los puntos de mejora y expusieron propuestas para progresar en este ámbito.
Ana Blasco, auditora de Calidad de la Fundación ECO, abordó la evolución y la situación actual en la medición de calidad. “En 2011, un documento publicado por la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) ya recogía que los avances que se habían producido en los últimos 50 años iban a ser muy diferentes a los que van a llegar”. Por ello, es necesario adaptar los sistemas de medición a las necesidades de cada momento.
Y es que, también se han dado cambios en la incidencia y prevalencia del cáncer en Europa. En este contexto, Blasco ponía el foco en un aspecto concreto: “los pacientes ahora viven más y esto tiene un sobrecoste”. Por ello, consideraba necesario trabajar en base a esta nueva realidad. “Se ha complicado el proceso al evaluar la calidad: antes se evaluaba el proceso y se veían los resultados; ahora vamos a tener que incorporar este gasto y otros aspectos”, señaló.
En este sentido, enumeró varias propuestas de acción. Entre ellas, apuntó a disponer de indicadores de calidad específicos; contar con métricas que permitan saber la situación y poder hacer benchmarking con otros compañeros; promover la acreditación de centros; impulsar programas de formación específica en calidad; fomentar la participación de los pacientes y/o asociaciones en la evaluación de la calidad asistencial y emitir informes públicos de calidad de los centros y los oncólogos.
Sistemas de medición
En la actualidad, existen varios sistemas de certificación en oncología. Entre ellos, la acreditación QOPI, otorgada conjuntamente por la Fundación ECO y la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) o la otorgada por la Organización Europea de Institutos de Cáncer (OECI, por sus siglas en inglés). También existe la certificación ISO, acrónimo de la Organización Internacional de Normalización por sus siglas en inglés, que crea estándares de calidad aplicables a múltiples ámbitos, entre ellos, diferentes niveles de la atención y gestión sanitaria.
Como puso de manifiesto Blasco durante su presentación, estas acreditaciones persiguen varios objetivos: mejorar los procesos; estandarización de la información; implantación de estándares de calidad específicos; identificar las áreas de desarrollo; fluidez en la colaboración multidisciplinar; eficiencia de los equipos con reconocimiento a la enfermería y posicionamiento del hospital a nivel internacional.
Para lograr hacerse con este tipo de reconocimientos que miden la calidad en la atención en cáncer, Blasco expuso que “esto se aplica al bloque de oncología, trabajando como un único cuerpo para obtener esta certificación”. Asimismo, puso en valor las autoevaluaciones que incluyen estos mecanismos, ya que bajo su punto de vista “permiten saber en qué punto estamos, los objetivos y el proceso”. “Si no medimos lo que tenemos, no sabremos dónde están los fallos o las áreas de mejora”, agregó.
En esta idea coincidió Emilio Esteban, patrono de la Fundación ECO y jefe de Servicio de Oncología en el Hospital Central de Asturias, definiendo como “crucial” esta evaluación e instando a “medir tanto la eficacia como la eficiencia”. En este sentido, aportó que “no hay que conformarse, sino estar continuamente alerta, ya que se trata de una patología muy crítica y sensible, en la que la calidad asistencial es básica”. A este respecto, Javier Cassinello, patrono de la Fundación ECO y jefe de Servicio de Oncología del Hospital de Guadalajara aseveró que “la complejidad de la oncología sólo se combate con calidad”.
‘Inculcar’ la calidad
Uno de los aspectos al que hizo referencia Cassinello fue a la necesidad de transmitir esta cultura de la calidad desde las primeras etapas de la oncología. “Es necesario introducir elementos de calidad en todas las fases, desde la formación MIR; en la formación de los clínicos, debe constituir un eje fundamental”. Dulce Ramírez, vicepresidenta Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA), coincidió en esta idea, apostando por “inculcar la cultura de la calidad, y esto tienen que hacerlo los profesionales, para conseguir que sea una realidad”.
En cuanto al proceso, Emilio Ignacio García, expresidente de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA) enumeró tres pilares que tildó de fundamentales a la hora de medir la calidad en oncología: “definir los criterios e indicadores; medir la calidad instrumentalizando los KPIs y, por último, implementar los planes de mejora”. “Lo verdaderamente importante son los indicadores de resultados y creo que esto necesita un impulso”, apostilló.
Para Ramírez, “la experiencia va más allá de lo que es la satisfacción y la calidad de vida”. “Si trasladamos al gerente unos resultados y estos muestran que se han mejorado en un 10 por ciento, esto no se puede rebatir; sí que hay que tener en cuenta que los presupuestos son finalistas, pero por ello hay que ponerse de acuerdo en qué es lo que aporta valor”. Aquí, coincidió con Emilio Ignacio en la idea de que “hay que definir qué indicadores sirven como KPIs, pero no sólo en cuanto a tasas de supervivencia, sino también con los PREMS, los PROMS, integrar la experiencia del paciente y que este también participe en la toma de decisiones”.
Raúl Córdoba, jefe asociado del Servicio Hematología en la Fundación Jiménez Díaz recordó “la hematología tiene mucho que aportar sobre cultura de la calidad”. “Venimos trabajando en ella hace mucho tiempo, en el laboratorio de diagnóstico, medicina transfusional y faltaba dar ese paso en calidad asistencial; cuando se nos propuso implementar un programa de calidad en el hospital, dijimos que queríamos estar ahí, para enriquecer también estos procesos en la parte de asistencia integral al paciente con cáncer”, precisó Córdoba.
Accesibilidad y agilidad
Carlos Camps, patrono de la Fundación ECO. Y jefe de Servicio de Oncología en el Hospital General de Valencia, planteó qué sistema de evaluación debe seleccionarse para medir la calidad con el foco puesto en los pacientes.
Para Esteban, “la mejor opción es prolongar en el tiempo una evaluación que cuesta dinero recursos y tiempo”. Asimismo, puntualizó que “una compleja maraña va a servir para muy poco, por lo que debería ser más estructural”. Otro punto que remarcó es que para que este tipo de evaluaciones sean útiles, los profesionales deben de contar con unas guías. “Si queremos expandir estos sistemas a relaciones con otros servicios en el tratamiento del cáncer, tenemos que plantear una especie de auditoría externa”, afirmó Esteban. Cassinello aportó que “a la hora de implementar esta cultura de la mejora, no siempre se puede depender de la mesogestión que no está involucrada en los procesos”. Por ello, el oncólogo del Hospital de Guadalajara abogó “por una autogestión, aplicando autoevaluaciones, ya que, aunque supone un esfuerzo, merece la pena”.
Bajo el punto de vista de Ignacio, estas certificaciones “deben ser más clínicas pero orientadas a pacientes, e incluyendo además de PREMs y PROMs, parámetros como la accesibilidad, la calidad científico-técnica o la satisfacción”. Ramírez señaló que, en definitiva, “se deben aplicar modelos más adaptados al sistema sanitario”.
Córdoba puso el foco en que “lo primero es ver qué queremos medir para ver qué sistema implementar”. “En nuestro caso, empezamos con QOPI y pasamos a Joint Commission, que obtuvimos a final del año pasado”, ejemplificó. Pero, para Córdoba, hay un aspecto fundamental: “oncólogos y hematólogos tenemos que trabajar con nuestras gerencias y direcciones para estar alineados”.
Por otra parte, Blasco aludió a que “hay que buscar el sistema de calidad que sea más accesible”. Para Cassinello esto es esencial, apuntando a que “la sobrecarga asistencial es enorme, y muchas veces no hay tiempo para nada”. Por ello Córdoba también apostó por la selección de “sistemas ágiles, capaces de adaptarse a las nuevas formas de medicina e integrar procesos de calidad asistencial”.
Para cerrar la mesa redonda, Pedro Pérez Segura, miembro de la Comisión Permanente de la Fundación ECO y jefe de Servicio de Oncología del Hospital Clínico San Carlos, aseveró que “calidad es hacer bien las cosas correctas y tenemos que integrar en nuestro genoma el afán de mejorar continuamente”.
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