Se empieza por placer y acaba en abuso. El consumo se intensifica y el malestar físico y psicológico es cada vez mayor si se priva de esa conducta. Aparecen consecuencias negativas en la vida laboral, académica y social. Se pierde el control del comportamiento y la dependencia es casi absoluta. Son algunas de las señales de alerta sobre una adicción, que puede no involucrar sustancias. Las adicciones comportamentales, es decir, no químicas, pueden parecer inofensivas, pero tienen efectos problemáticos que requieren atención sanitaria y psicosocial especializada.

El juego con dinero, el uso de internet y las redes sociales, los videojuegos, el sexo y las compras son actividades y comportamientos cotidianos, distintos de los que históricamente se consideran perjudiciales, pero que pueden derivar en una conducta adictiva, sobre todo, en personas vulnerables y predispuestas. “A veces, encuentran en estos medios una salida a situaciones problemáticas como la soledad, el aislamiento, las deficientes habilidades sociales o la baja autoestima”, explica Ignacio Civeira, psiquiatra infanto-juvenil en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón.

En 2023, el 96 por ciento de la población usó internet con fines lúdicos y cerca del 60 por ciento jugó con dinero, según el ‘Informe sobre adicciones comportamentales y otros trastornos adictivos’. Lógicamente, no todo este uso se puede catalogar de problemático. Solo un pequeño porcentaje desembocaría en un consumo compulsivo, del 3,5 y del 1,7 por ciento respectivamente. Sin embargo, entre personas vulnerables, como la población joven y adolescente, estas cifras se disparan. El posible uso problemático de internet entre los estudiantes de 14 a 18 años fue del 20,5 por ciento en 2022, de acuerdo con la encuesta ESTUDES 2023; mientras que el 23,5 por ciento de los que jugaron con dinero online tendría un juego problemático (un 20,5 por ciento en la modalidad presencial).

El Hospital Gregorio Marañón estrenó en 2022 el Centro Integral de Prevención e Investigación en Adicciones Comportamentales, conocido como Centro AdCom Madrid, incluido en el Instituto de Psiquiatría y Salud Mental, con el objetivo de atender a cualquier persona mayor de 12 años que muestre estos comportamientos adictivos, ya sea por el juego patológico, la compra abusiva, la conducta sexual compulsiva o el uso problemático de las redes sociales. El citado es directo, a través de la web de AdCom Madrid, sin necesidad de una derivación médica. “Pero estamos intentando que desde Atención Primaria los profesionales sanitarios que detecten una posible problemática recomienden este servicio”, indica Civeira.

Tratamiento múltiple

En España, cerca de 4.000 personas iniciaron en 2023 un tratamiento por adicciones sin sustancia, según el Informe que publica el Plan Nacional Sobre Drogas, que por primera vez aporta datos sobre admisiones a tratamiento por adicciones comportamentales en la red pública. En el caso de AdCom Madrid, tras acceder al cribado, los pacientes se clasifican en tres categorías: “En la primera, consideramos que no tiene un consumo problemático. En la segunda, pasamos a considerar que existe un riesgo, pero que el recurso recomendado no es el nuestro. Y, por último, en el tercero sí que vemos una situación en la que la adicción comportamental está en primera línea”, aclara el psiquiatra infanto-juvenil del Centro.

El equipo multidisciplinar de este centro madrileño (psiquiatras de adultos e infanto-juveniles, psicólogo, enfermera y trabajador social), en caso de que detecte una conducta adictiva, cita entonces al paciente para una evaluación más exhaustiva en consulta. “Inicialmente, hacemos una analítica de sangre para controlar su estado físico, así como una analítica de sustancias”, comenta Civeira sobre la intervención que reciben este tipo de personas. Aunque puede compartir similitudes con las adicciones que involucran sustancias, aquí el tratamiento ha de ser diferenciado: “En este caso, no se le puede proponer una abstinencia completa del medio al supuestamente es adicto, puesto que es un medio habitual. Imagínate no tener el móvil, no poder comprar, no tener relaciones sexuales o no tener acceso al dinero”, precisa.

De las 4.000 personas que iniciaron un tratamiento por esta causa en toda España, en torno al 80 por ciento lo hizo por adicción al juego y apuestas, según el mencionado Informe. El proceso de recuperación de estas personas “suele ser largo”, asegura Civeira, ya que implica una enfermedad mental crónica y debe tenerse en cuenta posibles recaídas. “En nuestro caso, las intervenciones son intensivas, a corto plazo”, explica. El plan de tratamiento es múltiple, desde lo individual hasta lo grupal: “Siempre se inicia un tratamiento individual, mientras que el grupal va en función de las circunstancias y las necesidades del paciente”.

Internet y redes sociales

Una parte importante de estos pacientes (un 23,7 por ciento en el conjunto del país, según el Informe) presenta patología dual, es decir, diferente al trastorno por el que es admitido a tratamiento. De modo que la comorbilidad “es el foco de intervención prioritario”, añade el especialista: “Últimamente, estamos viendo inmadurez a nivel conductual, impulsividad, deficiente gestión de la tensión nerviosa o un componente evitativo frente a la tan necesaria capacidad de afrontar los problemas. Por ende, la impronta que define este perfil es la adolescencia”. En esta población, el uso de internet y las redes sociales tiene un papel diferencial.

Al contrario que el juego patológico, donde el 91,6 por ciento son hombres, el consumo adictivo de internet y redes sociales se asocia en mayor grado a las mujeres. En estos casos, la intervención se basa en cuantificar y cualificar. El equipo del Gregorio Marañón mide el tiempo real que una persona pasa en estos medios. “No puede ser que las redes sociales ocupen espacios prioritarios en el día a día”, exclama Civeira. En cuanto la calidad, los especialistas evalúan el perfil de interacción; en definitiva, valora el sentido que tiene la interacción para esa paciente. “Se trabaja desde el autocontrol hasta las alternativas al uso de las redes sociales, en forma de ocupación o tiempo de ocio”, explica.

La dimensión cambiante de este fenómeno —“todavía no sabemos la dimensión real del problema”— pero, sobre todo, la normalización de estas conductas compulsivas dificulta la atención de las personas con adicciones comportamentales. En este sentido, el experto apunta a necesidad de trabajar en la promoción del uso adecuado para intervenir sobre el problema: “En el ámbito infanto-juvenil, cuidado con normalizar el acceso continuo a internet, cuidado con la digitalización excesiva de la educación y cuidado con el uso indiscriminado a las redes sociales sin medida”.


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