No es habitual que tres sociedades científicas como la Asociación para el Estudio del Hígado, la Sociedad Española de Cardiología o la Asociación Española de Dermatología y Venereología protagonicen titulares relacionados con los procedimientos de fijación de precios de medicamentos. Las tres entidades, junto a la Fundación ECO y el Grupo Español de Cáncer de Pulmón, han salido así de su zona de confort para participar en una Mesa de Análisis promovida por GACETA MÉDICA y El Global sobre este asunto.
En el centro del debate, la controversia sobre los Informes de Posicionamiento Terapéutico que desde hace casi una década se elaboran para fijar la utilidad clínica de un nuevo medicamento en la antesala de la aprobación de la financiación por parte del Sistema Nacional de Salud de sus indicaciones. Desde la perspectiva de la oncología, más acostumbrados a nadar en estas aguas, Mariano Provencio y Vicente Guillem, GECP y Fundación ECO, respectivamente, eran contundentes: tal y como están formulados, no son en absoluto necesarios, puesto que la posición clínica de un nuevo fármaco ya está fijada en su aprobación por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés).
Desde las sociedades científicas, menos críticas con esta herramienta, la petición común de Manuel Romero (AEEH). José Manuel Carrascosa (AEDV) y Luis Rodríguez Padial (SEC) es que los clínicos puedan estar presentes en su elaboración desde el origen. Las tres entidades reclaman que se revise el procedimiento actual y se les de voz de verdad, más allá de esa consulta final que reciben una vez que los técnicos en farmacología clínica o los especialistas en farmacia hospitalaria que intervienen en su desarrollo (los mismos perfiles profesionales ya sea un IPT de cardiología o de digestivo) han finalizado su redacción. Rara vez, advirtieron, modifican el texto para introducir sus observaciones, lamentaban los portavoces.
Se ofrecen a colaborar, para que los informes no pierdan la visión clínica, con especialistas, formados y con criterio. Son conscientes, y testigos, de la innovación que aportan fármacos que en un IPT, en la práctica, a menudo quedan relegados a una utilidad muy por debajo de sus posibilidades. Se comprometen a seguir de cerca sus resultados en vida real. Lo tienen fácil, están al lado del paciente. Junto al afán por mejorar esta herramienta, todos muestran su inquietud por las dificultades que se han de sortear después, de cara al acceso, en el ámbito regional y el entorno hospitalario. El resultado es siempre, la inequidad, un término que puede parecer manido, pero que sigue siendo punta de lanza entre las prioridades no clínicas de estas entidades.