| viernes, 14 de septiembre de 2018 h |

El año 2003 fue una fecha memorable para la historia del Cáncer en España. Un país como el nuestro, tan poco dado a alcanzar posturas comunes y más cómodo en la confrontación, no puede permitirse olvidar aquello que nos hace progresar. Hubo mucho trabajo hace quince años, tanto y tan bueno que aún hoy se recogen frutos. Pero la autocomplaciencia es una enemiga acérrima de la ciencia y el abordaje del cáncer aún tiene muchos retos por delante. Aún existe mucha variabilidad clínica y también demasiadas inequidades en el acceso a las terapias más punteras. Pero quizá las recetas del pasado, aderezadas con ingredientes contemporáneos, pueda responder a alguno de estos hándicaps que tenemos.

En los albores del primer Plan contra el Cáncer uno de los problemas que se puso encima de la mesa fue la necesidad de un abordaje interdisciplinar. Hoy, por suerte, hablar de esto es casi tan obvio como mirar al este para ver amanecer. Pero la receta bien podría servir para alcanzar la sostenibilidad. Esta cuadratura del círculo sólo será posible si se sientan a la mesa todos y cada uno de los eslabones de la cadena sanitaria. Acabar con las inequidades en el acceso, además de reto, debe ser una prioridad para una democracia sana que trata a todos son ciudadanos en condiciones de igualdad. Y el momento que vivimos ahora es crucial para que esa suma de esfuerzos vuelva a producirse por el bien común.

Puede sonar a tópico, incluso naif si quieren, pero en esta ocasión es verdad. Todas y cada una de las administraciones públicas, tengan la sensibilidad política que tengan, coinciden. Los profesionales también lo demandan a gritos. El clamor es tal que sólo puede acabar bien y de manera inmediata. Los avances científicos que se asientan en este siglo también permiten mirar por la ventana y poder imaginar un nuevo horizonte. Y para culminar el alineamiento planetario podemos argumentar también que la flamante ministra de Sanidad ha asegurado que sus políticas se basaran en la evidencia científica.

Lo cierto es que no faltan ingredientes para que la década acabe con un Nuevo Plan contra el Cáncer. A todo lo expuesto hay que sumar la incansable labor que se está llevando a cabo en la Comisión de Sanidad del Senado. Allí se trabaja a destajo para que 2018 acabe con un informe exhaustivo sobre medicina personalizada. Y sobre esto permitan un inciso. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? O dicho de una forma más científica, ¿complementa la medicina genómica al cáncer o debe ser una estrategia más del Plan? Aquí existen divergencias pero está claro que la simbiosis existe. Que el cáncer se nutra de este nuevo abordaje de la medicina es vital para volver a ganar una batalla en esta cruenta guerra por la protección de la salud. Por otro lado, la genómica puede servirse del tirón social del cáncer para que nadie deseche en un cajón olvidado una estrategia que debe liderar el Ministerio de Sanidad y para la que debe haber un presupuesto estatal suficiente.


Los avances científicos que se asientan en este siglo permiten mirar por la ventana y poder imaginar un nuevo horizonte