La COVID-19 ha puesto sobre la mesa el  papel y las oportunidades que ofrece la tecnología sanitaria. El uso de la telemedicina para la monitorización ambulatoria es uno de los ejemplos. Se trata de que el paciente no tenga que acudir al hospital periódicamente para revisar su marcapasos o desfibrilador, sino que mediante un transmisor que coloca en su mesilla de noche, sea posible acceder a los datos, que llegan a una página web del hospital correspondiente y el servicio controla el perfecto funcionamiento del aparato. Algo útil en este contexto en el que el objetivo es reducir las visitas a los centros sanitarios. Con este objetivo tuvo lugar el encuentro virtual en el marco de la MedtechWeek 2020, “La monitorización remota: Cómo el COVID-19 ha transformado el cuidado de nuestros pacientes”, organizada por Gaceta Médica.

Como explicó el gerente del Hospital Universitario Virgen del Rocío, Manuel Molina, en el caso concreto de este hospital llevan mucho tiempo trabajando con el programa de crónicos para adaptar todas las herramientas y la tecnología que permita hacer un seguimiento más permanente y continuo a los pacientes, pero sin tener que desplazar al profesional ni masificar las consultas. “La COVID-19 ha potenciado al máximo estas herramientas y han visto como nos permite tratar a pacientes de forma telemática”. De hecho, explica, actualmente están potenciando en todas las áreas el uso de esas nuevas tecnologías. “Se trata de una oportunidad en la que hemos dado pasos de gigante en solo seis meses, hay que mantenerlo y que no tenga marcha atrás”, apuntó.

Por su parte, el jefe de Sección de Cardiología del Hospital Universitario 12 de Octubre, Rafael Salguero, esta situación está suponiendo una prueba de estrés muy importante. Frente a esto, “hemos buscado la solución que consideramos más oportuna”. La experiencia acumulada de estos meses pone de manifiesto que asuntos que frenaban el impulso de estas tecnologías, como el miedo del paciente, se ha superado por el miedo al virus. “Ahora no son pocos los pacientes que reclaman esta teleasistencia. Lo que tenemos es que ser inteligentes porque hay que aprovechar el impulso para dar el siguiente paso”.

En esta línea, Francisco Javier García, jefe de la Unidad de Arritmias en el Hospital de Burgos, explicó que “es probable que ahora exista una oportunidad de poner las cosas en su sitio y tecnologías que no usábamos lo que debíamos ahora las hemos usado incluso en exceso”.

Pedro Soriano, responsable de FFPaciente, ahondó en la importancia de la salud digital. Una herramienta que, en su opinión, ayuda al paciente a tener un poco más de conciencia en el proceso de su salud. “El paciente tiene más información puede acceder a ella y pueden crear comunidades de pacientes en red. Hacer una sanidad más participativa es importante”.

Un paso más en el seguimiento de pacientes

García explicó que con la monitorización remota de los dispositivos cardiacos implantables requieren de una supervisión de especialistas. “Hasta ahora los pacientes cada cierto tiempo visitaban los hospitales para chequearlos”. En este sentido, la monitorización remota permite que no tengan que acudir al centro sanitario para ver los resultados que muestra el dispositivo. “Dentro de la monitorización remota existen los seguimientos remotos en los que el paciente tiene un papel activo”. Esto permite, aseguró García, que no acuda al hospital y que el paciente le  transmita al clínico la información. Otra fórmula es la monitorización remota en la que no hace falta que el paciente transmita información. “Funciona como un sistema de alerta y podemos ver cuando existe una condición de alarma. Ambas son muy eficientes y reducen la carga de trabajo y la necesidad de acudir al hospital”, apuntó. Además, la monitorización remota permite intervenir en el pronóstico del paciente. “Hay grandes registros que nos permiten ver que cuanto mas adherencia a la monitorización remota hay más supervivencia, porque nos podemos adelantar antes de que se produzcan daños como la fibrilación auricular”, precisó García.

Las principales limitaciones actuales radican en que en la actualidad no hay tantos pacientes en monitorización remota. “Espero que consigamos que la mayor parte de pacientes estén incluidos. Pero necesitamos el reconocimiento de todas las administraciones dotar de recursos”, acotó.

Aplicaciones clínicas

Por su parte, Salgado explicó que el implante de un dispositivo persigue instimular al corazón para evitar complicaciones. “Son dispositivos electrónicos que tienen baterías, circuitos y elementos que hay que chequear”. De este modo, ¿qué diferencia hay entre un paciente con un seguimiento remoto o presencial? A los segundos, se les hace acudir una vez cada tres o seis meses para revisar que todos los parámetros del dispositivo están bien. “Se puede hacer de forma presencial para revisar el dispositivo. A los segundos, esas preguntas se las hace el dispositivo desde una página web.

Como apuntó Salguero, los clínicos se centran en intentar detectar a los pacientes que tienen insuficiencia cardiaca antes de que se perciba. “Esto es fundamental porque nos permitirá intervenir y descender hospitalización y mortalidad. Nos obliga a trabajar de forma diferente, reorganizarnos y no solo médicos, también enfermeros para vigilar a los pacientes”.

A este respecto, Molina explicó que la experiencia hospitalaria es “bastante potente”. “Según los últimos datos tenemos más de 819 pacientes en monitorización remota y el 40 por ciento con marcapasos y 60 con desfibriladores”.

A modo de ejemplo, Molina apuntó a que en 2019 tuvieron más de 4.000 consultas físicas. Algo que, a su juicio, demuestra que hay mucho camino por recorrer. Asimismo recalcó el papel que juega enfermería en el seguimiento de los pacientes. De hecho, el Virgen del Rocío está inmerso en el programa Mercurio, un proyecto que permite una comunicación bidireccional entre el paciente y el profesional. “Además, nos permite un intercambio seguro de datos y tenemos mucho campo por delante pero  nos está facilitando no solo la atención sino que disponemos de más espacio”.

Si se hace cuantificación del tiempo, habría que tener en cuenta que durante el 2019 se dieron más de 1.500 las telemonitoriazaciones, teniendo en cuenta que un paciente está en consulta mínimo unos 30 minutos… La respuesta está clara. “Nos encantaría poder hacer la monitorización de todos los pacientes e ir mejorándola, sobre todo del multipatológico”, precisó.  Precisamente, a este respecto García puntualizó que hace unos años se llevó a cabo un estudio en el que analizaba el tiempo de visita por paciente con marcapasos y desfibriladores. “Pudimos demostrar que se redujeron las visitas presenciales en torno al 80 por ciento”. En este sentido, el cardiólogo está convencido de que la monitorización remota debe ser para todos los pacientes.

Para Soriano, todo esto es un reto. “Hay que asegurarse de que hay un circuito seguro”, explicó. En su opinión, la pandemia ha hecho que los pacientes acepten la llegada de las tecnologías sanitarias. Son conscientes de que ayudan al sistema”.

En esta línea, para Salguero no hay que perder de vista que los recursos son limitados y hay que decidir en qué se invierte. La principal desventaja que ve este experto es la pérdida del contacto físico que existe con el profesional sanitario. Algo que es “de un valor incalculable”. Por otra parte, la protección de datos puede ser un hándicap, aunque considera que en ocasiones esto se ha utilizado como excusa para no potenciar y poner en marcha todas estas posibilidades. En definitiva, Salguero advierte que existe una brecha digital con las personas mayores, aunque éstas ya están teniendo su relevo en las  nuevas generaciones que ya son nativas.

Mejoras en práctica clínica

“Se ha visto en registros americanos con muchos miles de pacientes en los que se ha demostrado que los pacientes en seguimiento remoto cuanto más tiempo mejor supervivencia y expectativas de vida”, añadió García. Este experto indica que se ha demostrado en otros estudios que la monitorización remota permite adelantarse a determinados problemas y eso reduce la mortalidad. “El impacto es muy importante en los pacientes”.

Los expertos coincidieron en que la monitorización remota es el presente. “Es una tecnología muy fiable, nos permite tener en cuenta los parámetros de manera muy precoz. Ahora hay herramientas para poder conectarlos con el dispositivo móvil y seguro que podremos comunicarnos con el paciente por el mismo mecanismo”, añadió García.

¿Hacia dónde vamos?

De cara al futuro este cardiólogo considera que cuando el sistema entienda que la monitorización remota es realmente barata, “porque sale rentable”, no harán falta, a su juicio, demasiadas excusas.

Para Molina esto tiene que ser el futuro. “Lentamente la COVID-19 nos ha dado un impulso y hemos visto la utilidad para el seguimiento de pacientes y tiene que ser así. Tenemos que incentivar a nuestros profesionales”. Es cierto, dijo, que su puesta en marcha inicial puede requerir una inversión. Sin embargo, “al poco tiempo va a generar disminución de costes y más aprovechamiento de recursos”, precisó.

Salguero, por su parte, quiso finalizar con dos mensajes. Por un lado, “tenemos que intentar entre todos vencer las reticencias y las trabas. La dificultad no es una excusa”. Por otro lado, en su opinión hay que trabajar en vencer las trabas administrativas. Para ello, “las direcciones de los centros juegan un papel fundamental. Si vemos hacia donde tenemos que ir tenemos que ir hacia el mismo sitio”. Además, Salguero fue más allá. El papel de estos dispositivos va más allá de los pacientes. “Lo veo también hacia la población sana”. De este modo, comentó que la persona sana que se preocupa por su salud requerirá alguien al otro lado. “Va a ser un trabajo difícil pero la demanda existe y va a crecer”.

Por último, Soriano insistió en no perder la oportunidad. “Los pacientes tienen la posibilidad de participar más activamente en su autocuidado y su seguimiento y eso repercute en su salud. Vamos en el buen camino”, acotó.