Manuel Romero Gómez, presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH).

Es bien conocido que el abordaje de la hepatitis C en España es una historia de éxito, gracias a la incorporación en 2015 al sistema público sanitario de los tratamientos que la curan. Ahora acaba de producirse otro hito, que desde luego no tiene la magnitud cuantitativa de aquella decisión, pero que pensamos que es otro gran acierto. Como entonces, el Ministerio de Sanidad ha decidido la financiación de un tratamiento contra la hepatitis delta que puede significar un hito muy relevante en la transformación de la historia natural de esta enfermedad.

La incorporación de la bulevirtida al arsenal terapéutico frente a la hepatitis D es un gran paso adelante en la lucha contra esta infección, la más grave de las hepatitis víricas, pues progresa más rápidamente a estadios avanzados de fibrosis y aumenta por tanto el riesgo de cirrosis y cáncer hepático en mayor medida que otros virus de hepatitis. La aprobación de este nuevo tratamiento es un gran avance, pues la lucha contra esta enfermedad ha estado limitada hasta ahora por una histórica falta de tratamientos efectivos, hasta el punto de considerarse como una enfermedad ‘huérfana’ desde el punto de vista de opciones terapéuticas. Los hepatólogos veníamos reclamando su incorporación al catálogo de fármacos financiados del sistema sanitario, con lo que hay motivos para celebrarlo.

No obstante, hemos de ser conscientes, de que, también como en el caso de la hepatitis C, la transformación de las posibilidades terapéuticas no conducirá por sí sola al éxito. Son igualmente necesarias otras medidas para solucionar el problema del infradiagnóstico y el diagnóstico tardío, habida cuenta del empeoramiento que supone la coinfección con el VHD y su asociación con un mayor riesgo de cirrosis hepática y cáncer de hígado. Una reciente investigación, en la que han participado especialistas de quince hospitales españoles, concluye que el diagnóstico de hepatitis se produce habitualmente en un estadio avanzado (la mitad de los pacientes presentaban ya una cirrosis cuando se le diagnosticó), y estos datos podrían mejorarse si en la mayoría de los centros fuera posible determinar el ARN-VHD (preferentemente en la misma muestra de sangre que los anticuerpos anti-VHD en lo que se conoce como diagnóstico en un solo paso), algo que ahora no ocurre. El énfasis en el diagnóstico temprano adquiere además mayor relevancia si se tiene en cuenta que el nuevo tratamiento no cura la enfermedad, sino que detiene su progresión.

Pero había que dar el primer paso y se ha dado. Los pacientes y familias serán los grandes beneficiados por esta acertada decisión, que esperemos pronto se convierta en un nuevo éxito de país en relación con las hepatitis víricas.


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