| viernes, 15 de febrero de 2019 h |

Tres elecciones generales en poco más de tres años. Tres ministras de sanidad en los últimos nueve meses. Está claro que la clase política no se ha adaptado aún al pluralismo político que ha inundado España desde 2015. Lo que debería haber supuesto la apertura de miras para dialogar y consensuar con el diferente ha dado lugar a una política de trincheras acomodada en soflamas y crispación. En ese contexto volvemos los españoles a las urnas, con la esperanza de una avanzar hacia una legislatura fructuosa que sirva para solucionar muchos de los retos que tiene el país.

La política sanitaria es una de las víctimas más golpeadas por este periodo inerte. Sí, la mayoría de Proposiciones No de Ley son aprobadas en el Congreso de los Diputados y eso podría indicarnos que existe consenso, pero no es real. El clima que se vive dentro de la Cámara Baja es asfixiante, los debates están salpicados de mensajes partidistas que buscan el rédito electoral. Y a la hora de la hora, prácticamente ningún acuerdo de los citados acaba convirtiéndose en realidad. Pregúntenle a la atención primaria, a algunas especialidades que siguen sin ser reconocidas o, en un rango más amplio, a las comunidades autónomas y sus necesidades de financiación.

Hablando de éstas últimas, el cuatro de marzo tendrán la última cita con la actual ministra de Sanidad. La elecciones se tienen que celebrar 54 días después de la disolución de las Cámaras. Para que los comicios tengan lugar el 28 de abril, las Cortes deberán disolverse, por tanto, antes del 5 de marzo. El problema de celebrar esta cita en esta fecha no es otro que la confrontación política. Decía hace pocos días el ex consejero de País Vasco, Rafael Bengoa, que debería conformarse otro foro distinto al Interterritorial porque estaba impregnado de consignas partidistas. Imaginen cómo será en uno de los primeros actos de precampaña y abordando un tema tan sensible, aún sin confirmar, como el déficit de profesionales.

La moraleja de estos últimos años es que los dirigentes tienen que aceptar la palabra de los españoles y ponerse a trabajar. No es posible que el pluralismo político, aspecto imprescindible de cualquier democracia, reste enteros al funcionamiento de la misma. No nos podemos permitir que en la víspera de un cambio de década y con la rémora de una crisis que devastó la actual, no haya trabajo político para afianzar y fortalecer a la joya de la corona: el SNS.