Por Jesús García-Foncillas, miembro del Comité Científico y Médico Internacional de OncoDNA, y director del Departamento de Oncología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, Universidad Autónoma de Madrid.
Hace unos días hemos vuelto del encuentro anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO), celebrado de forma presencial en Chicago (EE.UU.), y entre la multitud de temas abordados hemos oído hablar, y mucho, de la gran utilidad de la biopsia líquida para el diagnóstico, el tratamiento y el seguimiento de distintos tipos de cáncer.
Hemos visto trabajos realizados con la colaboración de pacientes con tumores de mama y colorrectal, que han servido para validar el uso de esta prueba complementaria con el fin de ampliar la información genética de los tumores y agilizar la toma de decisiones clínicas. Saber cómo evoluciona o qué heterogeneidad tiene ese tumor es esencial para tratar correctamente a cada paciente, mejorar sus perspectivas y reducir lo máximo posible la toxicidad que lleva asociada cada terapia.
Para aquellos que no están familiarizados con los test genómicos o moleculares en biopsia líquida, se realizan extrayendo y analizando una muestra de sangre del paciente, que contiene ADN tumoral circulante. Se trata de una alternativa en aquellas situaciones en las que no es posible realizar una biopsia de tejido, que en ocasiones puede llegar a ser invasiva y molesta para el paciente. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el tumor está en una zona inaccesible o ilocalizable, cuando va a suponer un perjuicio para la persona enferma o porque la muestra de tejido extraída tiempo atrás está deteriorada.
De esta manera, se puede extraer mucha información de un tumor, especialmente qué fármacos van a funcionar mejor. Y, al mismo tiempo, eliminar de la lista aquellos que no van a ser efectivos, evitando toxicidades innecesarias, así como un gasto para el sistema sanitario.
Un ejemplo de los estudios genómicos de este tipo que podemos encontrar en nuestro día a día es OncoSELECT, un test desarrollado por OncoDNA que ya abarca 58 genes y biomarcadores con relevancia clínica en todo tipo de tumores sólidos. Se trata de una herramienta renovada que nos hace avanzar un paso más en el cada vez menos desconocido camino de la medicina personalizada. Nos permite identificar las alteraciones que han dado lugar al cáncer y a poder seleccionar tratamientos más específicos y adecuados para cada caso, sobre todo en aquellos casos en los que las terapias estándar no han tenido éxito en sus primeras etapas.
De esta manera mejoramos en agilidad y rapidez a la hora de tomar decisiones, y ampliamos el rango de acción, ya que gracias a estos test y a la información que nos proporcionan existen más posibilidades de hacer un screening previo a formar parte en un ensayo clínico. Un nuevo escenario en el que ya llevamos tiempo actuando, aunque con recursos limitados que deberían estar al alcance de todos.