Pilar Rodriguez Ledo (SEMG)
Pilar Rodríguez Ledo

Tres años han transcurrido desde el inicio de la pandemia por coronavirus y desde entonces, hemos aprendido mucho sobre este virus, sobre las vacunas, pero los pacientes con COVID persistente (CP) siguen sin recibir la atención que necesitan.

Tedros Adhanom, director de la (OMS) advierte el 12/10/2022 del serio impacto de la CP, que está devastando la vida y el sustento de decenas de millones de personas en todo el mundo, y conmina a todos los países a mantener un esfuerzo prolongado para atender esta afectación.

La enfermedad de la COVID-19 ha causado la muerte a casi 6,5 millones de personas en todo el mundo e infectado a más de 600 millones. Se estima que entre el 10 por ciento y el 20 por ciento de los supervivientes presentan síntomas de CP. La triste realidad es que todavía desconocemos la verdadera prevalencia de esta entidad debido a múltiples razones:

1. Confusión de la denominación (CP, long COVID, afección o condición post-COVID-19, secuelas post-agudas…) y disquisiciones sobre si estamos frente a una condición, síntomas o una enfermedad.

2. La codificación de la nueva entidad, que pese a estar recogida por la CIE-y la clasificación CIAP, se implementa en la práctica de forma desigual y escasa.

3. El deterioro de un sistema sanitario que arrastraba problemas previos a la pandemia y que esta infección ha supuesto una tensión que lo ha desbordado, especialmente en el primer nivel asistencial que debe ser el punto coordinador de la asistencia de un paciente como el que presenta CP.

4. La respuesta inadecuada de las administraciones públicas que han preferido infravalorar el problema e incluso “mirar para otro lado” a la espera de que desaparezca de forma espontánea a lo largo del tiempo.

Pero todas estas circunstancias conllevan que el paciente afectado por la llamada CP no se encuentre identificado y, por tanto, no obtenga el reconocimiento de enfermedad que le corresponde. Su afectación se ve englobada frecuentemente en una misma categoría con aquellos que tuvieron secuelas de una enfermedad aguda grave. Denominar bajo el mismo término cuestiones diferentes aporta confusión y repercusiones en la seguridad del paciente.

Pero, es más, sin conocer el número real de afectados es imposible dimensionar el problema, saber qué recursos humanos y económicos son necesarios para dar respuesta a las necesidades de salud, ni siquiera cuales son los flujos asistenciales más adecuados.

Un correcto abordaje de una enfermedad con afectación multiorgánica como la CP precisa un enfoque holístico, integral, mediante una atención compartida entre profesionales de las distintas disciplinas y el paciente implicado en su propia atención situado en el centro del proceso.

En fin, tras tres años de pandemia, la CP sigue siendo el gran reto sanitario del 2023, un reto de colaboración, conocimiento, reconocimiento, equidad y empoderamiento del paciente.