GM Madrid | viernes, 09 de febrero de 2018 h |

La Confederación Española de Alzheimer (Ceafa) y la Fundación Maria Wolff han explicado esta semana cómo se ha logrado acreditar la primera residencia sin sujeciones farmacológicas, una demanda habitual de este colectivo de pacientes. Desde ambas entidades recuerdan que más del 80 por ciento de los ancianos que ingresan en residencias tienen al menos un fármaco mal prescrito, dándose el caso de que en la mayoría de las veces se trata de psicofármacos. Una parte de estos psicofármacos pueden además estar pautados para manipular o limitar el comportamiento de los mayores, según destacan.

Ruben Muñiz, director de investigación de Fundación Maria Wolff, insiste en que “a diferencia de las ataduras físicas, las sujeciones farmacológicas son muy difíciles de erradicar, porque no se pueden ver a simple vista, y los tratamientos se pautan en el contexto del secreto profesional entre médico y paciente, circunstancia que dificulta el control de calidad externo”.

La fundación ha presentado la primera validación de los Criterios Chrome que permiten la acreditación de centros que hayan eliminado las sujeciones químicas. La empresa ICOT, que gestiona la residencia El Pino de Las Palmas de Gran Canaria, ha sido el primer centro de este tipo en demostrar de manera fehaciente que las 190 personas mayores de esta residencia propiedad del Instituto de Atención Social y Sociosanitaria del Cabildo de Gran Canaria, están gozando ya de la seguridad de ser atendidos con la calidad asistencial que se merecen evitando riesgos de psicofármacos pautados erróneamente o en demasía.

Este trabajo de “desatar químicamente” a los residentes, realizado entre diciembre de 2015 y diciembre de 2017, ha arrojado unos resultados sorprendentes. Se ha conseguido reducir drásticamente la prescripción de fármacos muy peligrosos para muchos residentes con demencias, llegando en algunos casos a eliminarlos totalmente.

Según los resultados en estos dos años se ha reducido la administración de benzodiacepinas de un 65 a un 20 por ciento y en el caso de los neurolépticos del 50 por ciento inicial a un 20 por ciento. Según el Olazarán, director científico de la fundación, “estas dos familias de fármacos son las potencialmente más peligrosas, razón por la que estos resultados son satisfactorios”.

Todo el proceso de optimizar el uso de psicofármacos fue acompañado también de una eliminación total de ataduras físicas. Para ello fue necesario reorganizar parte de los procesos de la residencia, como por ejemplo ajustar los horarios de acostado y levantado de los residentes a las necesidades reales de éstos o aplicar terapias no farmacológicas en lugar de fármacos.