Entre el 10-20 por ciento de quienes han sufrido COVID-19 podrían continuar con sintomatología semanas después de la infección. Se estima que este complejo de síntomas, conocido como COVID persistente, podría afectar a más de medio millón de personas en España. Una situación muy incapacitante en algunos casos, que mina enormemente la calidad de vida de aquellos pacientes que la padecen. De hecho, tal y como exponen numerosos investigadores, los síntomas propios de la enfermedad permanecen con la misma intensidad e, incluso, pueden aparecer nuevos.

“Existen miles de afectados que, tras la infección, continúan luchando con síntomas derivados del COVID. Las enfermeras, como profesionales más cercanos al paciente, vamos a estar a su lado también en estos momentos, cuidando y ayudándolos para mejorar estas dolencias”, afirma Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería (CGE), que recuerda que todos aquellos que lo necesiten pueden consultar sus dudas con las enfermeras.

Con el objetivo de explicar y desgranar estas posibles dolencias tras sufrir la enfermedad, la Organización Colegial de Enfermería ha lanzado una infografía y un vídeo animado de uso público con todos los detalles sobre el COVID persistente. Actualmente, no hay factores de riesgo claros y puede aparecer aunque los síntomas hayan sido leves. Aunque daña primariamente a los pulmones, el SARS-CoV-2 puede afectar a otros órganos y esto puede aumentar el riesgo de efectos prolongados.

Tal y como detalla el CGE, la enfermedad puede conllevar consigo problemas respiratorios, neurológicos, cardíacos y circulatorios, del sistema nervioso autónomo, digestivos, de salud mental y otros como alteraciones del olfato y el gusto. Fatiga, dificultad para respirar, tos, dolor en las articulaciones, muscular, en el pecho, de cabeza, fiebre intermitente, falta de apetito, diarrea, insomnio, formación de coágulos… son solo algunos de estos posibles síntomas que podrían ser consecuencia del COVID persistente.

Seguimiento post-COVID y salud mental

“Es imprescindible que las personas que tienen estos síntomas consulten con el profesional de referencia y las enfermeras estamos muy atentas a este tipo de patologías porque debemos identificarlos para que no pasen desapercibidos. Hay que valorar para que no haya un infradiagnóstico de este síndrome o que se enmascaren otro tipo de enfermedades o patologías pensando que todo se achaca al COVID-19”, explica Guadalupe Fontán, enfermera del CGE.

Además, aquellos que han estado ingresados en la UCI, por el mero hecho de sobrevivir a esta experiencia, pueden ser más propensos a sufrir problemas como el síndrome de estrés postraumático, depresión o ansiedad. Para las enfermeras, cuidar de la salud mental de estos pacientes es una pieza clave para mejorar su calidad de vida.

“Hay otras necesidades de salud que se pueden ver afectadas en estos momentos como es la incorporación al trabajo, el estrés que puede suponer, trastornos del sueño… Las enfermeras debemos estar muy atentas a ese tipo de situaciones para poder prevenirlas o tratarlas en el caso de que ya se hayan producido”, apunta Fontán.


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