El momento más difícil al que se enfrenta el médico en su desempeño profesional es el de dar malas noticias a su paciente, por ello, contar con algunas pautas puede evitar cometer errores y ayudar al enfermo a hacer frente a la información.
Marcos Gómez Sancho, autor de ‘Cómo dar malas noticias en medicina’ explica a GM que es fundamental hacerlo solo cuando se sepa el diagnóstico exacto de la enfermedad, no antes, ya que en ocasiones se comete el error de decirle algo al enfermo cuando solamente es una sospecha o de hacer comentarios desafortunados tales como “tiene muy mala pinta lo suyo” o “no me gusta nada como está esto”, algo que se debe evitar y esperar a estar totalmente seguro.
La persona responsable de comunicar la mala noticia al paciente es el médico, pues es el que tiene todos los datos sobre el diagnóstico “y podrá responder a todas aquellas preguntas o dudas que el enfermo exprese” cuando recibe la información. Además, es el profesional que ha establecido una relación terapéutica médico-paciente adecuada, algo que “puede amortiguar en gran parte el impacto de dar esa mala noticia”.
En lo que respecta a la familia del paciente, la ley española y los principios de la ética aconsejan que el objeto de la información sea el paciente y solamente aquellas personas que el paciente autorice. En este sentido, Gómez Sancho apunta a que La Ley General de Sanidad de 1986 indicaba que es obligación del médico informar al paciente y a los familiares, “y eso tenía un resabio paternalista que es inaceptable”. Posteriormente, la ley de Autonomía del Paciente de 2002 lo corrige y señala que el destinatario de la información tiene que ser el paciente y solamente las personas que él autorice, pues tiene derecho a elegir si no quiere que ciertos miembros de su familia lo sepan. En este sentido, el experto afirma que este es otro de los puntos donde se comenten algunos de los errores más frecuentes.
Este último problema es común en todos los países del entorno de la cultura latina porque la familia es mucho más paternalista que en el caso de la anglosajona. Por eso, en España “muchísimas veces” la familia induce a los médicos a que oculten el diagnóstico al paciente, algo que hacen únicamente con afán de protegerlo sin ser conscientes de que es contraproducente.
Y es que, tal y como detalló Gómez Sancho, la persona “antes o después” va a descubrir que tiene esa enfermedad y, en consecuencia, a saber que su médico y su familia —que son quienes más le importan en ese momento— llevan unas semanas o unos meses mintiéndole, lo que genera “una amargura tremenda en el paciente” y ocasiona que pierda la confianza en el médico y genera conflictos con su familia.
Cómo decirlo
Aunque el médico debe decirle la verdad al paciente, no se trata de decirlo a bocajarro, sino, por ejemplo, írselo diciendo poco a poco, dosificándole la información para que sea una “verdad soportable”, detalla el experto. “Decimos que es como un medicamento, que si das mucha dosis haces daño y si no llegas a un mínimo no hace efecto”, subraya para añadir que debe hacerse teniendo en cuenta lo que el paciente es capaz de asumir en cada momento.
Gómez Sancho continúa asegurando que en este campo no rige la fórmula jurídica de “promete usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, pues puede no ser necesario decir toda la verdad, sino que el facultativo puede guardar una parte de la misma e írsela diciendo al paciente a medida que vaya preguntando o que vaya metabolizando la información que se le ha ido aportando.
“No tenemos la obligación de decir toda la verdad de repente, pero a lo que no estamos autorizados y nunca debemos hacer es mentir”, aconseja el experto a todos los médicos que puedan encontrarse ante una situación de estas características.
Errores más frecuentes
En resumen, entre los errores más comunes se encuentran el ocultar la verdad al paciente por presiones de la familia, en cuyo caso lo que debería hacerse es trabajar con la familia y explicarles que ese tipo de actitud es perjudicial para el paciente. En este sentido, explica que se le puede decir a la familia que no hay inconveniente en no darle al paciente cierta información en caso de que no pregunte, aunque si lo hace no se le podrá mentir. En este caso, es muy importante también dejar patente el compromiso personal del médico con el paciente, dejando claro que seguirá a su lado y al de su familia, que podrá ayudarlos y nunca los va a abandonar. “Ese compromiso personal de seguimiento y acompañamiento es fundamental para contrarrestar y contrapesar la mala noticia”, incide.
Otro riesgo muy importante es al estar obligados por ley a informar es hacerlo de golpe y sin tener en cuenta consideraciones de tipo humano, ya que esa manera de dar la información de forma “brutal” hace muchísimo daño a los pacientes, y “tan malo es callarse y mentir como dar toda la información brusca y sin hacerlo desde el punto de vista médico adecuadamente”.
EL libro
“Si consideramos la muerte como un fracaso terapéutico, siempre resulta difícil dar una mala noticia”, asegura el autor del libro, una obra que pretende ser una guía útil frente a uno de los retos más difíciles a los que se enfrentan los profesionales de la salud: dar malas noticias.
Marcos Gómez Sancho es doctor en medicina por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y honoris causa por la Universidad de la República de Uruguay. Es especialista en anestesiología y reanimación por la Universidad de Sevilla y tiene un máster, así como otros títulos de posgrado en cuidados paliativos. Es también expresidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal).