| viernes, 08 de marzo de 2019 h |

Los datos que se recogen en los informes que se realizan sobre la igualdad de oportunidades y la proyección en el ámbito laboral dejan un sabor amargo de boca. Las gerencias de los hospitales españoles, los principales sindicatos de clase, los Consejos Generales de Colegios de enfermería, médico y farmacéutico, las principales patronales de la industria farmacéutica… Todos ellos están dirigidos por hombres. Un claro ejemplo de un techo de cristal que asfixia al talento femenino y eso que estamos hablando de un sector, el sanitario, en el que en números generales la presencia femenina es muy superior a la masculina.

La fotografía que se realiza hoy en día todavía está en blanco y negro. Y sin embargo, hay una sensación de cambio irreversible. Una ilusión que ha conquistado a las mujeres, primero, y que ahora ellas están siendo capaces de transmitir a una sociedad que, pese a quien le pese, sigue siendo machista en sus conceptos generales. La conquista más importante que han realizado es capitalizar el espacio público y el lenguaje. No hay mayor victoria para un movimiento que conseguir que los argumentos contrarios se vuelvan anacrónicos, casposos y causen sonrojo incluso entre quienes los enuncian. Esa es la primera piedra que debe colocar cualquier reivindicación que no quiera ser una simple moda.

Pero que nadie se lleve a engaño. La batalla se presenta larga incluso aunque el viento sople a favor. Por inconcebible que parezca negar a un igual tus mismos derechos, la historia está plagada de casos. El feminismo tiene también dos rivales a los que hacer frente. Uno es el espejo de la autocomplacencia. Que los datos mejoren año a año no es óbice para celebrar ninguna victoria. A todas y a todos nos debería retumbar en la conciencia las palabras de Simone de Beauvoir. “No olvidéis jamás que bastará una crisis política o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos; debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida”.

El otro problema es la coexistencia de cualquier ‘revolución’ en un sistema especialista en envenenar las buenas intenciones. La tentación de convertir la reivindicación en negocio o la apropiación indebida de un movimiento trasversal por cualquier sensibilidad política son los gérmenes de la desidia. La lucha es por y para todas las mujeres en una cita que no pueden obviar los hombres.