La lumbalgia o dolor lumbar, es uno de los problemas de salud más prevalentes en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a aproximadamente al 80% de la población general en algún momento de su vida, siendo la dolencia más frecuente después del resfriado común, y representa una de las principales causas de discapacidad a nivel global. En un contexto donde el envejecimiento poblacional, el sedentarismo y los cambios en el estilo de vida toman protagonismo, la lumbalgia emerge no solo como un problema médico, sino como un fenómeno que puede impactar a múltiples dimensiones de la sociedad.

El dolor lumbar tiene un origen multifactorial, lo que complica su diagnóstico y tratamiento. Aunque en muchos casos se considera inespecífico, existen desencadenantes comunes como malas posturas, sobrecarga mecánica, obesidad y factores psicológicos como el estrés y la ansiedad. A estos factores se suman condiciones específicas como las enfermedades reumáticas de índole inflamatoria como la espondiloartritis axial (conocida antes como espondilitis anquilosante) o por patología mecánica como las hernias discales, fracturas por osteoporosis o por infecciones.
El aumento del sedentarismo debido a múltiples causas como el teletrabajo y la digitalización también ha incrementado la incidencia de la lumbalgia. Pasar largas horas en posiciones estáticas o en asientos inadecuados contribuye a la pérdida de musculatura lumbar, lo que predispone al dolor crónico. Además, es un problema que no distingue edades, dado que puede afectar tanto a adultos mayores como a jóvenes, en función de su actividad laboral y física diaria.
En cuanto al impacto económico, el coste de la lumbalgia es importante. En Europa, se estima que las bajas laborales por dolor lumbar representan uno de los principales motivos de ausentismo laboral, además de una importante causa de pérdida de productividad. Esto genera una doble carga económica: por un lado, los costes médicos directos (consultas, fármacos, pruebas diagnósticas) y, por otro, los costes indirectos relacionados con la pérdida de ingresos por discapacidad.
Respecto al impacto social, la lumbalgia puede suponer una discapacidad importante para la vida familiar, laboral y social, por lo que se convierte en un problema que requiere un enfoque integral, ya que muchas veces los pacientes se enfrentan a una estigmatización en sus entornos laborales o familiares por una falta de compresión de enfermedad, lo que agrava su condición.
El manejo de la lumbalgia sigue siendo un desafío, particularmente cuando se trata de formas crónicas o difíciles de tratar. Aquí habría que diferenciar el origen de la lumbalgia, distinguiendo la patología mecánica de la inflamatoria o de la infecciosa, para realizar un mejor abordaje. A pesar de los avances en las pruebas de imagen y en terapias biológicas, para el tratamiento de patologías inflamatorias como la espondiloartritis axial, todavía hay un porcentaje significativo de pacientes que no responden estos tratamientos avanzados.
En este sentido, el diagnóstico precoz es clave. Identificar los casos que puedan estar en relación con patologías inflamatorias/infecciosas (espondiloartritis, espondilodiscitis infecciosas) o mecánicas (espondiloartrosis, hernias discales, fracturas) puede cambiar radicalmente el pronóstico del paciente. Es importante escuchar al paciente y considerar factores como la duración del dolor, la rigidez matutina o la mejora o empeoramiento con el ejercicio o el reposo.
En relación al tratamiento, el enfoque debe ser multimodal. Combinar tratamientos farmacológicos, ejercicio físico, fisioterapia y estrategias para la modificación de hábitos es esencial para lograr resultados sostenibles. La tecnología también juega un papel importante: herramientas de inteligencia artificial están comenzando a ser utilizadas para personalizar los tratamientos y predecir la respuesta a los tratamientos.
A pesar de los avances médicos, la prevención sigue siendo una asignatura pendiente en el manejo de la lumbalgia. Los programas educativos sobre ergonomía, la promoción de actividad física regular y la reducción del sedentarismo podrían tener un impacto significativo en la reducción de casos.
Es fundamental promover la educación desde edades tempranas. Enseñar a los niños y adolescentes la importancia de una postura correcta y de mantenerse activos podría disminuir la carga de este problema en edades más mayores.
La lumbalgia no es solo un problema médico, más bien es un reflejo de las condiciones de la vida moderna y un indicador de la necesidad de cambios profundos en nuestros estilos de vida. Abordarla de manera efectiva requiere una combinación de avances científicos y educación sanitaria.
Mientras tanto, para los pacientes, la clave estaría en buscar una atención temprana y adoptar un enfoque proactivo, en cuanto a la prevención y a un cuidado integral con un mantenimiento de un tono físico adecuado. En este sentido, desde la Sociedad Española de Reumatología (SER) hemos lanzado unos materiales específicos relativos al ejercicio físico como medio para prevenir y minimizar los daños de la lumbalgia en el marco del programa ‘Reumafit’.