Carmen Moreno (SEP): “Lo que valía hace 20 años no vale ahora; arrastrar prácticas no útiles es un perjuicio”

GACETA MÉDICA entrevista a Carmen Moreno, jefa de sección en el Instituto de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón e interlocutora 'no hacer' de la SEP

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En 2013, Ministerio de Sanidad y sociedades científicas dieron vuelo a una iniciativa para marcar una serie de recomendaciones sobre ‘no hacer’ en cada especialidad. El objetivo así era reducir las intervenciones innecesarias que no han demostrado eficacia o que tienen efectividad escasa o dudosa y no son coste-efectivas o prioritarias. Para profundizar en esta tarea, la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) ha establecido un diálogo preliminar con el Ministerio que culminó con la designación de una persona al frente del desafío para actualizar estas recomendaciones.

Se trata de Carmen Moreno, doctora en Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), profesora asociada en la Facultad de Medicina en el mismo centro y jefa de sección en el Instituto de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón. Experta en calidad asistencial, ha atendido a Gaceta Médica para analizar la hoja de ruta del proyecto desde la SEP.

Pregunta. ¿Por qué es importante revisar en Psiquiatría lo que no se debe hacer? ¿Qué tiene de particular esta especialidad y la patología mental?

Respuesta. Este campo es fundamental en la medicina en general y desde luego también en la psiquiatría, y es importante porque el hecho de que haya cosas que llevamos haciendo tiempo no significa que sean cosas que tenemos que seguir manteniendo. Lo que valía hace 20 años no son las cosas que valen ahora; realmente, arrastrar prácticas no útiles es un perjuicio, por un lado, por su falta de utilidad y beneficio, y por otro, porque estamos sometiendo a veces a los pacientes a procedimientos o tratamientos sin eficacia. En ocasiones, la propia acción es un perjuicio. 

En el caso de la psiquiatría, ya ha habido previamente iniciativas de las sociedades, por ejemplo, la SEP en nombre de la cual voy a predicar como panelista en esta iniciativa del Ministerio de Sanidad, ya se han hecho recomendaciones de no hacer, que tienen que ver con, por ejemplo, grupos de fármacos que sabemos que no son útiles para algunas enfermedades.

P. ¿Desde dónde se parte en este campo concreto?

R. Por ejemplo, se detectó en su día que los antihistamínicos se utilizaban de una forma que no está avalada por la evidencia científica para tratar trastorno como trastornos de ansiedad. En este sentido, se recomendó que esa práctica se parase porque es una práctica poco útil y que está privaba a los pacientes de los tratamientos que les harían falta. También otro tipo de prácticas que podían suponer incluso hacer exploraciones a los pacientes, como analíticas en algunos casos, en los que el resultado no va a ser útil. Por ejemplo, los niveles plasmáticos de algunas sustancias como la serotonina, para detectar si eso hacía más o menos probable que la persona tuviera un trastorno depresivo pues esos niveles plasmáticos no tienen ninguna utilidad.

Carmen Moreno junto a Celso Arango, presidente de la SEP, en una fotografía de archivo.

También determinados tratamientos, por ejemplo, medicaciones muy prescritas como algunos tranquilizantes, como las benzodiacepinas cuando las administramos a alguien mayor para una indicación que pueda estar justificada, como el insomnio. Si elegimos en alguien mayor unas benzodiacepinas que tengan una vida media muy larga, es decir, que estén mucho tiempo en el organismo no solo les ayudará a dormir, sino que desgraciadamente al día siguiente les provocará somnolencia, dificultades a nivel cognitivo, etc.

“Se detectó en su día que los antihistamínicos se utilizaban de una forma que no está avalada por la evidencia científica para tratar trastornos como los de ansiedad”

Se trata de poner el acento en las prácticas que están basadas en la evidencia y destacar algunas otras que son usuales, que se llevan a cabo con relativa frecuencia. Esto puede suceder en distintos ámbitos en los que se trata salud mental: a veces en la primaria, otras en la especializada. Pero es importante señalar que hay algunas prácticas que a lo largo del tiempo se ha visto que no tienen evidencia de eficacia.

Las recomendaciones que te hablo llevan tiempo habiendo sido difundidas por la SEP; lo que se trata es de actualizar las mismas y de además darles una difusión mayor, porque este rédito lo lleva a cabo el Ministerio y lógicamente la difusión de estas recomendaciones será mayor. Lo deseable sería no quedarse en elaborar un documento que sin duda va a ser de utilidad, sino poder hacer después un seguimiento de cómo ese documento se lleva a la práctica clínica.

P. ¿Qué retos plantea el desarrollo de estas nuevas recomendaciones y cuál es el camino a seguir?

R. El aspecto diferencial que tenemos por delante es el deseo de agrupar el punto de vistas de las diferentes sociedades científicas que tienen que ver con la práctica clínica de la psiquiatría. Las propias sociedades podrán realizar unas recomendaciones que luego pasarán un cribado. El objetivo es que los profesionales clínicos vean si estas recomendaciones son o no aplicables al contexto del SNS. Ahí es donde vamos a estar apoyando Ana Catalán y yo, que somos las dos personas en relación a la SEP que vamos a formar parte del panel de evaluación de estas recomendaciones.  Realmente, es un proyecto ambicioso en el que se va a recoger la opinión de profesionales cualificados, va a tener varios filtros y finalmente esperemos que los resultados que tengamos reflejen todas las necesidades y opiniones.

P. ¿Están trabajando, entonces, en sintonía con el Ministerio en esta tarea? 

R. La solicitud parte del Ministerio para reactivar las prácticas que estaban vigentes para volverlas a mirar. Desde la SEP estamos trabajando desde hace tiempo y acaba de dar sus frutos en lo respectivo a indicadores de calidad, que va en la misma línea. Hablamos de la importancia de resumir las prácticas de no hacer, pero igual de importante es asegurarnos del grado de cumplimiento de estas recomendaciones. Ahora habrá que redefinir cuáles son las necesidades en este campo con las novedades que haya habido en los últimos años. Entendemos que la coordinación va a partir desde el Ministerio, sobre todo porque luego la difusión de las prácticas de no hacer etc. tendrán mucho más valor y será mucho más fácil llegar al mayor número de profesionales.

“Lo deseable sería no quedarse en elaborar un documento, sino hacer después un seguimiento de cómo este se lleva a la práctica clínica”

El ciclo lógico sería, primero realizar una revisión de evidencia de aquellas prácticas que no tiene sentido mantener en el tiempo; hacer un documento consensuado y hacer difusión de el mismo. Todavía no hemos empezado a trabajar con el Ministerio con datos más concretos, pero realmente nuestra propuesta al menos, cuando tengamos la oportunidad de empezar a trabajar, va a ser que luego haya una fase de monitorización.

P. ¿Se ha cuantificado qué ahorro supondría dejar de usar recursos que es mejor no utilizar o que no aportan valor?

R. Es uno de los aspectos que hay que mirar, porque efectivamente hay algunos recursos que tienen que ver con realizar determinado tipo de analíticas, o procedimientos, con lo que eso supone de personal que tiene que hacerlo, tiempo empleado, etc. Y desde luego, hay otros que tienen que ver con el tiempo que tenemos a una persona de baja si le estamos dando una medicación que no funciona; eso también son recursos indirectos que tendría todo el sentido poder mirar.

Una cosa son los recursos del sistema sanitario, que a lo mejor se utilizan para alguien que no los necesita y que podrían utilizar para otras personas, acortando listas de espera, etc. y otros son los recursos que suponen tener a alguien en una situación de baja laboral y que está recibiendo un tratamiento y que no tenga sentido darle ese tratamiento sino darle otro y por ese motivo estemos aumentando el tiempo de baja y de que no esté siendo productivo.


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