“A nivel clínico las cosas se están controlando; a nivel epidemiológico, no”. Con esta afirmación abría Rafael Bengoa, codirector de SI-HEALTH y exconsejero de Sanidad del gobierno vasco, el encuentro virtual ‘COVID-19 en España: ante el reto de controlar la pandemia’ organizado por Gaceta Médica con el apoyo de Gilead. Para Bengoa, “esta segunda oleada se controlará no con lo que estamos haciendo hoy, sino con un confinamiento severo dentro de 10 o 15 días”.

Bengoa apostaba por que “haya un grupo que reflexione por qué no hemos aprendido nada de la primera oleada, y razone qué tenemos que hacer de aquí a navidad para asegurar que, cuando empiecen a bajar los datos, tengamos una estrategia de salida mejor que la de la primera ola”.

En esta misma línea se manifestaba Ricardo Campos, exsecretario general de Sanidad y Consumo. “Vamos un poco por detrás del virus; independientemente de poner medidas, han de cumplirse y entenderse por la ciudadanía; no puede haber mensajes contradictorios”, planteaba. Además, coincidía con Bengoa en que “si no se controla la curva, va a venir un confinamiento”.

Desde el plano clínico, Campos se mostraba más optimista precisando que “se controla mejor a los pacientes y hemos aprendido que hay tratamientos que no sirven para nada; ahora hay que cuidar que no se abandone a otras patologías”. En definitiva, expresaba su deseo de que “de esta segunda oleada salgamos aprendidos para que el virus no nos marque la agenda, sino que se la marquemos nosotros”.

Eficacia de las medidas

Antoni Trilla, jefe de Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, se mostraba de acuerdo con el resto de ponentes en que las situaciones de descontrol vividas en las últimas semanas “avisaban de la necesidad de mejorar las capacidades de rastreo y de control, lo que no se ha logrado del todo”. En su opinión, existe mucha incertidumbre todavía. “No sabemos si las medidas van a ser efectivas; creemos que son eficaces pero el seguimiento es totalmente desigual”, lamentaba. Por ello, hacía uso de la jerga futbolística y aludía al “partido a partido” para decidir los pasos a seguir.

También Jesús Mª Aranaz, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, llamaba a mirar hacia el futuro. “Dejemos el pesimismo para cuando las cosas vayan mal de verdad, usemos el optimismo para ver qué podemos hacer”, sugería. Explicaba que en medicina es habitual enfrentarse a la incertidumbre, concretando que “aunque estamos ante una enfermedad que nos ha sorprendido, hay que destacar que se han producido avances científicos en tiempo récord”.

Lectura crítica

Julián Olalla, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC) se refería al desgaste de los profesionales. Bajo su punto de vista “ha hecho falta una lectura crítica de cómo se respondió a la primera oleada”. Olalla opinaba que con la población hay que usar un lenguaje claro puesto que “los ciudadanos han de saber a lo que se enfrentan, porque si no, da igual que haya medicamentos eficaces o una vacuna –sobre todo teniendo en cuenta los datos del CIS que revelan que no se alcanzaría una cobertura alta de vacunación contra la COVID-19–”.

“Ahora contamos con dos fármacos aprobados para manejar la COVID-19; pero hay que romper la ensoñación de que los médicos podemos con todo; la población tiene que saber a qué se enfrenta, si no, da igual que tengamos medicamentos eficaces o una vacuna”, explicaba Olalla. Así las cosas, aseveraba que “hay que transmitir a la población que, o nos salvamos todos, o nos hundimos todos”.

También Trilla apostaba por medir la actuación de España. “Desde el grupo que lo demandamos en The Lancet seguimos presionando; la Unión Europea ya obligó a España a tener un organismo independiente como la AIrEF y yo propongo crear uno igual pero sanitario”, atajaba el experto. Y es que, creía fundamental  que, en caso de sufrir situaciones parecidas “la sociedad civil vea que hay un órgano que vigila cómo se están haciendo las cosas, lo que además permitirá reforzar las estructuras”.

Autocrítica y responsabilidad compartida

Los expertos coincidían en la necesidad de autocrítica. Desde la perspectiva de Bengoa “no se aprende nada si preguntamos de quién ha sido la culpa, hay que ver qué ha pasado”. Campos se mostraba de acuerdo con el exconsejero vasco, añadiendo  que “cuando hace falta, hay que ser drásticos y cortar el problema de raíz; se han tomado medidas tímidas y el coronavirus ha ido por delante”. Aun así, consideraba que los facultativos tienen que seguir colaborando para poner en valor “la atención primaria, que es lo más importante y en los últimos años se ha tendido al hospitalocentrismo”. En palabras de Campos “la Atención Primaria nos puede ayudar a controlar la pandemia en primera línea, por lo que hay que dotarla de medios”.

Por su parte, Trilla consideraba que la responsabilidad ha de ser compartida, aunque siempre atendiendo a los expertos. “El gobierno sueco hizo caso a una autoridad epidemiológica y están bastante bien; Alemania tiene un cuerpo potente científico y los políticos les hacen caso”, detallaba. En España, a tenor de Trilla “hace falta argumentar bien, justificar por qué hay que hacer las cosas y cómo se puede medir el efecto y las consecuencias”.

Para responder con más contundencia, Aranaz proponía “establecer estrategias de actuación comunes, en este caso, a nivel europeo”. Para ello, sugería recurrir al benchmarking, para analizar aciertos y errores de otros territorios y adoptar las mejores prácticas; “si intensificamos la búsqueda de lo que puede dar mejores resultados en base a la evidencia científica, que es cambiante, controlaremos mejor la situación hasta que tengamos vacunas y tratamientos más eficaces”. “Un problema global requiere de soluciones globales”, apuntaba.

Más coordinación

Sobre el papel de la ciencia también se pronunciaba Olalla. “Después del ‘Congreso COVID-19’ celebrado en septiembre, se generó un manifiesto elaborado por diversas sociedades, en el que se ponía a las sociedades científicas al servicio de las administraciones; los firmantes siguen esperando a que les contesten”, aseguraba. Este conocimiento es más importante que nunca en tiempos de pandemia. “Hagas lo que hagas, hay cosas que van a salir mal; va a haber infectados y muertes, impacto en la economía… hay que tener muchos hombros para soportar eso, pero escuchar a los que más saben habría sido útil para mejorar”, criticaba Olalla.

Otro de los puntos en el que insistía Pascual Piñera, vicepresidente segundo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) era la necesidad de unión. “No tiene sentido que cada autonomía vaya por su lado; echo de menos una autoridad supranacional que marque el rumbo y aunque el Consejo Interterritorial trabaja mucho y toma decisiones, hace falta alguien que coordine y fije las restricciones mínimas independientemente de la autonomía”, reflexionaba.

También se refería a este punto Piñera, advirtiendo de las medidas desiguales que se están aplicando entre regiones. “Se está pensando en que las restricciones no hagan mucho daño, y no está claro que esto sea factible”. “Lograr el equilibrio entre economía y salud es difícil y es lo que nos está llevando al caos”, concluía.

Problemas en los centros

“España no está teniendo músculo para mejorar la situación como otros países; el perfil del paciente ha cambiado, pero amanecer con la mitad de las camas dificulta el abordaje de la enfermedad”, expresaba Piñera. Aquí, añadía que “en esta ola ha tardado mucho en definirse el perfil de la enfermedad y en reconocerse su gravedad; no hemos sido capaces de transmitir que sigue muriendo gente”, agregaba el urgenciólogo. Y es que, aunque especificaba que “el paciente medio ha cambiado, siendo más joven y menos pluripatológico, creemos que el problema puede situarse en aquellos pacientes cuya enfermedad progrese y lleguen a la UCI”.

Siguiendo este hilo, Piñera ponía el foco sobre las carencias en recursos. “Lo que nos puede faltar son espacios y eso es difícil hacerlo en dos meses; por ello, nos estamos reinventando”, concretaba. Sin embargo, Olalla sitúa la mayor barrera en otro punto. “Hablamos de aumentar camas y puestos de UCI, pero el principal problema es que no tenemos tantos intensivistas como se necesitaría para atender a pacientes críticos”, aseguraba. Por ello, opinaba que, mientras las cifras de hospitalizaciones sigan como ahora, la pandemia no irá a peor, puntualizando que “si aumentan los ingresos y la ocupación de camas en UCI, es cuando todo será más difícil de controlar”.

Desde la parte positiva Piñera señalaba que ahora ya conocen qué medicamentos no funcionan, por lo que es más fácil afinar los tratamientos y evitar que los pacientes empeoren en los casos posibles; “ahora usamos los fármacos que sabemos que sí funcionan y con ello hemos logrado mejorar el pronóstico de algunos pacientes”. Pero, para Trilla, además de las mejoras terapéuticas, urge buscar soluciones más allá del ámbito clínico. “Cuando podamos buscar soluciones organizativas, seremos capaces de dar el gran salto”, vaticinaba.

Mirada al futuro

“La ciencia nos va a sacar de este pozo sí o sí”, aseguraba Trilla. Pero insistía en la necesidad de mejorar la comunicación hacia los ciudadanos, porque según el especialista “el ser humano necesita que le expliquen qué se espera de él, y quién va a sufrir más si las cosas no se hacen bien”. “Si hemos de afrontar pandemias en el futuro, esto nos ha de servir de gran lección; hay que poner más recursos en juego por lo que pueda pasar”, resolvía.

También Campos transmitía un mensaje optimista. “No vivimos en un país frágil, seguro que lo vamos a conseguir”. Sin embargo, expresaba que echa de menos “más pedagogía, que es la que nos hará ver las cosas más claras; para ello también creo que ayuda tomar decisiones similares a diferentes niveles”. Para salir de la pandemia, opinaba que “hay que ponerse las pilas, hacer caso a los técnicos e ir por delante del virus”.

“Evidentemente todo llega y todo pasa, lo que me preocupa es la variación en la percepción de riesgo”, exponía Aranaz. Por ello resaltaba que, para él, “el reto está en saber las claves para modular esta percepción y controlar aquellas medidas más sencillas”. En sentido ligeramente más pesimista se expresaba Olalla, opinando que “iremos de derrota en derrota hasta la victoria final; para lograrla, toca poner en valor la evidencia científica y cambiar los hábitos de la población”.

Para Piñera, la fórmula también es sencilla. “Tenemos que tener una percepción del riesgo, el problema es la gente mayor a la que se puede contagiar aunque el portador no tenga síntomas”, explicaba. “Salir adelante, saldremos; pero cuando llegue la vacuna habrá que aumentar la pedagogía y concienciación, puesto que es la vacuna la que va a definir el futuro de esta pandemia”, finalizaba.