La crisis de gobierno previa a las elecciones autonómicas que marcan el regreso de Carolina Darias a tierras canarias ha puesto en la escena sanitaria a un nuevo protagonista: José Manuel Miñones. Obvia decir que la rumorología del sector, que elevaba al último escalafón en el ministerio a la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, o incluso a la secretaria general de Investigación, Raquel Yotti, junto a otros candidatos con experiencia en la gestión a escala regional, como el consejero de Salud de Asturias, Pablo Fernández, vuelve a errar el tiro.

Frente a estos perfiles más técnicos y más que familiarizados con el terreno sanitario, Pedro Sánchez opta por premiar la lealtad política y asignar cuotas regionales, en este caso Galicia.

Al igual que María Luisa Carcedo y Carmen Montón (médicos y ministras socialistas en la primera legislatura de Sánchez) Miñones tiene en común su formación sanitaria. Aunque no ha ejercido como tal, se le presupone una inquietud por este entorno, a juzgar por su licenciatura en Farmacia, aunque su trayectoria profesional esté marcada por el mundo académico y la política local.

El ministro destacó que no existe el gasto en sanidad, sino la inversión en salud

De su discurso en la toma de investidura han llamado la atención dos mensajes. Por un lado, el hecho de que el ministro haya interiorizado un mantra para el sector sanitario: “no existe el gasto en Sanidad, sino la inversión en salud”, expuso con determinación.

Por otro, su apuesta por el “toque municipalista”, fruto de su recorrido como alcalde de Ames, una localidad coruñesa de algo más de 32.000 habitantes, y que ha impregnado también su labor en su última etapa como delegado del Gobierno en Galicia. Un enfoque que, más allá de ese carácter de proximidad y cercanía que imprime la política local, trasladable a todos los escenarios, tiene un punto de extraterrestre en un ámbito, como el de la sanidad, en el que las autoridades locales tienen un papel limitado al control sanitario de las actividades totalmente ajeno a la atención sanitaria que habrá de coordinar, vía comunidades autónomas.

A simple vista se diría que es un hombre cercano. Ha recogido con energía la tradicional cartera, que de manera informal mostró en alto a quienes le aplaudían en una sala abarrotada el día de su investidura, antes de dar paso al particular “besamanos” que es ya una tradición en la sede del madrileño paseo del Prado. Una cartera cargada de asuntos pendientes (recursos humanos, atención primaria, agencia de salud pública…), un encargo que recoge en una España casi postpandémica y con apenas nueve meses por delante. Todo un reto.