Rafael Urrialde.

La publicación reciente de una nueva directriz de la Organización Mundial de la Salud sobre el empleo de los edulcorantes no azucarados, en la que desaconseja su uso para controlar el peso corporal o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles, ha avivado el debate sobre uso de estos aditivos en el terreno de la nutrición.

Rafael Urrialde, experto en seguridad alimentaria y profesor en la facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid y en la facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo-CEU, además de vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nutrición, explica a GACETA MÉDICA todos los matices de esta recomendación, de manera que los profesionales de la medicina puedan emplear en su consulta criterios basados en la evidencia científica.

El experto subraya, en primer lugar, que es importante diferenciar la información que recoge la nota de prensa remitida por la Organización Mundial de la Salud y el contenido de las guías publicadas. Además, remarca que “hay que tener en cuenta que este tipo de recomendaciones son sustancialmente diferentes de los consejos habituales sobre consumo de carne o alcohol, puesto que la primera entidad que aprueba a nivel mundial el uso de edulcorantes es JECFA, un comité mixto integrado por la FAO y la OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios”.

De este modo, insiste en que “ante la menor sospecha de que hay problemas para la salud con el consumo de algún edulcorante, inmediatamente tendría que revocar la autorización”. No en vano, es en esta autorización en la que se basan las agencias alimentarias de ámbito nacional para su aprobación en mercados nacionales, justifica el experto.

Asimismo, Urrialde subraya que “cuando entramos en profundidad en el estudio llama la atención que la recomendación es condicional, lo que implica baja evidencia científica”, o lo que es lo mismo “los efectos positivos no están muy claros sobre los negativos, pero los negativos no superan tampoco los positivos” matiza.

De este modo, considera que existe una doble interpretación: una, en la línea de las afirmaciones realizadas, que no aconsejan el consumo de edulcorantes, y otra, que implica que no hay suficiente evidencia científica para desaconsejar el consumo de edulcorantes. “De cara a la divulgación han optado por la primera, pero, insisto, ante la menor duda, deben revocar la autorización, que es algo que está en su mano”, remarca con contundencia.

Para Urrialde, resulta llamativo que incluso se haga referencia al empleo de estevia (glucósidos de esteviol) que es de origen natural, que no se consume solo como edulcorante, en referencia al consumo de infusiones de hoja de estevia en la Unión Europea.

Estudios observacionales

Otro dato importante es que “los autores reconocen que mayoritariamente lo que existe sobre este asunto son estudios observacionales, no experimentales ni ensayos clínicos en humanos”. “Es una circunstancia que toda la epidemiología nutricional se está basando en estudios observacionales y tendríamos que dar un paso más a otro tipo de estudios que obliguen a tener mucho más en cuenta los resultados”, advierte.

Por otro lado, el experto indica que los autores hablan de una causalidad inversa. “Dejando a un lado el caso de la diabetes, que han mantenido fuera, esto implica que las personas con patologías son las que consumen edulcorantes, ya que han de reducir el consumo de azúcar”, aclara.

En cualquier caso, Urrialde destaca que obvia decir que los edulcorantes hay que consumirlos con racionalidad: “están en muchísimos productos, en infinidad de combinaciones, y tienen que servir para reducir la cantidad de azúcar de los productos y el grado de dulzor”, insiste.

En la misma línea, defiende que el edulcorante es una herramienta de reducción de azúcar, no una herramienta para reducir el peso. Al mismo tiempo que destaca el impacto de los efectos de indulgencia de compensación en el balance: el clásico café con sacarina y un cruasán con mermelada y mantequilla.

Según su análisis, “al final, sobre el sobrepeso y la obesidad o las enfermedades cardiovasculares, lo que influye es la dieta total, el uso de edulcorantes es solo una herramienta para reducir la cantidad de azúcar. Si reduzco la cantidad de azúcar de todos los alimentos, la cantidad de grasa y la cantidad de sal, habría un efecto sobre la patología. De otro modo no”, apunta.

Recomendaciones en la consulta

Es lógico pensar que el revuelo causado por la repercusión mediática de este anuncio de la OMS, se traduzca en dudas de los pacientes en la consulta de atención primaria.

La recomendación del experto para los facultativos es clara: “todo lo que tienen que gestionar sobre alimentación en la consulta debe estar basado en guías alimentarias locales, diseñadas para la población española”.

“Cuando hay una patología, es imprescindible reducir el consumo de ingredientes sobre los que hay demostrada evidencia científica que afectan a determinadas patologías, como puede ser la sal, el azúcar, las grasas saturadas, el colesterol, todo lo que tiene un aval científico”, sentencia.

Al margen de esto, subraya que “hay herramientas que ayudan no a tener un control directo sobre la patología, pero sí a hacer una mejor gestión de la carga calórica, que sabemos que influye de manera especial en personas mayores de 50 años”.

Urrialde añade que “hay que tener en cuenta también que para que exista una buena situación en términos de alimentación y nutrición debe haber una buena adherencia a la dieta”. Para ello, “es preciso lograr una cierta palatabilidad de los alimentos, y es en este punto donde encajaría un uso racional de los edulcorantes”, continúa.

Para finalizar, el experto hace hincapié en que es importante apostar por el uso de edulcorantes de origen natural. En la actualidad hay tres disponibles: glucósido de esteviol, neohesperidina dihidrochalcona, presente en el albedo de los cítricos, y taumatina, que es una proteína.

Asimismo, insiste en que es preciso investigar y trabajar más en este terreno: “cuanta más variabilidad haya de edulcorantes, más difícil será superar la ingesta diaria admisible que es un umbral que se establece desde las autoridades de seguridad alimentaria”, concluye.