Uno de los grandes temas que afecta al sector sanitario desde la irrupción de la pandemia por COVID-19 es el abordaje de la escasez de profesionales en los sistemas sanitarios. Tanto es así, que las instituciones europeas ya lo tratan como una problemática global, impulsando estudios e iniciativas para el conjunto de los países miembros y su entorno de cara a abordarlo de la manera más eficaz y sostenible posible. Para ello, no hay fórmulas mágicas. Sin embargo, algunos estudios como el recientemente publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) apuntalan acuerdos sobre las causas y perfilan estrategias para mitigar el déficit.

Una preocupación que “no es nueva” en el entorno y que se debe principalmente al fenómeno de la “doble demografía” de una población que envejece junto a su personal sanitario. Así, el estudio “Health at a Glance: Europe 2024. State of Health in the EU Cycle” de la OCDE define también tres estrategias para abordar la escasez de mano de obra a corto y a largo plazo: “capacitar” a un mayor número de profesionales sanitarios”, “retener” a los profesionales más tiempo en su ejercicio a través de la mejora de las condiciones laborales y “apoyar las innovaciones” en la prestación de los servicios, haciendo consiguientemente un uso más eficaz del personal sanitario disponible y de las nuevas tecnologías.

Sin embargo, advierten de la importancia de la obtención de datos de calidad a niveles nacionales y de la adaptación constante de las medidas a las realidades concretas de los sistemas sanitarios. Por tanto, ¿de qué situación parte España respecto a los datos promedio de la Unión Europea (UE)?

El sector salud en España supone el 9,2% del empleo total

El informe revela que la tendencia a aumentar el peso del sector sanitario en el empleo es ascendente en “la mayoría” de los países europeos desde hace ya dos décadas, pero sobre todo, los registros más elevados llegaron tras la irrupción pandémica, estableciéndose como el primer empleador en muchos de ellos.

Concretamente, en España el ámbito de la salud supone el 9,2% del total, situándose ligeramente por debajo de la media europea, de un 11%, con una posición 15ª de 29. Aún así y a pesar del crecimiento, se ha alentado sobre “el reto de garantizar una oferta adecuada y sostenible” de personal sanitario para satisfacer “las necesidades futuras”, teniendo en cuenta, precisamente, el fenómeno generalizado de la doble demografía: no es sola cuestión de aumentar cuantitativamente el número de profesionales, sino de estimular su “productividad” a través de incentivos, capacitaciones e incorporaciones tecnológicas.

De media, en los países de la UE se contabilizaron “4,2 médicos por cada 1.000 habitantes” para el año 2022, un promedio que también cumple España, registrando una proporción idéntica. Sin embargo, no ocurre lo mismo respecto a la enfermería: si bien las enfermeras suponen “la categoría más numerosa de trabajadores sanitarios en todos los países”, en el ámbito nacional no ocurre igual, situándose en torno a 6 por cada 1.000, por debajo de las 8,4 europeas, tan solo por delante de Grecia (2), Letonia (4), Bulgaria (4,2), Chipre (5), Hungría (5,5), Polonia (5,5) y República Checa (5,8).

Así, en una visión global y agregada del conjunto del personal sanitario, las características españolas de la distribución del trabajo en salud sugieren que existe “una mayor dependencia de los médicos” para prestar los servicios asistenciales, por ello, el envejecimiento de la plantilla médica supone un reto para el país. Y es que, en efecto, el 34% de los doctores españoles tenían, ya para 2022, más de 55 años, una cifra alineada con la media europea (35%) y que supone, por tanto, una de las variables clave para comprender la escasez profesional.

Faltan médicos, sobre todo, generalistas

Los problemas relacionados con la escasez de médicos no solo radican en la composición etaria de las plantillas, a menudo se relaciona más específicamente con las categorías profesionales y su distribución geográfica. De esta manera, el estudio muestra que, de media, se ha experimentado un aumento de especialistas y que, además, se concentran en torno a las capitales nacionales o grandes metrópolis.

Los datos más recientes disponibles de la UE reflejan que el 21% son generalistas, suponiendo uno de cada 5 médicos, el 67% especialistas y el 11% se engloban en otro tipo de categorías. España, en su caso, parte de una situación similar, tendiendo a ubicarse geográficamente en las grandes urbes. Este fenómeno ha sido denominado como “desertificación médica”, y resulta imprescindible su abordaje para que las cifras sean tendentes a encontrar un equilibro que alcance a congregar “al menos el 30% de las plantillas” en torno a la medicina familiar y comunitaria.

Múltiples países han implementado políticas para abordar dichos desiertos, basadas, sobre todo, en incentivos financieros, rediseñando los sistemas de salud o implementando soluciones digitales como la telemedicina. En concreto, España ha incentivado la “salud digital” con programas de telemonitorización combinados con la introducción de prácticas de enfermería avanzada sin médicos, además de promover medidas que fomentan el trabajo en entornos rurales o de difícil acceso, la inversión en infraestructuras como centros de salud o programas de formación para los estudiantes.

La escasez afectó a la capacidad de respuesta a la pandemia

Sin embargo, que la escasez se concentre en torno a la práctica generalista de la medicina no implica que las especialidades no ostenten necesidades de refuerzo, como tampoco en la enfermería o en las profesiones técnicas relacionadas con los cuidados. España, junto a Portugal y Austria, es uno de los países que han reportado necesidades en múltiples “categorías de trabajadores de la salud y de cuidados de larga duración”, algo que “afectó a su capacidad para dar respuesta a la pandemia” entre los años 2020 y 2021.

Observando los datos recogidos en el cuestionario sobre resiliencia de los sistemas de salud europeos en 2022 de la OCDE, España es el único país que ha registrado deficiencias en la totalidad de sus categorías profesionales, tanto de médicos, como de enfermeras y auxiliares en las UCI, los hospitales y los centros de salud, incluyendo la asistencia domiciliaria.

En perspectiva y a modo de contraste, 21 de 28 países de la UE (75%) notificaron una escasez de médicos generalistas y/o especialistas, alrededor del 60% reportaron falta de enfermeras y el 55% de auxiliares o asistentes sanitarios.

Faltan graduados en medicina y enfermería

Tras la irrupción del COVID-19, muchos países identificaron la necesidad de formar a más profesionales sanitarios, decidiendo aumentar el número de plazas en Medicina y Enfermería en las universidades. Y, aunque reconocen que es una medida que contempla cierto “desfase temporal” al resultar efectiva en el medio plazo, se pueden sacar algunas conclusiones en relación a los últimos datos disponibles.

Para 2022, el promedio europeo se establecía en 15,5 graduados en enfermería y 37,5 en medicina por cada 100.000 habitantes. Cifras que contrastan ampliamente con las españolas, que son inferiores en ambos programas: la media nacional supera por poco los 20 profesionales por cada 100.000 habitantes.

Fuente: informe Health at a Glance: Europe 2024. State of Health in the EU Cycle (OCDE). Leyenda: ES equivale a España, EU a Unión Europea (valores promedio).

A pesar de los esfuerzos registrados para el incremento de graduados, el estudio muestra preocupación tanto por las “tasas de abandono”, reseñables sobre todo en el ámbito de la enfermería, y la “pérdida de interés” de los jóvenes para trabajar en el sector sanitario.

Aunque convertirse en médico sigue siendo una aspiración profesional popular entre los europeos de 15 años, según los datos recogidos por el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de 2022, el interés por la enfermería ha disminuido considerablemente: “menos del 2% desean convertirse en enfermeros, una proporción 4 veces menor que la de los que aspiran a convertirse en médicos”, expone el informe. Algo que relacionan con el “estereotipo persistente” de que la enfermería es una profesión que “solo atrae a mujeres”.

Esta caída contrasta con el aumento de interés respecto a profesiones relacionadas con el desarrollo tecnológico (TIC) de acuerdo al promedio europeo, sin embargo, España despunta en esta cuestión: la relación respecto a la media de la UE es positiva en ambos sectores, y la distancia porcentual entre ellos es apenas reseñable.

La interinidad puede causar problemas a largo plazo

Atendiendo a la calidad del empleo, una de las cuestiones por la que los expertos expresan preocupación para atender al déficit, destacan no solo las cuestiones referidas a las remuneraciones o la longevidad de la vida profesional, sino también a una de las características principales de contratación en los sistemas sanitarios europeos: la temporalidad o interinidad.

El sector utiliza frecuentemente, sobre todo, desde la irrupción de la pandemia, personal temporal para hacer frente a la escasez de mano de obra ante aumentos inesperados de la demanda de ciertos servicios asistenciales. Sin embargo, según el estudio, “la evidencia reciente sugiere que estas modalidades de trabajo se han vuelto más sistemáticas”, algo que “aumenta los costes” y puede “generar tensiones” en el centro de trabajo.

En España, esta cuestión “sigue siendo un problema”. En 2020, el 42% de los trabajadores sanitarios ostentaban contratos temporales frente al 28% que se registraba en la década anterior, provocando una percepción de “degradación de las condiciones” de trabajo, una “creciente insatisfacción laboral” e incluso “intención de abandonar” el puesto, de acuerdo a a varias encuestas realizadas al personal sanitario. Una situación que se ha intentado paliar a través del impulso de nuevas regulaciones, reseñando en este punto una de las iniciativas adoptadas por este país, la reforma laboral, que pretende “reducir el uso” de esta modalidad de contratación “restringiendo su uso a circunstancias específicas” y “promoviendo la conversión de personal temporal de larga duración en puestos permanentes”.

Edad de jubilación y emigración, elementos clave

Por último, y de acuerdo al envejecimiento de los profesionales sanitarios apuntado anteriormente, retener a los médicos durante más tiempo en el ejercicio asistencial ha resultado ser una opción viable para paliar la escasez, en particular, en los países en los que el número de nuevos graduados no llega a sustituir a los que se jubilan.

Es el caso de España y de otros 6 países del entorno europeo (República Checa, Grecia, Irlanda, Letonia y Portugal), que revisten entre sus medidas la posibilidad de impulsar estrategias para “mantener o aumentar la oferta” prolongando la vida laboral. Según la OCDE, esto puede lograrse “mediante reformas generales de las pensiones que aumenten la edad de jubilación” o el impulso de “incentivos más específicos” para que los médicos alarguen su ejercicio, por ejemplo, mejorando remuneraciones (sobre todo, en enfermería especializada).

De la misma manera, la emigración de profesionales sanitarios a otros países de la UE es habitual en el ámbito nacional. Si bien es cierto que la preocupación general europea se centra en la debilidad de la popularizada medida de contratación de profesionales extranjeros, dada justamente la falta de sostenibilidad provocada en los países emisores por ostentar también déficits, los estados de origen afectados han tomado medidas.

España supone la bolsa de trabajo médica de países como Irlanda, Alemania o Suiza, que registra entradas anuales de titulados españoles en sus sistemas sanitarios, ocurriendo de manera similar con la enfermería, lo que ha suscitado preocupación por la denominada “fuga de cerebros”.


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