GM Madrid | viernes, 03 de noviembre de 2017 h |

La disponibilidad de los antipsicóticos de segunda generación, cuyo uso supone una disminución de efectos adversos y una mejora de la tolerabilidad, “aventuró la implementación de la cultura de la calidad de vida y de indicadores en la gestión de la salud mental, un área que se caracteriza con una ausencia casi total de estándares”, explica Carlos Mur, Director Gerente del Hospital Universitario de Fuenlabrada, Coordinador Científico de la Estrategia Nacional de Salud Mental.

Éste es el punto de partida de ‘Criterios de Calidad en Psiquiatría’.

Para Miquel Roca, ex presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y uno de los coordinadores del libro, precisamente, la justificación de la mencionada obra es que “en el área de la psiquiatría, la toma de decisiones es doblemente compleja en cuanto a tratar o no tratar, con qué tratar y con qué terapias. A esto se añade que la determinación y evaluación de indicadores también es muy complejo debido a la información disponible, el acceso a fuentes de información debido a la confidencialidad, la experiencia personal, las pruebas objetivas, la gravedad, la urgencia, etcétera”.

Este documento recoge indicadores de las tres patologías mentales más graves y difíciles de tratar: esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión.

“Los indicadores son de tres tipos: de estructura, de proceso y de resultados y un total de 17 indicadores de depresión, 16 de esquizofrenia y 17 de trastorno bipolar”, explica Roca. “El libro supone solo el primer paso de una línea de trabajo fundamental para la salud mental: conseguir que los centros asistenciales sometan los criterios a evaluación para obtener datos de la situación y detectar áreas de mejora y que, asimismo, puedan acreditar la calidad de la atención que prestan a los pacientes con alguna patología mental”.

Los directivos

Respecto al papel de los directivos de la salud, Joaquín Estévez, presidente de Sedisa, afirma que “contar con directivos profesionalizados significa ayudar a implementar criterios que hagan viable la calidad y su evaluación y, además, implementarlo de forma estratégica para la institución u hospital, sin perder de vista la eficiencia y la sostenibilidad del sistema”. En definitiva, se trata, a su juicio, de unificar objetivos con los profesionales sanitarios, con el fin último de aportar al paciente la mejor calidad posible.

Calidad como concepto complejo, “formado por diferentes y numerosas dimensiones, como la científico-técnica, la efectividad, la eficiencia o el mayor grado de calidad que se consigue con los recursos disponibles, la accesibilidad o facilidad con la que la población recibe la atención que requiere, la satisfacción, la aceptabilidad, la adecuación o adaptación del servicio a la necesidad del paciente, la continuidad, la seguridad clínica y la comunicación”, afirma Manel Santiñá, presidente de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA). “Para ello, se deben definir procesos asistenciales, desarrollar indicadores, evaluar y medir resultados clínicos y de satisfacción por parte de pacientes y familiares y fijar objetivos periódicos de mejora de la calidad”.

En definitiva, el presidente de la SECA destaca que es necesario contar con un plan de calidad, “enmarcado en la política de calidad de la empresa y usando las unidades de calidad, estructurales o funcionales, como elementos dinamizadores”.