La Estrategia de la Industria Farmacéutica, recientemente aprobada en el Consejo de Ministros, marca la hoja de ruta de los próximos cuatro años (2024-2028). Se articula como un plan de acción del Gobierno que se inscribe dentro de las reformas abordadas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y tiene tres ejes básicos: el acceso de los pacientes, la cobertura de necesidades médicas no cubiertas y la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS); el fomento de la investigación, la innovación y el desarrollo; y, finalmente, asegurar la competitividad del sector y su contribución a la autonomía estratégica a través de una cadena de suministro sólida, resiliente y ecosostenible.
El texto, elaborado por los Ministerios de Sanidad, Hacienda, Industria y Turismo y Ciencia, Innovación y Universidades; y las principales patronales de la industria farmacéutica en España, recoge que las propuestas y acciones contempladas se alinean en torno a las necesidades en salud de la población identificadas como parte de una política pública y no como la suma de las demandas de cada uno de los individuos. Por tanto, precisa que “un sistema farmacéutico en el que no exista una expresión pública de las necesidades termina orientándose más hacia la capacidad de oferta de los desarrolladores de tecnologías que a la satisfacción de una demanda estructurada como parte de una política pública”. Dicho lo cual, este eje transversal pretende impregnar todos los pilares de esta Estrategia y formar parte de un cambio en el paradigma del desarrollo del sistema farmacéutico.
De esta forma, identifica como áreas prioritarias de inversión para la industria farmacéutica las enfermedades raras, las enfermedades crónicas, las resistencias a los antibióticos, las enfermedades infecciosas emergentes, la medicina personalizada de precisión, las terapias avanzadas y el reposicionamiento terapéutico. En primer lugar, menciona que las patologías raras suponen una carga significativa para pacientes y familiares a causa del retraso en el diagnóstico, la inexistencia de tratamientos y la afectación de la calidad de vida, subrayando que la inversión en este conjunto de patologías no solo mejora directamente la vida de los pacientes y sus familias, sino que también impulsa avances científicos más amplios.
En lo relativo a patologías crónicas, advierte que los tratamientos para abordarlas “deben ser una prioridad debido al creciente desafío que representa en la salud pública global”. De esta forma, enfermedades como la diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cáncer, y enfermedades neurodegenerativas o respiratorias crónicas afectan a millones de personas y suponen una carga significativa en todos los sentidos, “por lo que invertir en este campo reduce los costes asociados con su manejo”. Respecto a las resistencias a los antibióticos y enfermedades infecciosas emergentes, menciona que estas tienen un impacto crítico en la salud pública global. En el caso de las resistencias a los antibióticos, se estima para 2050 serán responsable de 10 millones de muertes anuales, lo que podría amenazar con revertir décadas de avances médicos. “Esto no solo aumenta la morbimortalidad de las infecciones, sino que también eleva los costes sanitarios, socavando el desarrollo de la medicina moderna”, reitera.
Por otro lado, argumenta que si no se desarrollan rápidamente tratamientos y vacunas efectivas para las enfermedades infecciosas emergentes, como la COVID-19, el Ébola y el Zika, estas pueden propagarse rápidamente y causar “pandemias devastadoras”. En lo relativo a medicina personalizada de precisión, confirma que tiene la capacidad para transformar radicalmente la atención sanitaria gracias a la combinación de las características genéticas de los pacientes y sus datos clínicos, radiómica, analítica, exposición ambiental, hábito de vida, determinantes socioeconómicos y otros datos relevantes para la salud, por lo que la inversión en herramientas que la respalden permite liderar la innovación en la atención médica.
Las terapias avanzadas se configuran como otra de las áreas clave por su potencial para tratar enfermedades graves y complejas de manera más efectiva abordando las causas subyacentes de las enfermedades a nivel molecular y celular, “ofreciendo la posibilidad de cura o control duradero de condiciones crónicas y raras que anteriormente carecían de opciones terapéuticas viables”, abunda el documento. Igualmente, señala que “es un punto donde se cruzan desarrollos académicos con industria farmacéutica”. Por último, relaciona el reposicionamiento de medicamentos con la capacidad de acelerar el acceso a nuevos tratamientos efectivos. “Se puede considerar como una de las contribuciones del sector farmacéutico a la economía circular, constituyendo, a mismo tiempo, una zona en la que con frecuencia coinciden las capacidades de la industria y de la academia”, alude, a la vez que precisa que “esto reduce significativamente los costes y el tiempo de desarrollo de medicamentos para abordar necesidades médicas no cubiertas”.
La evolución del sistema sanitario demanda un cambio profundo en la manera de identificar y abordar las necesidades de la población, por lo que, según la Estrategia, resulta imprescindible realizar evaluaciones continuas y exhaustivas para detectar las necesidades de salud no cubiertas, establecer prioridades claras y organizarlas de forma estructurada. “Esto requiere la implementación de políticas y estructuras de gobernanza como las recogidas más arriba que fomenten la colaboración intersectorial, la participación comunitaria y la integración de servicios de salud”, confirma.