La crisis sanitaria comienza a pasar factura en la salud mental de los profesionales. Iria Miguens, miembro de la Junta Directiva de SEMES, analiza el impacto en los servicios de Urgencias y las necesidades de los sanitarios en este terreno.

Pregunta. Los servicios de Urgencias llevan ya un año en primera línea de COVID-19, ¿qué impacto tiene esta exposición a un estrés continuado en los profesionales sanitarios?

Respuesta. El denominador común es el cansancio y la fatiga, que se traduce en trastornos ansiosos depresivos, insomnio, cambios de humor, irascibilidad, apatía… Es una lucha constante por intentar sobrevivir a la realidad que nos ha tocado. Eso en la parte personal.

También hay un síndrome del profesional quemado que se ha incrementado de una forma exponencial, porque pasamos de tener un trabajo muy dinámico, con muchos motivos de consulta diferentes, a tener una sobrecarga en una patología en concreto, nueva, con conocimientos muy limitados hasta hace unos meses, sin ver la luz.

Todo ello causa muchos cambios de humor y nos acerca a esa parte ansioso-depresiva de la que hablaba.

P. Un estudio reciente sobre la primera ola habla de más de un 45 por ciento de sanitarios en riesgo de padecer problemas de salud mental. Los médicos de Urgencias están entre los colectivos más afectados, ¿cuál es la visión desde SEMES?

R. El hecho de haber estado en primera línea desde el primer momento en esa primera ola fue determinante para acercarnos un poco al colapso. Somos humanos, en definitiva. Estamos acostumbrados a trabajar en situaciones de estrés, con cambios constantes, a manejar esa incertidumbre… Pero vernos sobrepasados por lo que es nuestro día a día es frustrante.

Todo eso conduce a la ansiedad, por la impotencia, a esa parte depresiva, de todo lo que hemos visto. Hemos visto muerte, que es el denominador común, y seguimos sometidos a incertidumbre, con novedades continuas y un protocolo que iba cambiando en cuestión de horas.

Más allá de eso, somos empáticos por definición. En minutos nos tienen que contar los pacientes sus sensaciones, cómo lo viven; vivimos la incertidumbre, que tampoco podíamos resolverla, porque nosotros mismos la teníamos.

“Estamos acostumbrados a entornos hostiles, a situaciones muy duras, pero todo eso se ha visto sobrepasado”

Haber empezado desde el minuto uno en primera línea y seguir ahí es algo que se está haciendo a expensas de lo que nos queda, nuestro bienestar. La ansiedad es inevitable, pero esta ansiedad está por encima de la media. Estamos acostumbrados a entornos hostiles, a situaciones muy duras, pero todo eso se ha visto sobrepasado.

¿Hasta qué punto el ser humano está concebido para afrontar esto sin que tenga unas secuelas? Lo peor de todo es que no hemos tenido tiempo para poder recuperarnos para seguir. Seguimos achicando aguas… sin una fecha en la que acabar.

Vimos llegar el tsunami, seguimos estando en él, y estamos peleando por paliar la situación, sabiendo que después vendrán el resto de patologías asociadas y sus consecuencias…

Ya estamos viendo consecuencias de no haber llegado a los servicios sanitarios a tiempo. Estamos viendo también esa otra ola de la salud mental de los sanitarios, que todavía no nos hemos recuperado, y observamos alteraciones y patologías manifiestas en nuestra día a día.

El ánimo no es el mismo. Es un sitio triste, la gente está apagada, y necesitamos tiempo y ayuda.

P. También citan una mayor vulnerabilidad en las mujeres.  ¿Qué nos puedes decir como directora, además, de Muejeres, el grupo de SEMES que aporta la perspectiva de género?

Es una realidad que la sanidad está feminizada. Somos mayoría y hemos sido las primeras en estar ahí. Por otra parte, somos mujeres en el ámbito asistencial, no en puestos de dirección.

Es un poco lo grueso de ese titular. Hay que contar también con el riesgo al contagio, las mujeres como madres, como núcleo familiar, se han visto alejadas de sus hijos, de sus familias, y eso tiene una implicación.

Por otra parte, hay que pensar también en el estigma de la mujer en el cuidado desde el nacimiento. Existe un componente desde la educación en la infancia que hace que las niñas estén más implicadas en los cuidados. Eso implica llegar a casa, pero no puedo cuidar, porque me tengo que cuidar yo, y es difícil encajar ese sentimiento.

“Tenemos que trabajar mucho en el hecho de reconocer que no somos máquinas y que necesitamos ayuda. Eso está más avanzado en el caso de la mujer”

Algo en lo que tenemos que trabajar mucho es en el hecho de reconocer que no estamos bien, que no somos máquinas y que necesitamos ayuda, eso está más avanzado en el caso de la mujer.

Está claro que nosotras hemos estado en primera línea siendo mayoría en el sector sanitario. Me llamó la atención la capacidad de liderazgo de las mujeres en momentos muy agudos y hemos demostrado una constancia y una fortaleza que ha dejado patente que debemos tener también puestos de liderazgo en sanidad.

Hemos estado en la parte más asistencial, nos hemos contagiado más, hemos sufrido más patología de salud mental. Hemos demostrado que la sanidad es femenina por algo y no puedo estar más orgullosa del papel de la mujer en esta pandemia.

P. ¿Con qué tipo de apoyos cuentan los médicos de urgencia para proteger su salud mental?

R. Desde la primera ola el apoyo que hemos tenido es admirable. Desde el principio se organizaron grupos de apoyo por parte de los psicólogos de los hospitales. Ha sido así al menos en los hospitales más afectados por COVID. Eso en un plano más institucional.

Hemos tenido un apoyo real por parte de los compañeros de psiquiatría, psicólogos o de otras especialidades para poder hablar entre nosotros y desahogarnos. Todos somos conscientes de que estamos en un momento crítico; de que la salud mental importa, y de que no lo estamos pasando bien.

No obstante, es cierto que a veces es insuficiente, porque no sabemos cuánto más vamos a necesitar.

Más allá de lo que hacemos todos a título individual, que estamos buscando apoyo psicológico o en algunos casos psiquiátrico, los hospitales están dando ese soporte. Hay grupos y consultas de psiquiatría para personal sanitario con estrés postraumático o agudo.   

P. ¿Es necesario establecer protocolos de prevención que permitan reducir al máximo el impacto de estos problemas de salud mental entre los profesionales?

R. Por supuesto. Ahora mismo tiene que ser algo prioritario. La gestión de la pandemia pasa por eso. Por tener protocolos de cuidados, asistencia y detección precoz de signos de alarma de patología mental. Ya no solo el hecho de que un sanitario ponga de manifiesto una situación y se actúe, sino de buscar signos de alerta de profesionales que aún teniendo señales no lo manifiestan, ya sea por estigma o por otras circunstancias.

“Es algo que no solo afecta al presente. Puede ser un desastre a nivel asistencial si los profesionales no estamos bien”

Es fundamental trabajar en este tema. Protocolizarlo, que la administración pública tome partido, porque es algo que no solo afecta al presente, puede ser un desastre a nivel asistencial si los profesionales no estamos bien.

No podemos cuidar si no estamos en perfectas condiciones. Necesitamos estar bien y para ello necesitamos ayuda de todas las instituciones, protocolos adecuados y la implicación de todos. No es solo un problema sanitario, sino también un problema social y un problema grave. No podemos mantener la sanidad si los profesionales no están bien.

P. El servicio de Urgencias, además, es la puerta de entrada de pacientes con tentativa fallida de suicidio. ¿Qué impacto tiene para los profesionales la exposición a esta realidad tan dura que ha empeorado, además, en estos meses de pandemia?

R. Por supuesto, es muy impactante. Cada caso es único e inolvidable. El incremento que estamos viendo de forma llamativa desde el inicio de la pandemia ha sido exponencial… En intentos autolíticos, consumo de tóxicos, patología psiquiátrica… Te hace ser todavía más consciente de que es un problema muy global. Hay un problema social que solo se puede abordar colaborando con otros servicios, con un trabajo muy multidisciplinar y apoyo de la administración.

“Somos un punto clave para poder incorporar a ese paciente al sistema sanitario dentro de un circuito que le ayude y le proporcione el soporte psiquiátrico y psicológico que necesita”

Somos un punto clave para poder incorporar a ese paciente al sistema sanitario dentro de un circuito que le ayude y le proporcione el soporte psiquiátrico y psicológico que necesita.

Para nosotros es un signo de alarma que nos hace ver que esta pandemia va más allá del COVID, es algo más que fiebre y neumonía. Hay una pandemia de salud mental en la que tenemos que colaborar como médicos de urgencias.

Necesitamos incluir a ese paciente en los circuitos, tiene que ser un trabajo muy multidisciplinar y también tiene que contar con el apoyo de la Administración. Es imprescindible que trabajemos todos juntos.

Especialidad sin reconocimiento

Junto al estrés de la crisis sanitaria, la falta de reconocimiento de la especialidad también incrementa la frustración de los profesionales. Iria Miguens no oculta su enfado ante esta situación, y admite estar también “consternada y asustada”, porque no se sabe “cuál es la deriva sanitaria que quieren para nuestro sistema sanitario”.

“Más allá del beneficio de los pacientes, hay también un mensaje para los profesionales. Es el mejor reconocimiento que nos pueden hacer. Somos especialistas, nadie podría haber hecho este trabajo como lo hicieron todos mis compañeros en el servicio de urgencias”, sentencia.

En su opinión, “es momento de dejar a un lado todas las diferencias del pasado. Están muy claras las competencias de los médicos de atención primaria, que han hecho un trabajo fantástico, pero nuestro trabajo no lo puede hacer otra persona que no sea un médico de urgencias cualificado”.

“Esos 70.000 muertos han pasado en algún momento por un servicio de urgencias o emergencias”, concluye.


También te puede interesar…