Marta Villanueva, Directora general de la Fundación IDIS.

Es notable y llamativo a la vez la asimetría que existe y se percibe entre la evolución constante y la agilidad en la generación de nuevas herramientas y vías de comunicación que nos ofrece la tecnología y la velocidad a la que estas se van implantando en nuestros sistemas sanitarios.

Un ejemplo, la compartición de datos dotando al sistema de una continuidad asistencial imprescindible y posible mediante los diferentes sistemas y elementos digitales con los que cada día nos sorprenden más y más las empresas y organizaciones especializadas en este ámbito. Cuesta entender que, disponiendo de las soluciones tecnológicas, todavía el paciente, que es el dueño de sus propios datos de salud, no pueda transitar por el sistema en su conjunto, libremente, con las resultantes de todas sus consultas, pruebas diagnósticas, etc. contribuyendo de esta forma a mejorar los datos sanitarios de eficiencia, calidad y seguridad, accesibilidad, resolución asistencial y de experiencia de paciente entre otros.

Nuestro sistema, al igual que el de los países de nuestro entorno dentro de la Unión Europea, no está para favorecer las ineficiencias e insuficiencias del tipo que sean, más bien todo lo contrario; están para conseguir la mejor atención posible utilizando todos los recursos disponibles de una forma estratégica y sinérgica en beneficio del paciente con la contribución indispensable del profesional.

Evitar redundancias en consultas, eliminar duplicidades en pruebas diagnósticas, contribuir a disminuir los tiempos de espera, mayor coordinación y eficiencia, mayor confortabilidad y mejor experiencia de paciente, un impacto positivo en resultados sanitarios y de salud, y una contribución a la suficiencia del sistema son solo algunas ventajas que puede aportar la continuidad asistencial y por lo tanto la interoperabilidad de los sistemas digitales informáticos.

Vivimos y somos protagonistas de la era de la información y la comunicación en un entorno sociodemográfico complejo en el que el envejecimiento y la cronicidad asientan sus raíces cada día con mayor profundidad. Este hecho, refrendado por los datos, lleva a situaciones de incremento de la presión asistencial y financiera sobre el propio sistema sanitario, debido a una mayor demanda de servicios relacionados con la salud, y esta realidad hemos de saber preverla y abordarla con presteza y celeridad para que no termine generando escenarios desbordantes.

En este sentido, lo adecuado en mi opinión es ser proactivos y no reactivos a los cambios que se van produciendo en todos los órdenes y sentidos. Es importante, por no decir que imprescindible, abandonar nuestras zonas de confort y pensar más en el bien social que nuestras medidas pueden aportar. Solo haciendo frente al futuro, aprovechando las oportunidades para generar los cambios culturales necesarios, es como serviremos realmente a una sociedad que exige respuesta eficaz a sus necesidades y demandas. Este debería ser el pensamiento que debería inspirar todas nuestras acciones, iniciativas y propuestas.